Himmler estaba cautivado por la Historia antigua, y él quería que todos los hombres SS compartieran su pasión. En efecto, él consideraba al pasado feudal como un modelo de la futura gloria del Tercer Reich. Él veía a Heinrich I como un gran líder que podría servir como modelo para Adolf Hitler, y planeó transformar la polvorienta tumba de la catedral en un lugar sagrado SS.
Vestido con un brillante casco negro, un inmaculado uniforme negro y altas botas negras, Himmler hizo su camino a la Colina del Castillo de la ciudad.
Himmler estuvo a los pies de la cripta y dio un discurso exhortando a sus oficiales a poner cuidadosa atención al orgulloso pasado antiguo de Alemania. "Así como un árbol se marchita si sus raíces son removidas, del mismo modo un pueblo cae si ellos no honran a sus antepasados", advirtió él más tarde.
Durante años los investigadores del Tercer Reich han ridiculizado el intenso interés de Himmler por el pasado alemán, desestimando ocasiones como su visita a Quedlinburg como la tontería de un fanático. Durante la tarde del 2 de Julio de 1936 el líder nacionalsocialista de la SSHeinrich Himmler y un círculo de sus oficiales de alta graduación desfilaron a pie por las tortuosas calles de adoquín de Quedlinburg, una de las ciudades medievales más perfectamente conservadas en toda Europa.
Con tal investigación él tenía la intención de transformar vastas extensiones del Reich en feudos medievales gobernados por señores SS, un plan que él comenzó a implementar antes de la guerra. Lejos de ser un soñador perdido en la fantasía, Himmler era un planificador cuidadoso y metódico que trabajó diligentemente en pos de ese futuro de modo incansable. En efecto, aquél era un polo de su existencia, los soleados pueblos agrícolas SS.
Himmler heredó su pasión por la Historia antigua y por la clasificación científica de su padre profesor, Gebhard Himmler. Este último se había especializado en filología en la universidad, una disciplina definida por el Athenaeum en 1892 como una ciencia maestra, cuyo deber es presentarnos toda la vida antigua, y dar a la arqueología su justo lugar al lado de la literatura.
Durante las vacaciones, Gebhard llevaba a sus hijos de visita a sitios arqueológicos e históricos. Juntos, ellos buscaban piedras rúnicas para leer y recolectaban monedas y pequeños artefactos para estudiar en casa. La arqueología en ese entonces era en gran parte una ciencia de clasificación. Los discípulos de aquella ciencia procuraban identificar y clasificar artefactos en categorías exactamente definidas, un paso importante para conseguir el sentido de objetos recuperados de la tierra.
A Himmler le causaron mucha impresión las ideas de Hitler acerca de los orígenes del pueblo alemán. El líder del Partido Nacionalsocialista creía que muchos de sus compatriotas podrían remontar al menos parte de su linaje heredado a una raza gobernante primordial, los arios, que habían llevado la civilización a un mundo primitivo. "Toda la cultura humana", escribió él, "todos los resultados del arte, la ciencia y la tecnología que vemos ante nosotros hoy, es casi exclusivamente el producto creativo del ario". El mundo había perdido su chispa de genio, argumentaba él, cuando los arios se casaron con razas menores, diluyendo de esa manera su sangre superior.
Himmler encontró esas ideas de una Edad de Oro aria perdida enormemente atractivas. Él hacía tiempo que estaba empapado con cuentos de señores feudales y reyes, soldados y campesinos, Caballeros Teutónicos y Emperadores romanos. En verdad, casi un tercio de los libros que él había leído desde sus años adolescentes exploraba asuntos históricos. En el carismático Hitler él creyó que había encontrado por fin a alguien que compartiera su pasión por el pasado.
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