DOCTOR ROBERT LEY..¿Cómo ha sido posible este milagro?
A principios del siglo pasado se operó en los pueblos del Centro y del Occidente de Europa un cambio en su estratificación económica y social.
Este cambio halló en nuestro pueblo su mas clara expresión. a causa del exceso de natalidad habíase convertido Alemania en un país cuya población no tenía ya espacio suficiente para su actividad, para su alimentación y para su desenvolvimiento cultural. El hijo del labriego no encontraba medios de subsistencia ni en la tierra ni en el campo y se veía forzado a emigrar o a buscar dentro del país nuevas posibilidades de vida. Esta fue la época en que se realizó la gran revolución en el terreno de la energía y de la fuerza. A principios del siglo anterior hacía su aparición la fuerza de vapor como fuente de energía de una vida hasta entonces puramente manual. El carbón y el hierro comenzaron a adueñarse de la economía. Las industrias manuales se convirtieron en fábricas. Del maestro y del oficial surgió el empresario y el ejército de millones de obreros. El espíritu inventivo alemán y su afán de empresa crearon en nuestro país una actividad insospechada. Por una parte, el reducido espacio y, por otra, la conmoción que se operó en el terreno de la mano de obra hicieron del pueblo alemán uno de los mas grandes pueblos industriales del globo.

Del empresario surgió el tipo Manchester, y del obrero, el esclavo del salario. La expresión mas dura de este pensamiento liberal fue el marxismo que, con su sutil teoría programática, no solo relajo los vínculos del pueblo, sino que abrió en éste criminalmente grietas y simas casi imposibles de ser salvadas, negando la existencia de los pueblos y reconociendo solamente clases internacionales. Familias, castas, razas y naciones, naturalmente creadas, trocáronse en grupos de individuos que luchaban entre sí a vida o muerte.
No queremos ahora investigar a quién ha de culparse dentro de nuestro pueblo por haber favorecido esta evolución, si principalmente al patrono o al obrero, al mercantilismo de la clase media o bien al envanecimiento y a la presuntuosidad de las clases privilegiadas, pues es difícil determinar quién ha dado el primer paso.
Pero el hecho es que tanto la evolución demográfica y económica de nuestro pueblo como su concepción del mundo favorecieron este estado de desintegración, prestándole el terreno mas propicio y permitiendo el que individuos pertenecientes a razas extrañas utilizasen esta evolución para actuar por su parte como elementos disociadores. Llamábanse "socialistas" y predicaban la lucha de clases, destruyendo con ello todo vínculo de comunidad. Llamábanse socialistas y, conscientemente, hacían del obrero un esclavo del salario, fomentaban los complejos de inferioridad, rompiendo con ello todo orgullo que necesita el hombre. Vieron en él el tipo ideal de pacifismo, le convirtieron en un ser propicio para aceptar su doctrina de cobardía. Predicaban la democracia aunque este supuesto dominio del pueblo no tuviese la menor cosa que ver con la autodeterminación de aquél, sino que era mas bien un comodín para entregar al pueblo a los bajos instintos, al egoísmo y a la corrupción de determinados dictadores de partidos. Llamábanse pomposamente empresarios, pero no advertían que mientras fijaban sus ojos en el crecimiento de sus fábricas y de sus chimeneas, otros individuos captaban a su personal. Lo hacían por humanitarismo, por fraternidad universal, y la Historia demostrará algún día que esta época ha sido la mas brutal y la mas desconsiderada que jamás esclavizó a la humanidad.
Como queda dicho, no hemos de puntualizar, y hoy, en la era de la gran revolución Nacional-socialista tampoco queremos exhumar faltas y falsedades pretéritas. Pero, con todo, hay algo que merece destacarse.
Cuando dos millones de seres sacrifican su vida es, pues, una ilusión y un desvarío presentar estos sacrificios como algo ilegítimo, falso, mas aún, como criminal. La revolución alemana tuvo sus comienzos en aquellos días de agosto de 1914 y puede afirmarse que cuando realmente principa la renovación de un pueblo hay que ofrendar al destino sangre en holocausto.
En las trincheras del Oeste y del Este volvió a encontrarse el pueblo a sí mismo. Las granadas no inquirían la condición social o el nacimiento, no distinguían al pobre del rico, no tenían en cuenta la profesión. Solo prevalecía la comunidad de destino y la decisión de jugárselo todo. El pueblo alemán salió airoso de esta prueba y todas las hazañas de nuestro ejército fueron realizadas por una ilimitada lealtad y por una maravillosa camaradería que solidarizaban entre sí a estos hombres. Éste era el verdadero socialismo. Socialismo quiere decir fidelidad, camaradería; significa tener valor, luchar por una idea grande magna. Pero ahora el Destino nos probaba por segunda vez. Alemania había demostrado que podía formar una comunidad. A pesar de todo, este gran sacrificio fue acompañado por algún éxito, pero el Destino precisaba saber si este pueblo estaba dispuesto a realizar también idénticos sacrificios en los tiempos de la mayor ignominia, de la mas profunda humillación y de las mas inauditas privaciones. Esta segunda prueba de 1918 a 1933 fue mas dura que la de 1914 a 1918. Conducido el pueblo por traidores, escarnecido y derrotado por los de fuera, surgió ya desde los primeros balbuceos de esta época una nueva comunidad juramentada para su buena o mala suerte, pronta a afrontar cualquier sacrificio. Su Führer fue modelo de todos. Su lealtad, su camaradería, su fervor por la idea y por Alemania, su espíritu de sacrificio en todo y para todo, comunicaron a este puñado de hombres el vigor de captar para una estrecha unión a todos aquellos que habían traido de las trincheras al hogar el espíritu y la idea de comunidad.

ASI LLEGÓ EL AÑO 1.933, EL AÑO DE LA VICTORIA
No va a ser mi misión el señalar todos los detalles y los grandes triunfos de la revolución Nacional-socialista en el pasado año, aún cuando el mas grande de ellos, especialmente para los extraños, sea la maravilla del crecimiento y de la formación de la unidad del pueblo alemán.
El 12 de noviembre ha demostrado que el Nacional-socialismo no tomó las riendas del Poder en Alemania de una manera superficial, amordazándola y sojuzgándola ahora como un déspota mediante el terror y la violencia, sino que este régimen, caso único en el mundo, tenía su raíz en el amor, la fidelidad y en el fervor de todo un pueblo. ¿Qué estadista puede factarse como Adolf Hitler de tener el 95 % de la nación tras de sí y de su política? El régimen hitleriano es la democracia en su mas noble y sublime sentido.
Los adversarios del Estado Nacional-socialista contaban ante todo con la oposición de los millones de obreros marxistas. Un ejército de emigrados intentó, desde el extranjero, sostener y alentar esta resistencia por medio de periódicos, octavillas y otros recursos propagandísticos. Mas todo fracasó. Hoy es precisamente el obrero alemán el mejor y mas leal apoyo de Adolf Hitler y de su régimen. Los puntales mas firmes del marxismo no eran solo los partidos políticos, sino en particular los sindicatos. Estos sindicatos que en sus comienzos habían sido movimientos obreristas y que con absoluta independencia de la política se habían impuesto el cometido de lograr para el obrero el necesario prestigio, iban en las postrimerías del siglo pasado a remolque de los partidos políticos.
Poco a poco se fueron haciendo un simple medio político para facilitar a los caciques del partido la consecución de sus objetivos. En los años de la postguerra era difícil para un extraño distinguir un simple funcionario del partido de un secretario de sindicatos. Las organizaciones sindicales se habían vendido a los partidos políticos, estaban entremezcladas con ellos y era una cosa mas que lógica y prudente el que el Estado Nacional-socialista aniquilase este último refugio de la concepción del mundo marxista y centrista. Pero de ningún modo quiere esto decir que el Estado Nacional-socialista fuese contra el elemento obrero. Por el contrario, nosotros los Nacional-socialistas vimos precisamente lo beneficioso que era para los trabajadores el librar a los sindicatos del caudillaje marxista y de otras influencias, y franqueamos así al obrero la puerta de acceso al Nacional-socialismo y a la comunidad.
Y cuando convocamos a los trabajadores a tomar parte en grandes manifestaciones, llamándoles a los desfiles y poniendo de relieve cómo nosotros estimábamos su colaboración y cómo queríamos hacerlos partícipes en la reconstrucción del nuevo Estado, entonces sí que acudieron en masa. El personal de las fábricas y talleres ingresó como un solo hombre. Aún no conocían nuestras canciones y, en lugar de esto, cantaban los antiguos aires populares. Nuevas banderas flameaban ante ellos. Sus ojos brillaban de entusiasmo y una nueva esperanza invadía sus corazones destrozados. Era como si un enfermo de gravedad hubiese pasado la crisis y se hallase ahora en el primer día de la convalecencia. Al manifestar nosotros, mediante este desfile de masas, que el nuevo Frente del Trabajo no figuraba solo en el papel, sino que existía realmente como organización merecedora de confianza y de fe, puse en aplicación un nuevo método para ganar los corazones de estos hombres. Por haber trabajado durante siete años en un gran taller de Alemania, sabía que precisamente en el torno, en el telar, allá en el lugar de trabajo, es donde los hombres son particularmente impresionables. Las manifestaciones y los desfiles en masa fueron reemplazados por las visitas de los talleres. Yo me dirigí al obrero para estrechar su mano, me informé de sus necesidades y de sus deseos, le hablé como un hombre habla a otro hombre, y hoy no tengo inconveniente en decir que estas semanas han constituido para mí el acontecimiento mas grande de toda mi vida política. Era maravilloso observar cómo la timidez, el desánimo, hasta cierto hostil encono y aún el odio, eran vencidos por un simple apretón de manos entre dos hombres. Cuando llegaba a una fábrica, los primeros que veía vacilaban en darme la mano. Tenía que ser yo el que cogiese la de ellos. Era entonces como si el fuego se propagase de uno a otro. Luego venían a mi encuentro, se agolpaban a mi alrededor y no tenía ya manos bastantes para estrechar las de todos. No una, sino docenas de veces me sacaron en hombros. Ni uno solo de los 60.000 hombres a quienes he estrechado la mano me preguntó si no traía en el bolsillo salarios mas altos y nuevas tarifas.
El cronómetro, la labor a destajo, la máquina, la correa sin fin, todo ello destrozaba los nervios y mecanizaba a los hombres. Los poderosos de ayer no habían sabido en modo alguno crear la compensación, entretener las horas libres de millones de seres y proporcionarles con ello recreo y esparcimiento. A mí no me cupo la menor duda de que no solo podía ser un nuevo orden político y económico el sentido final de nuestra revolución, sino que antes y por encima de todo debía formarse un nuevo orden social. El pueblo tendía a la colectividad, y nuestros afanes habían de encaminarse a organizar ésta y a buscarle nuevas tareas. Acaso algún día se considere como uno de los hechos magnos de nuestra revolución nacional el que pocos meses después de haberse anunciado la creación de la comunidad Nacional-socialista "Fuerza y Alegría" hubiesen podido marchar millares de obreros residentes en todos los puntos de Alemania a las montañas alpinas, a los maravillosos montes de la Selva Negra, al Harz, a las Selvas de Baviera y a las Montañas Gigantes. Así como se logró esta nueva aspiración a fuerza de energía y actividad, otro tanto puede decirse de todos los aspectos de esta comunidad, Nacional-socialista que se llama "Fuerza y Alegría". El teatro del pueblo abrió sus puertas y 150.000 obreros solo de Berlín asistieron en las semanas pasadas
(I) Se refiere a las elecciones para el Reichstag, convocadas por el Canciller Hitler el día 12 de noviembre de 1.933. Disueltos todos los partidos políticos Hitler pudo nombrar directamente los miembros del nuevo Parlamento, pero prefirió someter a la aprobación del pueblo alemán la lista de candidatos, la cual obtuvo la acogida unánime a que se refiere la cifra expuesta en el texto.
(II) Estos datos son del año 1.933. Actualmente estas cifras carecen de vigencia, revelando la progresiva depuración de esta lacra administrativa de las organizaciones obreras.
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