Fuente: theneworder.org
Considerar a este hombre solamente como un patriota en el sentido convencional, sería equivocado. Porque él fue infinitamente mucho más que eso. Él fue enviado a este mundo con un mensaje, no sólo para sus compatriotas sino para los pueblos de todas las naciones occidentales.
Considerar a este hombre solamente como un patriota en el sentido convencional, sería equivocado. Porque él fue infinitamente mucho más que eso. Él fue enviado a este mundo con un mensaje, no sólo para sus compatriotas sino para los pueblos de todas las naciones occidentales.
Al igual que los primeros cristianos, sus seguidores han sido perseguidos, exiliados, cazados, cruelmente torturados y condenados a muerte.
Hijo de gente sencilla, este extraordinario individuo se alzó contra toda probabilidad en contra y adversidad para convertirse en el líder de su pueblo.
Desafortunadamente, su mensaje fue rechazado. A través de una frenética campaña de odio y mentiras, aquellos intereses foráneos que dominan nuestro mundo occidental consiguieron que los Pueblos se volvieran en contra de este hombre y su mensaje.
A un mundo que había perdido el sentido de la dirección, él vino a mostrar el Camino.
A un mundo de decadencia y falsos valores, él vino a proclamar grandes verdades eternas.
A un mundo vuelto cínico y materialista, él vino a traer un nuevo nacimiento de radiante idealismo.
A un mundo al borde del abismo, él vino a ofrecer esperanza y salvación para una raza entera.
La decadencia de los valores morales y espirituales, el rompimiento de la vida familiar, la epidémica adición a las drogas, el aumento explosivo de la criminalidad, la agitación social, la inestabilidad económica y el desorden racial, todos estos serios problemas que presenciamos hoy son una consecuencia de que hayamos participado en una guerra contra Adolf Hitler.
Si en lugar de haber hecho la guerra contra Adolf Hitler hubiéramos seguido sus enseñanzas y su ejemplo, nuestros países no se vería enfrentado ahora a un explosivo problema racial. No estaríamos enfrentados a una desintegración social y cultural. No estaríamos sufriendo una decadencia moral y espiritual.
Mientras no aceptemos las inmortales enseñanzas de Adolf Hitler estamos condenados como sociedad. Mientras no reunamos la valentía moral para reconocer que él tenía razón y nosotros estábamos equivocados, no habrá esperanza para nosotros.
Porque hay una ley de hierro de causa y efecto, de equidad eterna, que no permite que la transgresión de las leyes de la Naturaleza quede impune.
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