Y esto se vuelve cada vez más turbio, cuando el nivel de asombro continuamente es menor. El excepcional pero suprimido escritor francés Céline habló de toda esto ya en 1937, y lo mismo se aplica hoy, pero con esteroides:
Los judiazos que gobiernan el Universo, ellos comprenden aquellos secretos de la opinión pública. Escondidos en las esquinas, ellos tienen todos los cables en sus manos. Propaganda, oro, publicidad, radio, prensa, cine... ¡A través de la radio y el cine uno crea nuevos dioses para ellos!. Al mismo tiempo, se necesitan ídolos más nuevos cada mes, ¡siempre más estúpidos e insípidos!. ¿Cómo, le pregunto, crean ellos a los ídolos que pueblan los sueños de la generación de hoy?. ¿Cómo puede el idiota más miserable, el anormal más repugnante, la mujerzuela más patética, ser transformados en dioses, y en diosas... recibidos por más almas en un día que Jesucristo en el curso de mil de años?... Así, de un golpe, la muchedumbre es alimentada a la fuerza, y sólo muere por más... Y lo más notable, mientras más el ídolo elegido es una nulidad al principio, mayores son sus posibilidades de triunfar en los corazones de la muchedumbre...
Los judiazos que gobiernan el Universo, ellos comprenden aquellos secretos de la opinión pública. Escondidos en las esquinas, ellos tienen todos los cables en sus manos. Propaganda, oro, publicidad, radio, prensa, cine... ¡A través de la radio y el cine uno crea nuevos dioses para ellos!. Al mismo tiempo, se necesitan ídolos más nuevos cada mes, ¡siempre más estúpidos e insípidos!. ¿Cómo, le pregunto, crean ellos a los ídolos que pueblan los sueños de la generación de hoy?. ¿Cómo puede el idiota más miserable, el anormal más repugnante, la mujerzuela más patética, ser transformados en dioses, y en diosas... recibidos por más almas en un día que Jesucristo en el curso de mil de años?... Así, de un golpe, la muchedumbre es alimentada a la fuerza, y sólo muere por más... Y lo más notable, mientras más el ídolo elegido es una nulidad al principio, mayores son sus posibilidades de triunfar en los corazones de la muchedumbre...
Louis-Ferdinand Céline, Trifles for a Masacre, p. 37.
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