El Trabajo es una función necesaria para ganarse el derecho al desarrollo personal.
La experiencia fascista puede enseñarnos muchas cosas. Ilustra la importancia, nos dice que cualquier persona que intente seguir el camino debe apelar a una amplia gama de clases e intereses y debe trabajar con el sentimiento nacional en lugar de ofenderlo. También recuerda a los intelectuales que son de hecho indispensables para la causa, que lo que importa es darles un buen uso para defender a las personas intimidadas por la violencia, en lugar de desperdiciarlos en desfiles callejeros sin sentido o luchas internas nocivas.
Los movimientos exitosos deben cultivar no solo a las masas, sino también a los intereses creados de la sociedad.
Hitler logró fortalecer los sindicatos y se aseguró de que todos los contratos automáticamente fueran delegados al DAF, creando así una rueda económica muy estable, creó un trabajador más productivo, leal y solidario.
Hoy en cambio, el sistema es tan absolutamente individualista que la sociedad ha olvidado hasta tal punto el sentido colectivo, el mal llamado socialismo progresista está tan alejado de la comunidad trabajadora, que el trabajador correcto es hoy un elemento aislado que trata de sobrevivir como puede.
Los trabajadores tienen un lenguaje universal; Salarios, seguridad laboral y una pensión.
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