lunes, 12 de septiembre de 2016

David Berkowitz “EL HIJO DE SAM” ¿Asesinatos rituales judíos?

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Entre julio de 1976 y julio de 1977 una seguidilla de horribles crímenes sacudieron la sociedad de Nueva York. Seis mujeres jóvenes fueron asesinadas de tiros en el cráneo y otras siete personas fueron heridas por unas actuaciones criminales sin motivos claros aparentes. 


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El asesino elegía a mujeres de raza blanca, especialmente de pelo largo y liso, fluidamente caído sobre el cuello, atacando de paso a quienes les acompañaran en sus vehículos, por lo general sus parejas. El psicópata judío tenía incluso la desfachatez de celebrar algunos de sus crímenes dejando cartas en las que se presentaba como "Soy un monstruo, soy el Hijo de Sam, adoro cazar" . Con este misterioso registro quedará conocido para la posterioridad él y su infamia.
 El término Sam es, además, el diminutivo inglés de Samuel, el profeta de Israel
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Los policías comenzaban a notar que los crímenes parecían tener una motivación ritualista y bien podrían tratarse de asesinatos rituales en una versión moderna, con balas como armas de sacrificio y la ciudad como escenario. Los peritajes demostraron que las balas encontradas eran de la misma arma, y el modus operandi era similar en todos los casos: el asesino se acercaba silenciosamente hasta el vehículo estacionado, en donde se encontraban las mujeres en compañía, y les disparaba de súbito con una potente arma, del tipo Magnum 44.

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El día 31 de julio, ya con 5 muertes en su haber, el Hijo de Sam ataca a una nueva pareja y comete otro asesinato, pero no sin antes permitir que algunos testigos lograran ver su vehículo, un Ford Galaxi, pista con la que la policía inicia la persecución final del terrorífico criminal. Y finalmente, el Hijo de Sam, el asesino que aterró a una ciudad habitualmente acostumbrada a la violencia, fue capturado…Se llamaba en realidad David Berkowitz; era un judío más bien joven, habitante local y miembro de una organización ocultista. Confesó sus crímenes casi al instante y asumió la responsabilidad de todas las muertes. A pesar de que la policía ya suponía de la existencia de un móvil ritual asociado a las razones delirantes de los crímenes, uno de sus primeros actos fue persuadir a Berkowitz para explicar las motivaciones que habría tenido para realizar los asesinatos que tanto pavor causaron entre al comunidad neoyorkina.

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Berkowitz explicó que se trataba de asesinatos satánicos, y que el culto al que pertenecía era, fundamentalmente, a una Iglesia satanista, mientras mezclaba su explicación con supuestos delirios esquizofrénicos, los mismo que le hacían oír voces del Diablo. Esta explicación coincidía con los perfiles psicopatológicos hechos por psiquiatras y criminólogos antes de su captura, y dejó tan asombrada a la comunidad, que se archivó el caso como tal e incluso modernos admiradores de los asesinatos en serie, que se suponen como aficionados o cultos en temas de criminología, publican documentos en los que insisten en esta cuestionable idea satánica.
Sin embargo, con el pasar de los años, la impresión de que los crímenes rituales de Berkowitz hayan tenido una efectiva causa satánica parece cada vez menos sostenible, a pesar de la espectacularidad que pudiera tener. 

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La teoría satánica ha sido defendida en parte por la venta que tiene, hasta el punto de que a poco de ser capturado, se debió promulgar urgentemente una Ley que prohibiera a los asesinos usufructuar ganancias de la venta de sus historias criminales.


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Hoy en día, sin embargo, el recuerdo traumático del Hijo de Sam sigue generando rentables negocios que van desde producciones cinematográficas sobre el caso como “Summer of Sam” del director Spike Lee y en donde se hace una apología del actual Berkowitz, hasta algunos predicadores inescrupulosos que ha hecho toso un circo del supuesto arrepentimiento de Berkowitz y su conversión al cristianismo en la cárcel, en la que deberá permanecer de por vida por una condena de 360 años, una condena irrisoria si consideramos que la sociedad norteamericana ha llevado al patíbulo a asesinos mucho menos sádicos y múltiples que Berkowitz.


Mientras no exista una teoría sustancial sobre las verdaderas razones de Berkowitz para realizar sus crímenes de pistolero psicópata, la fantasía del esquizofrénico satanista seguirá siendo la única alternativa para explicar lo sucedido, a pesar de haberse demostrado en el juicio que Berkowitz era mentalmente sano y no el loco de remate que se suponía antes de su captura. Pero, ¿por qué conformarse con estas burdas explicaciones?. Indaguemos un poco…Berkowitz nació el 1 de junio de 1953 con el nombre de Richard David Falco . Su madre, Betty Broder Falco , nacida en 1914 y establecida en Brooklyn, había tenido una aventura con un hombre del que quedó embarazada y el cual rechazó al hijo. Así, fue puesto en adopción justo al nacer. Por años se ha tratado de dejar muy claro en los medios que el apellido judío de Berkowitz pertenecía a sus padres adoptivos, los judíos Nathan y Perla Berkowitz , del Bronx. Pero lo que pocas veces se dice es que su padre biológico, aquel que lo abandonó incluso antes de nacer, se llamaba Joseph Kleinman , y su desprecio al niño fue bastante oscuro en sus razones. Los Berkowitz invirtieron los nombres originales del niño y lo registraron como David Richard Berkowitz.
24 años más tarde, Berkowitz yacía ante la justicia explicando sus recientes asesinatos como sacrificios rituales. 

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Por ningún lado se supuso que los crímenes tuvieran algo que ver con asesinatos rituales históricamente realizados por su pueblo y el hecho de que los mismos fueran iniciados en el periodo cercano a las Fiestas Judías del Purim y del Passover, que antiguamente incluían sacrificios humanos. No obstante, las muy espectaculares pero poco sostenibles explicaciones de Berkowitz fueron creídas y aceptadas, quedando así sus crímenes disfrazados para siempre como satánicos.

Aquel año 1977 cumplía además con rasgos cabalísticos de la numerología judaica, regida absolutamente por la incidencia del número 6, mismo que cifra el número de puntas de su estrella religiosa. Así, 1977, descompuesto en 1+9+7+7=24, y 2+4=6. Además, fueron 6 las víctimas que resultaron asesinadas en sus crímenes y Berkowitz explicó que el nombre de “Sam” de su apodo, correspondía al de una siniestra divinidad de 6 mil años, según él.
Quizás la única gran traba de esta idea se encuentra en que la última de las víctimas era una muchacha de ascendencia judía, apellidada Moskowitz, y los judíos nunca realizan sacrificios de su propia gente en forma ritual, al menos no con adultos de su propio pueblo. 

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Sin embargo, debemos tener en cuenta que Berkowitz elegía a sus víctimas al azar, por lo que no fue raro que en una de estas rondas cobrara la vida de una judía, precisamente en la ciudad del mundo en que viven más judíos, como es Nueva York. A estas alturas, además, Berkowitz ya se había salido de todo control, animado en parte por la tremenda publicidad que había en torno a su anonimato y en la extraordinaria cobertura de sus primeros crímenes en los medios.
Por otro lado, en sus aterradoras cartas donde se presenta como el Hijo de Sam, el asesino hacía constante referencia sobre el hecho de que Sam, su “padre”, amaba beber sangre. Recuérdese que la sangre tiene una valor primario en estos rituales judíos del Purim o Passover, en donde era derramada dentro de frascos, bebida y hasta comida en galletas por los presentes, bajo la suposición de que, al ingerirla, se apropiaban de las fuerzas vitales del sacrificado. Lo mismo sucede en los sacrificios de animales del holocausto, en donde la criatura es desangrada entera por los judíos y luego quemada en ofrecimiento a su divinidad. Este tipo de ritos dio origen a la leyenda de los hombres vampiros, según se cree.
Berkowitz agregaba un impactante detalle en sus cartas, refiriéndose a sus víctimas que debían ser de preferencia jóvenes y que su sangre debía ser drenada, lo que coincide exactamente con los antiguos rituales de sacrificios humanos judíos, en donde la víctima debía ser un no judío joven que era desangrada completamente. 

Hasta épocas relativamente recientes, existen varios juicios llevados en Europa contra judíos que cometieron asesinatos rituales del mismo modo que se ha descrito, con víctimas jóvenes y desangramiento.

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En algún momento decidió escribirle también una macabra nota a Jimmy Breslin, un periodista y también judío del Daily News, diciendo: “Saludos desde las grietas en las aceras de Nueva york y de las hormigas que moran en estas grietas y se alimentan de la sangre seca del muerto, que se ha acumulado en las grietas… Saludos desde las alcantarillas de Nueva York, que se llenan con estiércol de perro, vómito, vino rancio, orina y sangre”.
Es inevitable asociar esa alusión de Berkowitz sobre “la sangre seca del muerto” , con la costumbre del ritual judío del Passover, en donde los presentes comían un pan ázimo especialmente preparado para la ceremonia con sangre seca, reducida a polvo y mezclada con la masa, la que era obtenida de los sacrificios humanos, generalmente de gente joven. 

Casi en tono de confidencia, el asesino declaraba a Breslin que “Sam es un muchacho sediento. No permitirá que pare de matar hasta que sacie su sed se sangre…”
Berkowitz, ya detenido, decía se miembro de una oscura agrupación llamada “La Iglesia del Proceso”. De ahí habrían sido motivados sus asesinatos-sacrificios y eso confirmaba en parte la sospecha de los policías de que en los crímenes rituales habían trabajado más de una persona a la vez, aunque finalmente se determinara que se actuó sólo, aunque esto no dejó contentos a todos los que seguían el caso. 

Se supone entonces que Berkowitz era sólo un observante de la Iglesia del Proceso, y que no tomó parte en la totalidad de las matanzas rituales que se le imputaban.

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Sin embargo, la Iglesia fue incorrectamente descrita como de tipo satánica; era, de hecho, una secta cristiana, con alusiones al Apocalipsis y al Juicio Final muy recurrentes, y profundamente mesiánica, corriente que sabemos enraizada con el judaísmo y que por ahí pudo tentar las simpatías de Berkowitz, si es que realmente la organización a la que se sospechaba que pertenecía era esta y no otra más oscura. El cuento de Berkowitz y su Iglesia podía estar además inspirado en los famosos asesinatos de Charles Manson y la “Iglesia Final”, a principios de esa misma década, que popularizaron en la impresionada sociedad americana las historias de modernos crímenes rituales y de organizaciones supuestamente satánicas.
Sin embargo, persiste hasta nuestros días la hipótesis de que Berkowitz si actuaba como parte de algún culto, muy distinto al cristiano, y que pertenecía a alguna agrupación secreta desde donde surgió de un asesino involucrado en la ola de asesinatos de 1977. Esta teoría se basa, principalmente, en el hecho de que los retratos hablados son muy distintos entre sí y del aspecto físico de Berkowitz, aunque sí semejan en un sorprendente detalle: en todos ellos, los rostros presentan rasgos que podríamos interpretar como judaicos: nariz predominante, forma de los labios y las cejas arqueadas, etc.


Por otro lado, es públicamente sabido que la teoría del asesino solitario no dejó contentos a muchos de los detectives de Nueva York, que pensaban que Berkowitz se culpaba de la totalidad de las muertes como una forma de encubrir a los demás miembros de su siniestra agrupación. El hecho de que se haya usado una misma arma de fuego en todos los casos se explica porque ésta era el “arma ceremonial”, la analogía moderna del cuchillo de sacrificio, usada por esta secta contemporánea de asesinos rituales.

La hipótesis del club de asesinos, sin embargo, nunca fue comprobada, porque siempre se trabajó confiando en la veracidad de las confesiones de Berkowitz como asesino solitario, y ciertamente ya es muy tarde para tratar de revertirla. Berkowitz alegaba exasperadamente por entonces que era un satanista, mientras los flanes de las cámaras periodísticas palidecían su rostro típicamente judío. Hoy se pretende que, en la soledad de su celda, se ha convertido a la Cristiandad Evangélica y ha renunciado a ese supuesto satanismo del que, en realidad, nunca formó parte como tal y menos si era miembro de la Iglesia del Proceso, cristiana y mesiánica.



Podemos sospechar además que parte del mito satánico de las muertes rituales fue fomentado como una campaña de autoimagen, pues hasta el día de hoy, la mayoría de los transcriptores de la sangrienta historia de Berkowitz son también autores judíos, como Davia Abrahamsen, Tom Shachtman, etc. Todos ellos han mantenido y sostenido la falsa idea de que estos asesinatos tuvieron un móvil satánico.


En otro momento se dijo incluso que Sam era el nombre era el nombre del perro negro del vecino de Berkowitz y que el oía los mensajes que le enviaba la entidad a través del can, según sus propias palabras. Berkowitz agregó que Sam sería un demonio de 6 mil años. Pero toda la historia sobre la explicación de lo que era Sam según Berkowitz, muy aceptada entonces en parte por la ignorancia general sobre ciertas materias y por las ganas que había de creerlas, hoy es bastante sospechosa, porque de una incorrecta pronunciación de este nombre por parte de Berkowitz y sus su supuesto Sam, los Celtas nunca tuvieron un Dios de los Muertos llamado Samhaim, como algunos creen. De hecho, este es el nombre de una milenaria Fiesta Pagana y significa “fin de verano”; se refiere al Día Céltico de Celebración de la Estación, cuya inspiración permanece en el llamado Wiccan-Sabbath y , de un modo deformado, en la Noche de Halloween, de Estados Unidos, la Víspera del Día de los Muertos.

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Por otro lado, los satanistas no rinden culto a Dioses Célticos conocidos, sino en general a imágenes malinterpretadas de los dioses hebreos, fenicios, babilonios y egipcios, deformadas principalmente por los antiguos teólogos del monoteísmo judío y cristiano.

Lo más parecido a “Sam” es quizás “Sama”, una deidad luciferina babilonia y acadia, originalmente de un carácter muy parecido al mithraísta, que después fuera “demonizada” por el totalitarismo religioso judeo-cristiano relacionándola con cultos sangrientos, como el Moloc. El término “Sam” es , además, el diminutivo inglés de Samuel, el profeta de Israel, y a su vez representa un prefijo del hebreo para muchos términos de su tradición histórico-esotérica: SAM-aria, SAM-ael, SAM-son, y puede que hasta el propio SAM-haim. Con estos datos, podemos presumir que Berkowitz formuló su cuento satánico en unos pocos y errados conocimientos sobre la naturaleza del Samhaim, reunidos a partir de un libro antipagano, ya sea en contra de Samhaim o del Wiccan-Sabbath.

En la actualidad, Berkowitz integra desde la cárcel una misteriosa organización llamada “Judíos por Jesús”, que financia parte de los medios de difusión de su conversión al cristianismo y hasta mantiene páginas de internet dedicadas a él y a la salvación de su alma. Es ésta, quizás, la muestra más clara del conflicto interior entre Berkowitz y su lado judío, ese lado simultáneo de un padre que lo abandona y otro que lo adopta, y de sus delirantes nexos con un cristianismo hasta el que no puede llegar sin dejar primero un judío, un “Judío por Jesús”... Dominado por su sangre.
Otro dato importante, aunque poco recordado, es que en febrero de 1979 Berkowitz llamó a una conferencia de prensa para declarar públicamente que sus motivaciones satánicas eran en realidad una mentira y que las había inventado en su propia mente para poder perdonarse por lo que hizo, aunque sin dejar claro entonces el verdadero móvil de sus asesinatos rituales. 

Sin embargo, de esta confesión nunca más habló e insiste el día de hoy en el retomado mito del culto satánico, casi como si hubiese olvidado sus palabras de aquel día. La judería reaccionó inmediatamente a esta revelación de Berkowitz, en su necesidad de mantener vigente la fantasía de los asesinatos por un loco satanista y hacer que el tema se centrifugue lejos de cualquier relación con razones teológico-raciales de Berkowitz para cometer los asesinatos a través de diversos autores judíos como Daniel Schwartz y Richard Weidenbacher, quienes explicaron que este rechazo a los demonios se debía a que Berkowitz, después de pasar un tiempo con un ministro bautista, terminó convencido por el religioso de que podía recibir el perdón divino para su alma sólo si tomaba la responsabilidad completa e individual por sus crímenes, olvidando el asunto demoníaco.

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