Un degenerado empleará sus brillantes facultades al servicio de algún magnífico objetivo como es la satisfacción de sus deseos más bajos y primitivos.
Ya en 1895, el médico y sociólogo húngaro doctor Max Nordau escribió acerca de la degeneración de la cultura y la filosofía como un síntoma de degeneración mental y moral, Nordau proporcionó una perspectiva sobre las revoluciones izquierdistas, dicha teoría postula que los valores de la civilización son una carga insoportable para el mentalmente subnormal, incluyendo a tipos que son tanto lo que podría ser popularmente llamado un genio desequilibrado como el criminal común.
De aquí que la "rebelión contra la civilización" sea racionalizada como una doctrina política para el derrocamiento del orden social, y el desencadenamiento de la depravación acumulada.
El doctor Nordau describió varios tipos de marginalidad social, que a menudo incluyen a los altamente inteligentes:
Un buen número de designaciones diferentes se ha encontrado para estas personas, los llaman los habitantes de la zona limítrofe, o sea, los moradores de la zona fronteriza entre la razón y la locura pronunciada, tambien les da el nombre de degenerados superiores.
En el desarrollo mental de los degenerados, nos encontramos con la misma irregularidad que hemos observado en su crecimiento físico. La asimetría de cara y de cráneo encuentra su contraparte, como debiera ser, en sus facultades mentales, algunas de estas últimas están completamente atrofiadas, y otras mórbidamente exageradas, aquello de lo cual carece casi todo degenerado es del sentido de moralidad y de lo que es correcto e incorrecto, para ellos no existe ninguna ley, ninguna decencia, ninguna modestia, a fin de satisfacer cualquier impulso momentáneo, o inclinación o capricho, ellos cometen delitos e infracciones con la mayor tranquilidad y auto-complacencia, y no entienden que otras personas puedan sentirse ofendidas.
Cuando este fenómeno está presente en un alto grado, hay, sin embargo, etapas inferiores en las cuales el degenerado no se compromete quizá a ningún acto que lo ponga a él en conflicto con el código penal, pero al menos afirma la legitimidad teórica del delito; busca, con una grandilocuencia que aparenta ser filosófica, demostrar que "bueno" y "malo", virtud y vicio, son distinciones arbitrarias; entra en éxtasis cuando se trata de malhechores y sus hechos; profesa descubrir bellezas en las cosas más bajas y más repulsivas, e intenta despertar el interés, y una supuesta "comprensión", hacia cada bestialidad.
Las dos raíces psicológicas de la locura moral, en todos sus grados de desarrollo, son, en primer lugar, el egoísmo ilimitado, y, en segundo lugar, la impulsividad, es decir, la incapacidad de resistir un impulso repentino orientado a cualquier hecho; y estas características también constituyen los principales estigmas intelectuales de los degenerados.
El degenerado no puede ser un genio. Una mente mal equilibrada no es capaz de las concepciones más altas, mientras que, por otra parte, uno se encuentra en la misma mente con rasgos de mezquindad y estrechez que son más chocantes aún a partir del hecho de que dichos rasgos coexisten con las cualidades más brillantes. En cuanto a su intelecto, ellos pueden lograr un alto grado de desarrollo, pero, desde un punto de vista moral, su existencia es completamente desquiciada...