domingo, 7 de julio de 2013
La bondad de Stalin y el falso progreso...
La fe progresista: Stalin detuvo a los nazis. Todas las atrocidades del dictador georgiano quedan de esta suerte convalidadas. Hacía falta algo tan brutal como el comunismo para derrotar a Hitler, el demonio, la bestia...Pero, ¿en qué se basa la idea de que el nazismo constituyó la encarnación del mal absoluto? En los 6 millones de judíos ?? supuestamente asesinados en cámaras de gas.? Sin embargo, antes de que empezara el holocuento en 1943, cuando Alemania invade Rusia año 1941, el régimen bolchevique ya había exterminado a 13 millones de personas. Auschwitz no existía todavía ni siquiera en la versión ya harto dudosa de la historia académica oficial.
Este razonamiento parte del supuesto de que el régimen nacionalsocialista representa el mal absoluto y el comunismo soviético, aunque "malo", ayudó de forma decisiva a "la victoria" ...de los banqueros, ostentando así una virtud. En suma: que Stalin fue al menos relativamente bueno. La "bondad" de Stalin y el mito del progreso. París era una fiesta, bla, bla, bla, bla.
La cantinela hipócrita de los seis millones y de las cámaras de gas, que no se nutre sólo del filón numérico sino del aspecto "cualitativo" del exterminio industrias de la muerte, etc, ha sido alegada como argumento narrativo para justificar la diabolización del régimen nacionalsocialista. Se trata de una imagen fácil que puede utilizarse tanto en la propaganda de masas cuanto en sesudos estudios académicos de historia contemporánea y antropología cultural. En realidad, el problema es otro. Si nuestros antifascistas fueran santones de los derechos humanos no habrían perpetrado, consentido u ocultado, hasta el día de hoy, crímenes de masas iguales o incluso mucho peores que los de sus adversarios fascistas.Y en cuanto al aspecto tecnológico del asesinato de civiles, nada hubo más sofisticado que la bomba de Hiroshima.
Los hechos posteriores confirman esta percepción: la derrota alemana, obtenida por una alianza mundial que encabezan Estados Unidos, el Imperio Británico y la URSS, desencadenó la expansión territorial del comunismo y,consiguientemente, la liquidación de 100 millones de personas como poco a manos de las autoridades marxista-leninistas en Rusia, China y otros países. ¿Progreso?
Si Hitler hubiera ganado, se habría evitado la muerte de 87 millones de personas. Obsérvese que el razonamiento es reversible y mucho más justificado en el caso de la "bondad relativa" de Hitler por una simple cuestión de cifras.Pero Occidente cree en el progreso, esa religión laica es su droga; debe pues promover la falacia de que la muerte de 87 millones de personas fue "mejor", en algún sentido racional y moral relevante, que la de 6 millones.Por una parte, se pretende que el fascismo en general carecía de ideología, era puro oportunismo táctico para la conquista y acrecentamiento del poder. Incluso historiadores antifascistas que osaron cuestionar este dogma han sido insultados.En la actualidad, la existencia de una doctrina, de unos valores, de unos "ideales" fascistas, es empero admitida ya -a regañadientes- por los académicos del sistema. Un segundo dogma es que el fascismo y usamos aquí el término en un sentido genérico, planteamiento también discutible o, al menos, sujeto a importantes matizaciones pertenece a la extrema derecha, a la "reacción" frente al "progreso". n suma, que el fascismo propugna un retorno al pasado anterior a la Revolución Francesa, ignorándose con ello fenómenos culturales tan importantes como el futurismo. La modernidad progresista, comunista y capitalista, tenía que aliarse así a escala planetaria, por un imperativo ideológico y casi de supervivencia, para destruir, en su germen, la construcción de un imperio alemán que habría operado como centro político de una cultura europea unificada y opuesta tanto a Occidente como a la Unión Soviética.En el caso de que el fascismo fuese una ideología plenamente vigente, nosotros nos proclamaríamos fascistas sin dudarlo ni un momento, pero la crítica del antifascismo lo es también de su ceguera para captar honestamente la realidad del fascismo, que incluye la evidencia de dicha contradicción interna de los antifascistas.El camino sigue siendo la alternativa moderna al capitalismo lo único que queda de la modernidad burguesa tras el colapso del comunismo y apunta a la verdad como valor ético, que el fascismo quiso hacer suyo. Es menester trascender, por una cuestión ideológica y filosófica intrínseca y no por el puro oportunismo de eludir la dura estigmatización que comporta declararse abiertamente "fascista", el modelo de modernidad antiburguesa acuñado por el fascismo y el nacionalsocialismo. Qué duda cabe, el enemigo seguirá calificándonos de "fascistas". No vamos a eludir el peso de esta inevitable carga.
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