lunes, 24 de julio de 2017

Inés Donati, heroína del feminismo primigenio.



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La perfecta mujer fascista era un algo nuevo e interesante: servía a las necesidades de la familia y, al mismo tiempo, se hacía cargo de los intereses del Estado Socialista Nacional Fascista.


Esta política maternalista del fascismo es considerada hoy como un oprobio para la mujer conforme al ideario concebido por las líderes feministas liberales y marxistas.

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El feminismo fascista, un hecho silenciado de la historia oficial.

La conversión de estas feministas al fascismo es una de las razones por las que los historiadores italianos se han mostrado reticentes a estudiar este tópico.

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Las evidencias nos muestran que las primeras feministas italianas fueron, en su mayoría, entusiastas precursoras del fascismo. Es indudable que desde el primer momento hubo mujeres en el nuevo movimiento del antiguo líder socialista Benito Mussolini, pero poco se comenta que éstas, en su mayoría, eran feministas. Muchas de ellas fueron las que participaron en las actividades de los squadristis, grupos de choque revolucionarios de origen obrerista. Algunas fascistas como la joven heroína squadrista Inés Donati se unieron a los Fasci de Combattimento, grupos que se caracterizaban por sus choques violentos contra los milicianos comunistas. Luego se formaron grupos solo para mujeres, los Fasci Femminili. El primero se creó en Monza, Milán y rápidamente le siguieron otros.

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Antes del fascismo, la condición femenina no había formado parte alguna de la política del gobierno pero, en 1919, el primer manifiesto fascista de San Sepolcro ya promete el voto femenino, por lo que las feministas se sumaron rápidamente a las fuerzas fascistas.


Ya en el poder, el fascismo cumple su promesa de "emancipación femenina" y en 1925 concede el voto a las mujeres. En diciembre del mismo año el fascismo inicia la primera reforma de la cuestión femenina con la creación del l’Omni, Opera Nazionale per la Maternità ed Infanzia para el apoyo a la madre y al niño y en 1927 se inicia la campaña por el incremento de los nacimientos, pero el primer esfuerzo serio por la creación de organizaciones de masas femeninas tuvo que esperar al inicio de los años treinta. Para lograr el deseo de las mujeres de identificarse y de servir a la comunidad nacional, el régimen inició un difícil equilibro en pos de la Modernización y la emancipación. Constreñidas -como los hombres- a abandonar la batalla por el sufragio femenino al eliminar la Nueva Italia el sistema electoral demoliberal partidocrático, después de 1925 las feministas volcarán sus esfuerzos en el voluntariado social y el activismo cultural, dando lugar a una nueva subcultura femenina de dimensiones nacionales. A esto vino a definirse como “sano femminismo” en contraposición al “vano femminismo”.

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Las feministas fueron como colectivo, las más entusiastas del fascismo ya que fueron muy pocas las feministas que se opusieron al mismo, principalmente comunistas. Estas fueron las menos pero precisamente son aquellas a las que la historiografía oficial ha querido presentar al público como prototipo de feminista italiana: la antifascista o comunista, nada más alejado de la realidad.


El fascismo dio vida a una política maternalista de amplio espectro: criminalización del aborto, protección y garantías a la maternidad, préstamos para matrimonios y recién nacidos, preferencias en la carrera laboral para los padres de familias numerosas, instituciones de asistencia sanitaria y social para la familia y la infancia. Ciertamente no se trata del feminismo anglosajón de Maria Stopes y Margaret Sangers sino del feminismo fascista. Nada tiene que ver con las campañas de reparto de preservativos o el aborto libre y gratuito del feminismo anglosajón o marxista de exportación. Margaret Sanger, recordemos, hacía circular el dinero de los Rockefeller y de los McCormick en dirección de Gregory Pincus, para sus investigaciones sobre la “píldora”.

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Este “sano feminismo” lo encontramos en su cúspide interpretado por Laura Cabrini Casartelli:

Eran el verdadero amor a la Patria, un amplio humanismo y un vivo sentimiento social por que la mujer simpatizara con el programa fascista de valoración de la victoria y la exaltación de la guerra nacional.




Sin embargo, el feminismo fascista, a diferencia del feminismo marxista, no pretende alejar a las mujeres de la maternidad ni hacerlas competir con el hombre equiparándolas en el ejercicio de los roles masculinos. El feminismo fascista no fue pro abortista, ni enemigo de la institución familiar ni aliado de la homosexualidad y por lo tanto no puede calificarse de "liberador" desde el punto de vista del marxismo y la escuela de Frankfurt. Por tanto, este feminismo de carácter latino no llegó a cuajar dentro del movimiento feminista global tal como lo conocemos hoy en día, tanto por la derrota del fascismo en el campo de batalla como por el mayor empuje del feminismo anglosajón, el cual conduciría junto al feminismo marxista de exportación al feminismo de post-guerra o de género.


Esta política maternalista del fascismo es considerada hoy como un oprobio para la mujer conforme al ideario concebido por las líderes feministas liberales y marxistas.

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