jueves, 20 de abril de 2017

Ellos dijeron..




En su gran libro Adolf Hitler escribió:

La mayor sabiduría consiste siempre en el entendimiento de las causas instintivas; es decir, un hombre nunca debe caer en la locura de creer que él realmente ha ascendido para ser el amo y señor de la Naturaleza, lo cual es muy fácilmente inducido a creer por la vanidad de nuestra semi-educación, sino que debe entender la necesidad fundamental del gobierno de la Naturaleza, y comprender cuánto su existencia está sujeta a esas leyes de combate eterno y lucha hacia arriba. Entonces él comprenderá que, en un universo donde los planetas giran en torno a soles, y las lunas se mueven alrededor de planetas, donde sólo la fuerza por siempre domina a la debilidad, obligándola a ser un obediente sirviente o aplastándola, no pueden existir leyes especiales para el hombre. Para él, también, los principios eternos de esta sabiduría suprema tienen una influencia dominante. Él puede tratar de comprenderlos, pero escapar de ellos, nunca.
Mi Lucha, I, 10.

Resultado de imagen de Savitri Devi

Una conocida escritora nacionalsocialista, Savitri Devi ha sostenido:

...En su esencia, la Idea nacionalsocialista excede no sólo a Alemania y a nuestro tiempo sino a la raza aria y a la propia Humanidad y a cualquier época; dicha idea al final expresa aquellamisteriosa e infalible Sabiduría de acuerdo a la cual la Naturaleza vive y crea: la Sabiduría impersonal de los bosques primitivos y de las profundidades del océano y de las esferas en las oscuras zonas del espacio; y es gloria de Adolf Hitler no solamente haber ido de vuelta hacia aquella Sabiduría divina –estimagtizando la tonta infatuación por el "intelecto", su infantil orgullo por el "progreso" y su criminal intento de esclavizar a la Naturaleza– sino haber hecho de ella la base de una política de regeneración práctica de alcance mundial, precisamente ahora, en nuestro sobrepoblado, sobrecivilizado y técnicamente sobreevolucionado mundo, al final mismo de la Época Oscura. 
Savitri Devi, El Relámpago y el Sol, cap. XIII.


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