La preocupación por la verdad, por separar la verdad de la mentira, descubrir cómo son realmente las cosas y sacar las cosas a la luz, es lo que nos hace humanos.
El relativista es el hijo perfecto de la modernidad: lisiado mental, incapaz de pasión y compromiso, sin alma, completamente deshumanizado. El relativismo, obviamente, es la última forma de desconexión de la verdad.
Sin embargo, si examinamos las escrituras de los filósofos de siglos pasados, encontraremos que la mayoría de ellos están conectados con la verdad.
Sí, es cierto que en todas las sociedades, a lo largo de todos los tiempos, la mayoría no se ha preocupado por la verdad y se contentan con repetir las mentiras que garantizan la aceptación social y el progreso.
La tradición enseña que los muchos deben ser guiados por los pocos que pueden ver la verdad principalmente a través de su respuesta al carácter moral y la personalidad de los mejores.
Nunca antes en la historia los hombres y las mujeres habían vivido desconectados de la naturaleza y de los hechos básicos de la naturaleza, y de tal negación de las diferencias humanas. Nunca tantos han llevado vidas tan inauténticas.
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