lunes, 24 de junio de 2013

El derecho a dudar...

Abordar el cuestionamiento del tema central de la Shoah -los 6 millones y las cámaras de gas- de manera frontal,es casi una odisea.. el motivo es que resulta imposible criticar el antifascismo sin caer en la trampa simbólica de la identificación automática con el neofascismo. Tanto la fábula de Auschwitz como la jerga antifascista deben ser rodeados por los flancos poniendo en primer plano los genocidios, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad perpetrados por los vencedores.Sólo entonces, el postulado en que se sustenta el antifascismo y, por tanto, el relato fraudulento u obscenamente exagerado sobre "Auschwitz", caeria por su propio peso. En cambio, el cuestionamiento lineal y monotemático del antifascismo nos condena a soportar el estigma defascistas y, una vez más, a embarrancarnos y enlodarnos en las eternas escaramuzas defensivas de los negacionistas.                                   El sionismo no puede ser derrotado mientras los críticos deban defenderse y ocupar todas sus fuerzas en una exculpación frente a la imputación "demoníaco-inquisitorial" de ser fascistas. Y ya sabemos que esa difamación recae incluso sobre personas como Chomsky, que no han dicho nunca ni una sola palabra respecto del plan Kaufman-Morgenthau de exterminio del pueblo alemán, por poner un ejemplo. La victoria sobre el adversario oligárquico sólo se producirá pordeslegitimación política cuando éste sufra un ataque simbólico discursivo de carácter plenamente democrático que ponga en flagrante contradicción los propios discursos jurídicos humanitarios del sistema, por un lado, y la realidad impune de los crímenes de masas que ha perpetrado, por otro. La red es el punto de partida de esta revolución. Y ello sin que se nombre para nada a Auschwitz o al fascismo, lo que de alguna manera desautoriza realizar esta tarea. Pero alguien totalmente limpio de polvo y paja puede poner en marcha el proyecto del agnosticismo activo. En cualquier caso, mientras ese alguien no aparezca, nosotros mismos estamos ya volis nolis en el quehacer de desafiar al poder desde la izquierda y los derechos humanos, es decir, desde valores como la verdad racional, la justicia social y la libertad democrática, signos que el sistema oligárquico no puede negar sin abjurar de sus propios fundamentos, pero que no puede tampoco lógicamente afirmar mientras atentacontra la libertad de expresión y mantiene simultáneamente en una vergonzante impunidad los crímenes de masas más horrendos que la historia registra..                 La única esperanza del sistema oligárquico, que también hace aguas por otras brechas, es expulsar dichos crímenes de masas fuera de la conciencia y de la visibilidad públicas todo el tiempo que le sea ya posible.Para ello cuenta con la inestimable colaboración de los medios de comunicación, de los políticos profesionales y de una intelectualidad cobarde, mentirosa, corrupta y adicta a las delicias del pesebre institucional. Nuestra guerra es ésta: romper el cerco de silenciamiento represivo contra la verdad, hacer llegar, en discursos intermedios ubicados entre la ciencia/filosofía y el periodismo un mensaje de duda razonable a la mayoría de los ciudadanos, generando a la par estructuras asociativas, políticas, sindicales y culturales que nos permitan emplazar nuestros "cañones" meramente infomativos en el espacio de una neo izquierda ilustrada de carácter patriótico, socialista y nacional-popular. Para demoler la narración oficial sobre el holocausto, hito histórico que pondrá fin pacíficamente a la dominación de la oligarquía sionista, es necesario olvidarse, por tanto, durante cierto tiempo, del propio holocausto, así como del "fascismo".Hay que rehuir también, consecuentemente, y en este caso ya para siempre, a la extrema derecha en todas sus formas: católica, racial, identitaria, franquista, franco-falangista... Es menester institucionalizar un espacio social y simbólico nuevo, al que hemos denominado la izquierda nacional. Un lugar erigido sobre los pilares de los derechos humanos, la defensa de la democracia, la justicia social y, más importante todavía porque es este aspecto aparentemente insignificante el que lo cambia todo la verdad racional. Será, en efecto, el signo de la verdad racional, silenciosamente contrapuesto a la "felicidad del mayor número", el que nos permitirá transitar de la izquierda internacionalista marxista a la izquierda nacional heideggeriana. Se trata de algo tan radical, tan profundo en su trascendencia, que podría sustraerse a la vista de un contemplador superficial desconocedor de la filosofía. Pero en dicha apelación a la verdad racional resta marcada, de manera definitiva, la diferencia entre los heterodoxos carne de la represión sistémica y los agnósticos activos, quienes hemos dejado atrás el fascismo experimentándolo hasta el final sin tener, por tanto, que disimular un doble lenguaje.

El historiador alemán Joachim C. Fest, otra
bestia negra del sionista Vidal.
Estamos señalando, como se ve, la dirección de un camino, una hoja de ruta, que no nos obliga a enzarzarnos, de buenas a primeras, en la cruenta guerra de desgaste del negacionismo de Auschwitz, cuyas conexiones con el neofascismo, aunque a menudo exageradas, no dejan de ser ciertas en demasiados casos. Pero este camino no sólo ha de resultar transitable, sino, de alguna manera, necesario, exigido por la propia lógica de la historia de Europa. Al hablar de filosofía crítica, agnosticismo activo e izquierda nacional es necesario contextualizar la circunstancia en la que nos encontramos; sólo ésta permite otorgar su verdadero sentido a tales conceptos y directrices de acción. Ya no se trata únicamente de una crisis del discurso relativo a Auchwitz provocada por décadas de lucha revisionista en internet, con decenas de héroes y caídos que han sacrificado su profesión, su salud y hasta su vida por la causa europea; es que la crisis económica y la crisis de legitimación de las instituciones provocada por la corrupción política, la asfixiante y desvergonzada tiranía de la alta finanza y el consiguientedesmantelamiento oligárquico galopante de hasta las meras apariencias de una democracia social, generan por sí mismos el terreno más receptivo y fértil para el discurso crítico del agnosticismo activo y, por ende, para la acción política de la izquierda nacional. Será el éxito político, primero local, luego regional y finalmente estatal, el que posibilite el acceso a las instituciones académicas cuya revisión de la historia contemporánea pondrá fin a las manipulaciones entorno al holocausto. Tras el desenmascaramiento de aquéllas, no se hará esperar el desmoronamiento del poder de la oligarquía, expulsado al otro lado del Atlántico si, como creemos, es Europa la primera región del planeta que hace suya, como forma de vida, la Gran Verdad de la Finitud, fruto granado de dos mil años de pensamiento filosófico.


El tiempo está cerca. El año 2012 puede ser decisivo en esta lucha que habrá de refundar la cultura europea y arrastrar consigo, junto a Auschwitz, el otro gran mito del sepulcro vacío, tradición profética y mesiánica judeocristianaque escóndese en el germen de la decadente sociedad de consumo actual en tanto que mera secularización judía del reino del Dios Yahvé. Esa promesa falaz, que permitió hace milenios implantar el fraude consciente de un estafador hebreo, Saulo de Tarso, en las tierras griegas paganas y gentiles de la filosofía, la ciencia y la razón, arrancando de raíz el espíritu trágico-heroico de la gran tradición indoeuropea; que engañó a los pueblos con imágenes estupefacientes de "felicidad" en el "más allá" y otras fábulas de las que el holocausto no es más que la oscura contraparte infernal, asimismo secularizada en forma de ideología política antifascista, esta doctrina fuente de todas nuestras desgracias universalistas, sostengo, debe caer también con la Shoah, el imperialismo yanqui y el Estado de Israel.

Todos aquellos europeos de espíritu que, en el mundo, puedan y quieran aportar sus fuerzas a la batalla, deben hacerlo ahora: no habrá una segunda oportunidad para nuestra causa
.        El agnosticismo activo respecto de la historia del holocausto responde también, por otro lado, a la pregunta: ¿cómo sería posible la revolución hoy? Parece evidente que, por una simple cuestión material, las revoluciones violentas están condenadas al fracaso. Los medios tecnológicos con que cuenta la oligarquía son de una capacidad destructiva tan aplastante, que la añeja fórmula romántica "el pueblo unido jamás será vencido", entendiendo por tal el irresistible peso casi físico de la mayoría, ya no puede considerarse más que una añoranza poética del pasado. Sin embargo, en contrapartida, hay que decir que el sistema oligárquico no gobierna por la fuerza, sino mediante la manipulación y que, en este sentido, depende de la creencia subjetiva masiva en la existencia de una legitimidad democrática. El sistema oligárquico no puede utilizar así, contra la gente, de manera indiscriminada, el poder de que dispone sin deslegitimarse de forma automática. El sistema reprime y silencia a los disidentes, ensordeciendo además esta represión, pero debe renunciar a regañadientes a aplicar semejante estrategia a gran escala, por lo menos en los países centrales (otra cosa es Bagdad o Gaza). En consecuencia, tanto de un lado como de otro, la victoria y la derrota se deciden en el terreno de lo simbólico, es decir, dela ideología.

César Vidal, propagandista sionista.
La victoria sobre el sistema oligárquico sólo puede ser incruenta y debe aceptar pues, como premisa metódica, la prohibición de derramar una sola gota se sangre aunque no cabe duda de que el sistema ya está utilizando los asesinatos selectivos para eliminar a sus críticos, la merecida respuesta popular sería calificada de "terrorismo" y abortada sin contemplaciones. ¿Existe, por tanto, alguna vía estratégica para la revolución? A mi entender, sin duda la hay, a saber: la revolución pacífica por excelencia es la negación de la narración oficial del holocausto. La falsación rigurosa de este mito oficial y la caída de la oligarquía señalan el haz y el envés de un único proceso de transformación histórica. Y a la inversa: no hay derrota de la oligarquía si se perpetúa, de una u otra manera, el mito de Auschwitz y la ideología antifascista o su lenguaje y hasta su jerga vulgar.                            Fuente : ENSPO

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