domingo, 4 de septiembre de 2016

Friedrich Adolf Julius von Bernhardi..

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Ante todo, Alemania es la que debe conquistar con un trabajo sin descanso y genial, la superioridad para afirmar sin desmayos nuestro derecho de primogénitos de la intelectualidad..
Friedrich Adolf Julius von Bernhardi..

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Fue un general prusiano e historiador militar. Fue uno de los autores más vendidos antes de la I Guerra Mundial. Un militarista, mejor conocido por su belicoso libro Deutschland und der Nächste Krieg, Alemania y la próxima guerra, impreso en 1911. Abogó por una política de agresión despiadada y con total indiferencia de los tratados.

Como muestra venga esta perla: Capitulo IV.

Misión histórica de Alemania

Si evocamos el curso de nuestro desenvolvimiento histórico y si pensamos en el vivificador torrente humano que hasta los tiempos más recientes se ha derramado desde el Imperio de la Europa Central hacia todas las partes del globo, y en cuán ricos gérmenes de progreso espiritual y moral han salido de la vida intelectual alemana, se apodera de nosotros con fuerza irresistible el convencimiento y el orgullo de que este pueblo alemán posee una alta, quizá la más alta, importancia para el completo desenvolvimiento del linaje humano.
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Este convencimiento se funda en las preferencias intelectuales de nuestro pueblo; en la libertad y universalidad del espíritu alemán, que una y otra vez se han mostrado en el transcurso de su historia. No existe pueblo alguno que piense con tanta libertad y tan ajeno a los prejuicios y a la vez con sentido tan histórico como el pueblo alemán; que sepa armonizar como él la libertad del intelecto con las obligaciones de la vida práctica en su natural desenvolvimiento.

Así los alemanes han sido siempre no sólo los portaestandartes de la libertad del pensamiento, sino también un poderoso dique contra los trastornos revolucionarios y anárquicos. Muchas veces fueron vencidos en la lid por la libertad del pensamiento y por ella han vertido su sangre más preciosa. La opresión del pensamiento ha dominado también a veces a los alemanes; profundas convulsiones han conmovido también a este pueblo, como la gran guerra de los campesinos en el siglo xvi y los políticos ensayos revolucionarios de a mediados del siglo xix. Pero los movimientos revolucionarios han sido siempre contenidos y encauzados por vías de progreso sanas y naturales; muchas veces la necesidad imperiosa del libre albedrío intelectual se ha desligado de lo más íntimo del alma del pueblo, para adquirir cada vez más importancia en la historia del mundo. 

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Así, del espíritu alemán nacieron dos grandes movimientos,' sobre los cuales descansa desde entonces todo el progreso intelectual y moral de la humanidad : la Reforma y la filosofía crítica. La Reforma, que sacudió el yugo intelectual impuesto por la Iglesia; y la Crítica de la Razón Pura, que acabó con el lamentable estado de la especulación filosófica, señalando al espíritu humano los límites de su comprensión, y trazando los caminos realmente asequibles al humano conocimiento.

Sobre estas bases se ha desenvuelto la vida intelectual de nuestra época, cuya significación más profunda consiste en hermanar los resultados del libre examen con las aspiraciones religiosas del corazón y poner con esto los fundamentos de tina armoniosa organización de la humanidad, que, colocada entre fuerzas hostiles, entre las continuas discordias de la ciencia y la fe, parece haber perdido la verdadera senda del progreso. 

La reconciliación sólo parecerá posible cuando el espíritu de reforma conduzca a una permanente aclaración de la idea religiosa, y la ciencia, por su parte, tenga en cuenta los límites de su poder, renunciando a aclarar los secretos del mundo superior por medio de los conocimientos de la filosofía y de las ciencias naturales.
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En esta lucha por la armonía del humano progreso, el pueblo alemán, no sólo ha puesto los cimientos, sino que ha tomado a su cargo la dirección. Esto nos acarrea un deber imperioso para el porvenir; debemos prepararnos para conducir en adelante esta lucha sostenida por el objeto más elevado que se haya ofrecido jamás al humano esfuerzo. Y no solamente está obligada nuestra nación, por su pasado, a tomar parte en esta empresa, sino que está capacitada para ella por sus especiales dotes.

Ningún pueblo de la tierra es tan capaz como el alemán para abarcar y reunir todos los elementos de cultura, apropiárselos y desenvolverlos en el fondo de su conciencia y devolverlos a la humanidad, enriquecidos con dones más preciosos que los que de ella recibiera. 

De este modo ha acrecentado el tesoro de la cultura europea «con nuevas ideas y nuevos ideales, conquistando en la gran comunidad de los pueblos civilizados una posición que ningún otro podría llenar ». «Profundidad, idealismo, universalidad; virtud para mirar libremente, por encima de todos los límites de la existencia finita; simpatía por todo lo humano; condiciones para atravesar en compañía de los pueblos más nobles, en todos los tiempos, el reino de las ideas ; esto, en todas las épocas, ha sido muy alemán; esto ha sido ensalzado como una prerrogativa de la cultura alemana».

A ningún otro pueblo le ha sido dado el gozar en su «Yo interno» lo que ha sido repartido a la humanidad entera. Vemos a menudo en otros pueblos una intensidad mayor de alguna virtud especial, pero nunca igual capacidad para generalizar y profundizar corno en nuestro pueblo. Esta cualidad, que nos hace especialmente aptos para desempeñar la dirección del mundo del intelecto, nos impone el deber de aceptarla y mantenernos en ella.

De esta apreciación se desprenden otras muchas obligaciones para nosotros, que tienen que ser cumplidas si querernos ser fieles a nuestro deber más elevado. Forman estas obligaciones el plano necesario desde el cual deben tender nuestros esfuerzos hacia el más elevado de los fines. Parte de ellas pertenecen a la esfera científica, parte a la política y finalmente también a los linderos en que se tocan la política y la ciencia y donde las investigaciones científicas influyen directamente en aquélla.

Ante todo, la ciencia alemana es la que debe conquistar incesantemente, con un trabajo sin descanso y genial, la superioridad para afirmar sin desmayos nuestro derecho de primogénitos de la intelectualidad.

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Por un lado debernos ensanchar cada vez más el conocimiento del mundo superior, y por otro profundizar en los secretos de la Naturaleza para adquirir mayor dominio sobre ella y hacer más fructífero y remunerador el trabajo humano. Sobre todo, debemos esforzarnos en resolver científicamente los grandes problemas que agitan a la humanidad, sin limitarnos a la teoría, sino esforzándonos en poner los resultados de la investigación al servicio de la civilización, para crear así condiciones de vida que sean expresión de un ideal más puro de la existencia humana.

Al fin, son los conflictos religiosos y sociales los que más profundamente conmueven a la humanidad v más importancia tienen, no solamente para nuestro desenvolvimiento, sino para la vida superior en general. En ninguna parte han conmovido estas cuestiones tan hondamente y con tanta persistencia el alma de un pueblo como entre nosotros. 

Sin embargo, carecen los alemanes de espíritu revolucionario a despecho de las hueras declamaciones de nuestros agitadores socialistas. El carácter alemán tiende hacia un desenvolvimiento sano y lógico, que se cumple lentamente en medio de las luchas de las diversas tendencias. Parece que precisamente los alemanes son los llamados a vencer en su propio país los antagonismos que en la época actual mantienen a los pueblos en discordias intestinas, a allanarlos y conducirlos por las vías de un progreso natural y lógico.

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