domingo, 2 de julio de 2017

Falsa teoría


En nuestras universidades y centros de educación occidentales el adoctrinamiento se lleva a cabo rápidamente, y los estudiantes repiten el dogma igualitario con creciente frecuencia y confianza. También nuestros intelectuales han apoyado el dogma de manera tan poco crítica.

De todas las muchas falacias de nuestros tiempos, la más grande es que todas las razas son iguales. La teoría de la igualdad de las razas sostiene que las diferencias raciales son simplemente de piel. Esto en sí mismo, sin embargo, es directamente una admisión de diferencia y no de igualdad. La teoría además afirma que aparte de diferencias de medioambiente y oportunidades favorables, no hay ninguna diferencia genética o innata en absoluto. En términos prácticos, esto significa que aunque haya diferencias indiscutibles de aspecto entre, supongamos, un pigmeo y un noruego, o un papuano y un escocés, ellas son diferencias puramente dermatológicas.

Si bien hay muchos distinguidos antropólogos y genetistas que refutan la teoría igualitaria en su totalidad, y dan su apoyo científico a la visión de sentido común de la persona no instruída, su teoría contraria de la desigualdad racial no es puesta en circulación ampliamente. Ellos no reciben la publicidad que es permitida a sus opositores claramente más influyentes. Sin embargo, es raro, por decir lo menos, encontrar antropólogos que nieguen la validez de la raza, ya que eso significaría que ellos niegan la validez de lo que ellos estudian. Ellos serían como astrónomos que negasen la existencia de clases diferentes de estrellas, o geólogos que negasen la existencia de clases diferentes de rocas. Ellos serían como físicos que negasen cualquier diferencia entre diamantes de carbón negro y diamantes blancos a causa de que ambos están formados de carbón.

Insensibilizados por la fuerza de esta propaganda, o habituados a su prevalencia indisputada, estamos siendo persuadidos a respaldar los proyectos para nuestra propia perdición al mismo tiempo en que deberíamos haber sido más agudamente alertados de nuestro peligro.

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