Esta resistencia organizada requerirá una acción colectiva, un sentido de identidad grupal.
Todo esto requiere niveles razonablemente altos de confianza entre los miembros del grupo. Pero la misma diversidad a la que desean oponerse erosiona la confianza entre los grupos y hace que una mentalidad más colectivista sea cada vez más difícil de crear y mantener.
En cambio, la diversidad tendería a promover el individualismo atomizado, derivado de un sentimiento de desconfianza que minaría la fuerza de cualquier movimiento de resistencia organizado.
Por otro lado, un grupo ya individualista, con habilidades más débiles para participar en la acción colectiva, dicho grupo sería empujado hacia el individualismo atomizado radicalmente patológico por la diversidad, y perdería cualquier habilidad para la acción colectiva que previamente había poseído.
Los europeos tienen un nivel relativamente bajo de colectivismo, mientras que son altos en el individualismo.
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