sábado, 13 de diciembre de 2014

La Damnatio Memoriae del Nacionalsocialismo

Un nacionalsocialista se convierte en alguien estigmatizado para siempre, mientras que el hecho de haber sido comunista no acarrea ninguna pérdida de prestigio ni de status social, incluso para quienes nunca han expresado arrepentimiento alguno. La menor vinculación, real o supuesta, con una ideología de la que se supone, con o sin razón, que tenga la más remota relación con el nacionalsocialismo, constituye una marca de infamia que acarrea la denuncia y la exclusión. Un escritor del colaboracionismo francés de la Segunda Guerra forma parte para siempre de los "malditos", pero a un escritor o a un artista estalinista no se le niega ningún homenaje a causa de su estalinismo. Se podrían dar incontables ejemplos de esto. diferencia de trato, la misma afecta tanto a los hombres como a las ideas, también pesa sobre el panorama político, el nacionalismo es corrientemente asimilado al Fascismo, el cual es a su vez asimilado al nacionalsocialismo, mientras que el socialismo nunca es considerado como potencialmente estalinianista. La Derecha siempre es sospechosa de fascismo, mientras que el comunismo, pese a sus errores, se supone que pertenece a las fuerzas de progreso. La puesta en venta de un libro nacionalsocialista suscita vehementes protestas y cae sobre él el peso de la ley, mientras que la venta de un libro comunista no suscita ningún comentario particular. No se le perdonaría a un escritor fascista haber redactado un himno a la gloria de la Gestapo cosa que, por lo demás, nunca sucedió, pero que Louis Aragon haya podido cantar las virtudes del GPU, Directorio Político Estatal soviético, o que Pablo Neruda se haya extasiado alabando a Stalin nunca ha dañado en lo más mínimo a su reputación. Se hacen burlas del anti-comunismo primario y se alaba a los comunistas porque, al menos, combatieron a Hitler, pero a nadie se le pasaría por la cabeza ironizar sobre el anti-nazismo primario, ni alabar a los nacionalsocialistas por haber combatido al menos a Stalin. Se califica al estalinismo de desviación del ideal comunista, mientras que a nadie se le ocurre ver en el nacionalsocialismo una desviación del ideal fascista. Se tenía derecho a equivocarse sobre el comunismo, pero no sobre el nacionalsocialismo *. En suma, cualquier compromiso con el nacionalsocialismo desacredita absolutamente, mientras que los compromisos con el comunismo siguen siendo considerados faltas comunes y veniales. No sólo la denuncia del nacionalsocialismo sobrepasa a la del comunismo, sino que tiende paradójicamente a incrementarse conforme va pasando el tiempo. Más de cincuenta años después de la caída del Tercer Reich, los crímenes nacionalsocialistas, no los crímenes comunistas, son objeto de una ininterrumpida avalancha de libros, películas, emisiones de radio y televisión. La damnatio memoriæ [condenación del recuerdo] del nacionalsocialismo —enfatiza Alain Besançon—, lejos de conocer la menor prescripción, parece agravarse de día en día. Más de medio siglo después de su muerte, Hitler prosigue una brillante carrera en los medios de comunicación, mientras que Stalin ya está casi olvidado. En 1989 el sistema comunista se desmoronó por sí solo ante los asombrados ojos de quienes, pocos meses antes todavía, aseguraban que el bloque soviético era más poderoso que nunca y que el Ejército Rojo se preparaba a invadir Europa Occidental . Esta implosión, cuyas circunstancias exactas nunca han sido hasta ahora seriamente estudiadas, se produjo sin acarrear ningún gran cuestionamiento entre la opinión. No sólo no se ha llevado en ningún sitio a los antiguos dirigentes ante los tribunales, sino que casi en todas partes salvo en Alemania y en la República Checa se les ha autorizado a proseguir, bajo una u otra etiqueta, su carrera política, habiendo incluso conseguido a veces regresar al poder. En Austria, el ex presidente Kurt Waldheim, antiguo Secretario General de la ONU, sufrió por el contrario un general ostracismo cuando se descubrió su pasado nacionalsocialista. Esta amnistía de hecho no ha suscitado en Occidente ninguna protesta ni ninguna sorpresa especial. Nadie piensa en convertir en museos los antiguos campos soviéticos, ni siquiera en alzar monumentos a las víctimas del terror estaliniano. En Francia, donde un partido nacionalsocialista sería prohibido de inmediato, nadie duda de la legitimidad y hasta de la honorabilidad del Partido Comunista, antiguamente financiado por Stalin y que se mantuvo durante casi medio siglo a las órdenes de Moscú, y ello a pesar de todo lo que hoy se sabe sobre su pasado en la Komintern. Cuando la Derecha le criticó a Lionel Jospin su alianza con dicho partido, él incluso se declaró orgulloso de contar con ministros comunistas en su gobierno. Mientras que ningún fascista francés se ha designado nunca a sí mismo como «hitleriano», los dirigentes del PCF, en cambio, se han glorificado durante mucho tiempo de ser estalinianos. En el pasado, a los anti-fascistas siempre se les creyó de inmediato, mientras que quienes denunciaban el comunismo eran considerados a menudo como fabuladores o espíritus partidistas. El 13 de Noviembre de 1947, después de que Victor Kravchenko hubiera desvelado, en Yo Escogí la Libertad, la realidad del sistema soviético de campos de concentración, el periódico comunista Les Lettres Françaises lo trató inmediatamente de falsificador y de borracho. Ello dio lugar a un juicio por calumnias, que tuvo lugar en París del 24 de Enero al 4 de Abril de 1949. Otro signo revelador: sólo cuando ha sido adoptado por antiguos comunistas decepcionados es cuando se ha empezado a considerar creíble el discurso anti-comunista. Sus pasados extravíos han sido considerados como una especie de garantía de su nueva lucidez, mientras que se sigue considerando sospechoso el hecho de haber sido lúcido desde un comienzo. Y, por lo demás, sólo se les consideró creíbles sobre la base del renombre adquirido en los tiempos de sus antiguos extravíos.


La situación, hoy, sólo ha evolucionado en parte. Dos años después de caído el muro de Berlín, Guy Sitbon todavía podía escribir: Finalmente, ¿es seguro que el comunismo tendrá que enrojecerse por su balance en Rusia, en el Imperio, o en China?. Resulta también significativa la forma en que los medios de comunicación han dado cuenta de la película que Jean-François Delassus y Thibaut d'Oiron [Hitler y Stalin. Amistades Peligrosas, canal FR-3, Nov.-Dic. 1991] han realizado sobre el pacto germano-soviético y el reparto de Polonia: pese a sus evidentes cualidades, se ha podido leer en L'Histoire que la película tendría el defecto de querer demostrar a toda costa que el sistema soviético es la mayor plaga que ha conocido nuestro siglo, efectuando una comparación entre los dos sistemas, el comunista y el nacionalsocialista, que va en detrimento de Stalin. En cuanto a los crímenes del comunismo, todavía se acostumbra frecuentemente a no calificarlos de tales. Jean Daniel escribe por ejemplo que el comunismo estaliniano recurrió a medios nacionalsocialistas, cuando sería probablemente más adecuado a la verdad histórica decir que es el nacionalsocialismo el que utilizó medios comunistas, puesto que fue desde la época de Lenin, y por su expreso mandato, cuando el comunismo se lanzó deliberadamente en la vía del crimen contra la Humanidad como medio de gobierno.

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