El historiador alemán Joachim C. Fest, otra
bestia negra del sionista Vidal.
Estamos señalando, como se ve, la dirección de un camino, una hoja de ruta, que no nos obliga a enzarzarnos, de buenas a primeras, en la cruenta guerra de desgaste del negacionismo de Auschwitz, cuyas conexiones con el neofascismo, aunque a menudo exageradas, no dejan de ser ciertas en demasiados casos. Pero este camino no sólo ha de resultar transitable, sino, de alguna manera, necesario, exigido por la propia lógica de la historia de Europa. Al hablar de filosofía crítica, agnosticismo activo e izquierda nacional es necesario contextualizar la circunstancia en la que nos encontramos; sólo ésta permite otorgar su verdadero sentido a tales conceptos y directrices de acción. Ya no se trata únicamente de una crisis del discurso relativo a Auchwitz provocada por décadas de lucha revisionista en internet, con decenas de héroes y caídos que han sacrificado su profesión, su salud y hasta su vida por la causa europea; es que la crisis económica y la crisis de legitimación de las instituciones provocada por la corrupción política, la asfixiante y desvergonzada tiranía de la alta finanza y el consiguientedesmantelamiento oligárquico galopante de hasta las meras apariencias de una democracia social, generan por sí mismos el terreno más receptivo y fértil para el discurso crítico del agnosticismo activo y, por ende, para la acción política de la izquierda nacional. Será el éxito político, primero local, luego regional y finalmente estatal, el que posibilite el acceso a las instituciones académicas cuya revisión de la historia contemporánea pondrá fin a las manipulaciones entorno al holocausto. Tras el desenmascaramiento de aquéllas, no se hará esperar el desmoronamiento del poder de la oligarquía, expulsado al otro lado del Atlántico si, como creemos, es Europa la primera región del planeta que hace suya, como forma de vida, la Gran Verdad de la Finitud, fruto granado de dos mil años de pensamiento filosófico.
El tiempo está cerca. El año 2012 puede ser decisivo en esta lucha que habrá de refundar la cultura europea y arrastrar consigo, junto a Auschwitz, el otro gran mito del sepulcro vacío, tradición profética y mesiánica judeocristianaque escóndese en el germen de la decadente sociedad de consumo actual en tanto que mera secularización judía del reino del Dios Yahvé. Esa promesa falaz, que permitió hace milenios implantar el fraude consciente de un estafador hebreo, Saulo de Tarso, en las tierras griegas paganas y gentiles de la filosofía, la ciencia y la razón, arrancando de raíz el espíritu trágico-heroico de la gran tradición indoeuropea; que engañó a los pueblos con imágenes estupefacientes de "felicidad" en el "más allá" y otras fábulas de las que el holocausto no es más que la oscura contraparte infernal, asimismo secularizada en forma de ideología política antifascista, esta doctrina fuente de todas nuestras desgracias universalistas, sostengo, debe caer también con la Shoah, el imperialismo yanqui y el Estado de Israel.
Todos aquellos europeos de espíritu que, en el mundo, puedan y quieran aportar sus fuerzas a la batalla, deben hacerlo ahora: no habrá una segunda oportunidad para nuestra causa. El agnosticismo activo respecto de la historia del holocausto responde también, por otro lado, a la pregunta: ¿cómo sería posible la revolución hoy? Parece evidente que, por una simple cuestión material, las revoluciones violentas están condenadas al fracaso. Los medios tecnológicos con que cuenta la oligarquía son de una capacidad destructiva tan aplastante, que la añeja fórmula romántica "el pueblo unido jamás será vencido", entendiendo por tal el irresistible peso casi físico de la mayoría, ya no puede considerarse más que una añoranza poética del pasado. Sin embargo, en contrapartida, hay que decir que el sistema oligárquico no gobierna por la fuerza, sino mediante la manipulación y que, en este sentido, depende de la creencia subjetiva masiva en la existencia de una legitimidad democrática. El sistema oligárquico no puede utilizar así, contra la gente, de manera indiscriminada, el poder de que dispone sin deslegitimarse de forma automática. El sistema reprime y silencia a los disidentes, ensordeciendo además esta represión, pero debe renunciar a regañadientes a aplicar semejante estrategia a gran escala, por lo menos en los países centrales (otra cosa es Bagdad o Gaza). En consecuencia, tanto de un lado como de otro, la victoria y la derrota se deciden en el terreno de lo simbólico, es decir, dela ideología.
César Vidal, propagandista sionista.
El tiempo está cerca. El año 2012 puede ser decisivo en esta lucha que habrá de refundar la cultura europea y arrastrar consigo, junto a Auschwitz, el otro gran mito del sepulcro vacío, tradición profética y mesiánica judeocristianaque escóndese en el germen de la decadente sociedad de consumo actual en tanto que mera secularización judía del reino del Dios Yahvé. Esa promesa falaz, que permitió hace milenios implantar el fraude consciente de un estafador hebreo, Saulo de Tarso, en las tierras griegas paganas y gentiles de la filosofía, la ciencia y la razón, arrancando de raíz el espíritu trágico-heroico de la gran tradición indoeuropea; que engañó a los pueblos con imágenes estupefacientes de "felicidad" en el "más allá" y otras fábulas de las que el holocausto no es más que la oscura contraparte infernal, asimismo secularizada en forma de ideología política antifascista, esta doctrina fuente de todas nuestras desgracias universalistas, sostengo, debe caer también con la Shoah, el imperialismo yanqui y el Estado de Israel.
Todos aquellos europeos de espíritu que, en el mundo, puedan y quieran aportar sus fuerzas a la batalla, deben hacerlo ahora: no habrá una segunda oportunidad para nuestra causa. El agnosticismo activo respecto de la historia del holocausto responde también, por otro lado, a la pregunta: ¿cómo sería posible la revolución hoy? Parece evidente que, por una simple cuestión material, las revoluciones violentas están condenadas al fracaso. Los medios tecnológicos con que cuenta la oligarquía son de una capacidad destructiva tan aplastante, que la añeja fórmula romántica "el pueblo unido jamás será vencido", entendiendo por tal el irresistible peso casi físico de la mayoría, ya no puede considerarse más que una añoranza poética del pasado. Sin embargo, en contrapartida, hay que decir que el sistema oligárquico no gobierna por la fuerza, sino mediante la manipulación y que, en este sentido, depende de la creencia subjetiva masiva en la existencia de una legitimidad democrática. El sistema oligárquico no puede utilizar así, contra la gente, de manera indiscriminada, el poder de que dispone sin deslegitimarse de forma automática. El sistema reprime y silencia a los disidentes, ensordeciendo además esta represión, pero debe renunciar a regañadientes a aplicar semejante estrategia a gran escala, por lo menos en los países centrales (otra cosa es Bagdad o Gaza). En consecuencia, tanto de un lado como de otro, la victoria y la derrota se deciden en el terreno de lo simbólico, es decir, dela ideología.
César Vidal, propagandista sionista.
La victoria sobre el sistema oligárquico sólo puede ser incruenta y debe aceptar pues, como premisa metódica, la prohibición de derramar una sola gota se sangre aunque no cabe duda de que el sistema ya está utilizando los asesinatos selectivos para eliminar a sus críticos, la merecida respuesta popular sería calificada de "terrorismo" y abortada sin contemplaciones. ¿Existe, por tanto, alguna vía estratégica para la revolución? A mi entender, sin duda la hay, a saber: la revolución pacífica por excelencia es la negación de la narración oficial del holocausto. La falsación rigurosa de este mito oficial y la caída de la oligarquía señalan el haz y el envés de un único proceso de transformación histórica. Y a la inversa: no hay derrota de la oligarquía si se perpetúa, de una u otra manera, el mito de Auschwitz y la ideología antifascista o su lenguaje y hasta su jerga vulgar. Fuente : ENSPO
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