miércoles, 20 de julio de 2016

El Arsenal de la represión



Para ocultar que se trata de leyes al servicio exclusivo de la juderia organizada, se inventaron varios disfraces.

Se habla de racismo, de crímenes contra la humanidad, de genocidios, de xenofobia. El resultado es que en Europa muy pocos se atreven a publicar ciertas opiniones que choquen con el sistema.


Las leyes mordaza se instalaron después del éxito de los revisionistas en desenmascarar el fraude del Holocuento en los años 80. Ante la incapacidad de responder a los argumentos revisionistas con un debate científico, las organizaciones judías reclamaron restricciones de derechos humanos en su favor que ningún otro grupo ni habría soñado osar pedir.

Por el momento ciertos temas están esencialmente relacionados con la Segunda Guerra Mundial y al nacionalsocialismo. Pero el camino ya esta preparado para que se añadan otros.

Por ejemplo, criticar las virtudes de la inmigración, la sociedad multicultural, vincularla con delincuencia, ya se considera como xenofobia y se castigará como racismo.
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Criticar al estado colonialista de Israel, señalar sus matanzas, demostrar su terrorismo, se castigará como anti-semitismo y difamación de la memoria de los famosos 6 millones de pastillas de jabón.

Todavía se permite dudar de los beneficios de la globalización y del Nuevo Orden Mundial, de tener opiniones divergentes en áreas de ecología o biología, pero no se sabe hasta cuando…

Los métodos de la represión en nuestras democracias tienen nada que enviar a las dictaduras clásicas. Y como en las dictaduras, la mayoría borreguil esta mirando a otro lado.
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Para contestar dogmas históricos oficiales, verbalmente o por escrito – sin actos de violencia y sin llamar a tales actos – las democracias occidentales prevén sanciones hasta 5 años de prisión.

El sistema de multas y costos adicionales por delitos de opinion es complicado. En Francia, por ejemplo, a la multa y las costas judiciales se añaden regularmente tributos a partes civiles y la obligación de publicar el fallo.

En Alemania el gobierno llama públicamente a denunciar las actividades de extrema derecha y en un informe se está ufanando del éxito:… en solo 3 meses llegaron mas de 8.000 denuncias, confirmando, que el ciudadano aceptó esta acción.
En Francia no hace falta que el gobierno llame a la denuncia. Hay una multitud de organizaciones que se encargan de eso.
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No falta nada para comparar la represión democrática con su hermano mayor en los mejores tiempos de la Unión Soviética. En Alemania había propuestas de someter los que niegan el holocuento a exámenes psiquiátricos.

Como las ideas revisionistas salen generalmente del ámbito universitario, los enemigos de la libertad intelectual sacan un arma particularmente pérfido: la revocación de títulos académicos. Otra vez es Alemania que lidera el movimiento. La otrora famosa universidad de Göttingen revocó en 1982 un titulo obtenido en 1952 por publicar en 1979 un libro revisionista. En Francia varios títulos académicos han sido revocados, e incluso lo intentaron en España.

Profesores desviándose de la tesis oficial, investigadores investigando temas tabús o jueces clementes contra herejes se trasladen a puestos de menor importancia o se jubilan.

Prohibición de entrada. ¿Como se puede negar a un inglés la entrada en Canadá, a un australiano en Austria, a un francés la entrada en Alemania?

¿Terrorista? No, será arrestado.¿Mafioso, delincuente? Pasará sin ser molestado.
No tiene pasaporte ? ¡Fácil, Pedirá asilo! No, la entrada en una democracia occidental con documentos validos de otra, se niega a los que niegan el dogma oficial. 

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El historiador David Irving, por ejemplo, casi no se puede mover en los países de libre movimiento de personas y mercancías: prohibida la entrada en Canadá, Alemania, Austria, Italia, Australia, Nueva Zelanda y África del Sur. La Unión Europea es particularmente represiva. El australiano Frederick Toeben no puede entrar en los países de la UE por delitos de opinion y el español Pedro Varela ha pagado con quince meses de cárcel su osadía.

Las democracias libres también prohíben a sus súbditos de salir del país, como en los tiempos más lúgubres del comunismo. Un caso reciente es el del abogado alemán Horst Mahler.

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