Si podemos motivar a las mujeres a ir detrás de los beneficios materiales, dejarán de tener hijos.
Si introducimos una sociedad que devalúe la vida humana y sacamos a la humanidad de su altar como ser privilegiado del planeta, entonces podremos llevarlo a nuestra sociedad controlada como población útil.
Russell dijo:
Al construir una sociedad narcisista en donde todos están preocupados por sí mismos, la población no se levantará por nada ni nadie; y así el gobierno dominará a cada individuo directamente.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, comienza una escalada de ataques a la estructura social y familiar de todo el mundo, con periódicas revoluciones culturales y tecnológicas que arrasarán los resquicios de sustratos culturales genuinos. Apriétense los machos.
Devastación de la mujer; actualización secular del arquetipo femenino: Galton, Wells, Huxley, Russell (todos ellos hombres)… todos hicieron explícito identificar a la familia tradicional como el enemigo a batir en su sociedad ideal. Si meditamos en ello es lógico que no haya nada más temible para los globalistas que la capacidad de amor, protección y ternura innatas en toda mujer. Si la fuerza política quiere adoctrinar a las nuevas generaciones, saben que tienen que:
a) aniquilar a las madres.
b) convertir a las madres en estériles repetidores de propaganda. ¿Qué hicieron? Hicieron ambas cosas.
Otro instrumento para desvirilizar al hombre moderno e incapacitarlo de cara a la formación de una familia ha sido el erotismo. La psicología conductivista aplicada a las masas sabe que un varón bombardeado con estímulos eróticos constantes, acaba acostumbrándose al contenido erótico de tal forma que su libido queda desvigorizada y reducida a lo estrictamente biológico-genital. Algunos lectores jóvenes se sorprenderán, pero así es: cuanto más derroche de energía sexual, menos virilidad. Más claro: cuanta más pornografía, menos fuerza viril.
Existe una palabra clave en el conductivismo de masas: “crisis”. ¿Cuál es la época más crítica de todo ser humano? La adolescencia. Por ello, se busca prolongar la adolescencia de la población en sendos límites para prefabricar una sociedad global infantil, inmadura, descentrada, irreflexiva, dispersa, distraída y maleable. En civilizaciones normales, la adolescencia era un corto y natural lapso de tiempo, uno o dos años, a los 15 ó 16 años que precedía a las responsabilidades de la vida adulta. Tras cien años de trabajo de los think-tank globalistas, la adolescencia es un amorfo tiempo extendido desde los diez años hasta unos indeterminados treinta y tantos o incluso más. Saben que la mejor forma de garantizar la erradicación de relaciones interpersonales profundas es instigar a tener varios compañeros sexuales durante los críticos años de la adolescencia.
Saben que la promiscuidad asegura en la sociedad la incapacidad de aceptar un compromiso amoroso como base para la formación de una estructura familiar. Saben cómo demoler una estructura social sana, porque llevan siglos estudiándolo. A través del massmedia se sexualizó a los pre-púber y se prolongó el infantilismo en edades avanzadas, tal y como el Dr. Trist teorizó hablando de lo deseable que era lo que él llamó “adolescencia perpetua”. ¿Por qué hacer de la población mundial una masa eternamente adolescente? El adolescente es un consumidor nato. El adolescente gasta más. El adolescente es pusilánime. Y sobre todo: el adolescente no es ni un niño ni un adulto; es decir, es completamente dependiente y, al mismo tiempo, es incapaz de formar una estructura familiar independiente. Abrid los ojos y mirad a vuestro alrededor.