Desde que el hombre ya no es un dios, debe luchar para convertirse, al menos, en ciego instrumento de los dioses. Para ello, debe vaciarse de toda individualidad egocéntrica con el fin de permitir el arrebato divino, esto es, "para propiciar que Odín le toque con la punta de su lanza".
Los berserkers se asocian a la germanidad, es decir, al conjunto de tribus germánicas. Éstas abarcan a escandinavos, anglosajones, holandeses y alemanes. Nos situamos en una época en la que los vikingos, aun paganos, tenían seriamente aterrorizada a una Europa castrada por el cristianismo, y en la que el Imperio Romano había desaparecido desde hace siglos. Generalmente, el vikingo despreciaba al cristiano y los cristianos temían al vikingo. En una ocasión, unos vikingos secuestraron a un obispo. Cuando no obtuvieron rescate por él, lo mataron golpeándolo con calaveras de animales. Eran almas aun salvajes e incontaminadas, poseídas por esa mentalidad brutal y contundente tan propia de la Naturaleza.
Entre todos estos bárbaros, los más fieles guardianes de la furia sagrada fueron los bersekers. Esta palabra pervivió en el vocabulario de las naciones que conocieron a estos hombres: en Inglaterra,berseker aun designa a una persona de carácter indómito o salvaje, o a un estado de ira irracional. Berserkr se puede traducir como "camisa de oso" (bear shirt en inglés moderno), o bien "sin camisa" (bare shirt). Proviene del hecho de que los bersekers combatían ataviados con pieles de oso, y a veces semidesnudos o desnudos.
Entre los antiguos, cada hombre era un guerrero. Sin embargo, no lo era durante toda su vida, sino que era llamado a ello en ocasiones turbulentas, mientras que en la paz se dedicaba a sus labores de campo o dominio. Así fue en todo el mundo antiguo —salvo Egipto, Esparta, Roma, el Imperio Bizantino y algunas otras excepciones, que contaban con ejércitos "profesionales". En la germanidad, empero, había una curiosa casta aparte, los artistas de la guerra, considerados tocados por la Divinidad.
Algunos guerreros selectos vivían en pequeñas comunidades, aisladas de los núcleos de población y dirigidas por un sacerdote del culto de Odín/Woden/Wotan según la región, un escaldo (bardo), un gothi(druida), un vikti (maestro de las runas) u otro tipo de chamán, brujo o mago tribal. Formaban auténticas sectas en el mundo germánico, como parte de la tradición de las männerbunden, las uniones de hombres, alianzas de guerreros, hermandades militares o, como las denominó el rumano Mircea Eliade, "sociedades secretas de hombres".
En las familias de la aristocracia germánica, existía la tradición afín a la de los oráculos en Grecia: al nacer el niño, un sacerdote realizaba un ritual por medio del cual se podría entrever su destino. Podemos suponer que a algunos padres de los bebés más prometedores se les ofrecía criarlos en una comunidad "militar" de este tipo. Esto no tendría lugar enseguida, sino a una edad un poco más tardía. A esa edad, se presentaría el chamán correspondiente para llevar al niño a su nueva vida en los bosques, donde aprendería a adquirir los instintos del depredador.
Desde pequeños, a los futuros bersekers se les ajustaba en el cuello un anillo de hierro que se relacionan con las torques célticas y que no se quitarían hasta matar a su primera víctima. Se desconoce completamente el tipo de instrucción que se les daba, pero básicamente se trataría de una especie de campamento militar y ascético al estilo espartano, en el que se les enseñaba a manejarse con las armas, en el combate cuerpo a cuerpo y en la vida en la Naturaleza, además de adquirir dureza y resistencia frente a todo tipo de privaciones, en el marco de una vida cazadora-recolectora. También aprendían técnicas y danzas tribales pensadas para generar grandes cantidades de adrenalina. A través de años, iban construyendo el cuerpo del guerrero, acostumbrado a la fatiga, a las privaciones y al sufrimiento. Y todo ello conjugado con alguna forma desconocida de yoga: una de las habilidades que lograban mediante su misterioso ascetismo era, sentados sobre la nieve durante una nevada o ventisca, derretir con su propio calor interior la nieve que les caía encima. Esta avanzada prueba tiene lugar, aun hoy en día, entre algunos lamas tibetanos (el ejercicio respiratorio que emplean para generar calor se llama tumo, o "fuego en el vientre"), y en las leyendas célticas, una de las cualidades que se atribuía a los grandes héroes era derretir la nieve a cien pies de distancia (30 m) con su propio calor corporal. Un caso interesante, que data de la Irlanda del año 700 AEC, es el del héroe folklórico Cuchulain. La leyenda cuenta que, después de una batalla, Cuchulain regresó a su pueblo aun en pleno frenesí de combate. Sus compatriotas, temiendo que matase a todo el pueblo, se le echaron encima y lo metieron en un barril de agua fría. Por el ardor del héroe, el agua rompió las planchas de madera y los flejes metálicos, e hizo estallar el barril en mil pedazos, "como se rompe una nuez". En el segundo barril de agua fría, Cuchulain produjo burbujas grandes como puños. Y en el tercero, produjo una ebullición en la que algunos hombres podían soportar sumergir sus manos y otros no. Esto nos recuerda inevitablemente al Heracles griego, que tuvo que precipitarse a las aguas de las Termópilas para aplacar un ataque de fuego interior, convirtiendo las aguas del lugar en termales.
Los cachorros bersekers recibían iniciación en un culto que se podría llamar misterios de Odín, el patrón de estos guerreros. Los bersekers a menudo eran llamados "hombres de Odín" o "lobos de Odín" por su predominante culto a esta deidad, denominada "padre de todo" o "el fuerte de arriba". Podría describirse a los bersekers, por tanto, como sectas de guerreros de élite, severamente entrenados desde pequeños en las artes de la lucha y de la alquimia interior, e iniciados en un culto a Odín mediante algún tipo de ritual extremadamente violento. Mircea Eliade especificó que:
No se llegaba a ser "berserkr" únicamente por bravura, por fuerza física o por dureza, sino también tras una experiencia mágico-religiosa que modificaba radicalmente la forma de ser del joven guerrero. Éste debía transmutar su humanidad mediante un acceso de furia agresiva y terrorífica, que lo asimilaba a los carniceros enfurecidos. "Se calentaba" hasta un grado extremo, transportado por una fuerza misteriosa, inhumana e irresistible, que su impulso combativo hacía surgir de lo más profundo de su ser .
En combate, los bersekers presentaban un aspecto aterrador para sus enemigos. Vestidos con pieles de oso, o de lobo (en cuyo caso se llamaban ulfhednar o ulfsark, "piel de lobo"), desnudos o pintados de negro, se arrojaban al combate siempre en grupos de doce , gritando como posesos, echando espuma por la boca y siendo inmunes a las heridas más terribles.
Casco vikingo con máscara de cota de mallas para proteger el rostro. La fantasía de los cascos con cuernos procede de una leyenda negra europea. Fueron los celtas (y muchos caballeros medievales) los que emplearon cascos con cuernos, y a menudo más como ornamentos ceremoniales que como cascos de combate.
En la Ynglinga Saga (Capítulo VI) se habla sobre ellos, diciendo:
Los hombres de Odín marchaban sin cotas de malla, enfurecidos como perros o lobos. Mordían sus escudos, fuertes como osos o toros salvajes. Mataban a sus enemigos de un solo golpe, pero ni el hierro ni el fuego los dañaba. Tal es lo que se llama el furor de los bersekers.
En el Hrafnsmal, el escaldo Thorbjörn Hornklofi los describe en el combate:
Allí los bersekers gritaban —la batalla se desencadenaba—, pieles de lobo aullaban salvajemente, las lanzas silbaban… pieles de lobo, se llamaban. Se les ve actuar, ensangrentados los escudos. Rugieron las espadas cuando llegaron al combate. El rey sabio en el combate se hace proteger por rudos héroes que alzan sus escudos.
EL BERSERKERGANG O POSESIÓN Antes del combate, los bersekers entraban juntos en un trance llamado berserksgangr o berserkergang. Este trance era el proceso de posesión, para el que no cualquiera estaba preparado, pues su energía podía destrozar el cuerpo del profano. Según la tradición escandinava, tal estado de éxtasis comenzaba con un siniestro escalofrío que recorría el cuerpo del poseído y le ponía los pelos de punta y la piel de gallina. A esto seguía la contracción de los músculos, un premonitorio temblor, el aumento de la presión arterial y de la tensión, y una serie de tics nerviosos en el rostro y en el cuello. La temperatura corporal comenzaba a subir. Las aletas nasales se dilataban. La mandíbula se apretaba y la boca se contraía en una mueca psicótica revelando la dentadura. Luego venía un inquietante rechinar de dientes. El rostro se inflaba y cambiaba de color, acabando en un tono púrpura. Empezaban a echar espuma por la boca , a gruñir, a agitarse, a rugir y gritar como animales salvajes, a morder los bordes de sus escudos, a golpear sus cascos y sus escudos con sus armas y a rasgarse la ropa, invadidos por una fiebre que tomaba posesión de ellos y les convertía en una bestia, su ciego instrumento. Presenciar semejante transformación debía ser algo realmente alarmante y angustioso, evocador del más urgente pánico. Era una transformación iniciática en toda regla, y algunos han visto en ella el origen de las leyendas de hombres-lobo.
Tras este proceso, los bersekers recibían el Odr u Od (llamado Wut en Germania y Wod en Inglaterra), la inspiración que Odín concedía a algunos guerreros, iniciados y poetas, tocándoles con la punta de su lanza Gugnir ("estremecedora"). Con ello se convertían en un furioso torbellino de sangre y metal. La fuerza física del "inspirado" por la fiebre Od aumentaba de manera sobrehumana e inexplicable, y también se incrementaban su resistencia, su agresividad y su fanatismo combativo. Desaparecían el dolor, el miedo o la fatiga, y lo que los reemplazaba era una embriagante sensación de voluntad, imparable poder y ganas de destruir, arrasar, matar, aniquilar y derribar. Una buena referencia a la versión celta del berserkergang, la podemos encontrar en "The Táin", que describe la transformación del héroe Cuchulain antes de las batallas:
El espasmo de furia se apoderó de él: parecía que cada cabello estaba martilleado a su cabeza, pues todos los pelos se le enderezaron verticalmente, y se podría jurar que un punto de fuego coronaba la punta de cada uno. Uno de sus ojos se cerró más estrecho que el ojal de una aguja, y el otro se abrió más ancho que la boca de una copa. Sus mandíbulas se desencajaron hasta las orejas, y sus labios se apartaron revelando sus encías. El halo del héroe ascendió desde la corona de su cabeza.Los bersekers pasaban a luchar furiosamente sin importarles en absoluto su propia vida o seguridad física. Muchos preferían llevar una espada y un hacha en vez de una sola arma con el escudo. En grupos de doce, cargaban salvajemente contra el enemigo sin importar su inferioridad numérica, y heridas que matarían a cualquiera no los inmutaban lo más mínimo. En casos de defensa contra multitudes avasallantes, formaban un círculo impenetrable desde el cual se batían hasta la muerte del último hombre.
Imaginémonos el aspecto de esos hombres cargados de músculos, venas, nervios y tendones, con la cara crispada bajo la piel de la bestia, los fanáticos ojos azules abiertos como platos y brillando con aquel acies oculorum que Julio César y Tácito advirtieron entre los guerreros germanos; los dientes apretados con furia y echando espumarajos, la sangre del enemigo salpicándoles por encima… al instante comprenderemos que aquellos guerreros no tenían nada que ver con el tipo actual de querubines de los que se compone Occidente. Esos bersekers eran de la misma sangre que muchos europeos modernos, pero ellos eran hombres que vivían para la guerra, mientras que el occidental medio de nuestros días es un afeminado blando que vive para la paz y, en su miopía, persiste en creer que lo sabe todo sobre el mundo, el hombre y la vida.
El Wut, Wode, Od o berserkergang era un trance terriblemente intenso y violento, en el que se perdía completamente el control y la razón, y en el que la bestia masculina se liberaba de sus cadenas de hierro para desahogar su claustrofobia y para cabalgar en gloriosa y desbocada libertad por el oscuro y borroso bosque, sin responsabilidades, sin ataduras, sin límites y sin leyes. No sólo se trataba de dejar aflorar a la bestia interior, sino de dejarse poseer por la divinidad absoluta, externa. El cuerpo del guerrero, en manos de estas tempestuosas fuerzas, y totalmente desconectado de la mente racional, era una simple marioneta que apenas daba abasto para plasmar tanta ira.
Los afectados podían estar durante horas e incluso días combatiendo de la manera más furiosa y encarnizada sin pausar un sólo momento. De hecho, gracias a su brutal aportación, a menudo las batallas terminaban demasiado pronto, y los bersekers no podían cesar de combatir, necesitando desahogar su furia, correr sin parar de gritar y descargar sus armas contra árboles, rocas, animales o personas, incluso llegando a atacar a miembros de su mismo ejército (aunque al parecer los bersekers nunca se atacaron entre ellos), ya que en tales estados no distinguían entre amigos y enemigos. Sin embargo, cuando pasaba el berserkergang, se sumían en un estado de debilidad total, en el que eran incapaces de defenderse ni de tenerse en pie siquiera. Era la resaca y duraba varios días, en los que el guerrero debía guardar cama. Según las sagas escandinavas, a menudo sus enemigos aprovechaban para matarles en aquellos momentos. Algunos bersekers, sin haber recibido herida alguna, caían muertos tras la batalla por el sobrehumano esfuerzo realizado: sus cuerpos no estaban preparados para ser instrumentos de la furia divina —al menos durante un tiempo demasiado prolongado. Se les debía acortar la esperanza de vida por muchos años después de cada "sesión" de berserkergang.
Otra cualidad que se atribuía al poseído del berserkergang era el "inutilizar las armas del adversario", lo cual probablemente implicaba que los bersekers eran tan rápidos, tan invulnerables e inspiraban tal terror en sus enemigos que éstos parecían quedar paralizados de miedo o sus golpes no eran efectivos. Asimismo, es muy probable que el aura de ira desprendida de un grupo de bersekers cargando, fuese "sentida" a una gran distancia por los soldados enemigos como si de una onda expansiva se tratase, tal y como escribió el historiador romano Tácito, hablando de una männerbund germana cuyos miembros se denominaban harii —palabra que entre los iranios e indo-iranios significaba "los rubios", y que está relacionada con los Einheriar(Aina-Hariya) del Valhala:
En cuanto a los harii, además de superar en fuerza a los pueblos que acabo de enumerar, salvajes como son, sacan el máximo partido de su ferocidad natural valiéndose del arte y de la oportunidad: escudos negros, cuerpos pintados. Para combatir, eligen noches oscuras. Solo el horror y la sombra que acompañaban a esta macabra hueste bastan para llevar el terror. Ningún enemigo puede soportar esta visión extraña e infernal, pues en toda batalla los primeros vencidos son los ojos .
Observamos aquí la importancia que tenía la simbología de lo oscuro para estos hombres. La noche es esencial en este simbolismo, pues simboliza la edad oscura, este tenebroso invierno en el que hemos nacido para bien o para mal. El día, con los rayos del sol, el oro, es propicio para la voluntad, para el arrojo, para la lucha consciente, para clavar la lanza en el enemigo, para hundir la espada en la tierra —en una palabra, para poseer, para tomar. El día representa la mano derecha, el orden, el ritual y la "vía seca". La noche, en cambio, con oscuridad, luna, estrellas, agua y plata, es más propicia a la magia, a un cierto caos, al dejarse tomar, al ser poseído, a alzar las armas al cielo en vez de hundirlas en la tierra y por ello está más relacionada con la mano izquierda y la "vía húmeda".
Desde que el hombre ya no es un dios, debe luchar para convertirse, al menos, en ciego instrumento de los dioses. Para ello, debe vaciarse de toda individualidad egocéntrica con el fin de permitir el arrebato divino, esto es, "para propiciar que Odín le toque con la punta de su lanza". Y el primer modo de conseguirlo era mediante la instauración de una severa disciplina, el ascetismo y la organización. Recordemos, con respeto a la importancia de la noche, que el mismo Adolf Hitler habló en "Mi Lucha" sobre la diferencia de efectos que sus discursos conseguían en las muchedumbres por la mañana y por la noche. Para él, las tardes, y especialmente las noches, eran el momento ideal de dar un discurso y de hacer valer su magnetismo. Hagamos notar también que, en las SS, los colores predominantes en los uniformes y en su simbología eran el negro y el plateado. Simbólicamente, se cubrían de noche, de oscuridad, de truenos y de luz lunar y estelar .
Quien había sido poseído una vez por el berserkergang estaba ya marcado con una señal de por vida. A partir de entonces, el trance no sólo le venía al ser invocado antes del combate, sino que también podía caer sobre él de repente en momentos de paz y sosiego, transformándole en cuestión de segundos en una bola de odio, adrenalina y gritos infrahumanos en busca de destrucción. Así, la saga de Egil describe cómo el padre de Egil, un berseker, sufrió repentinamente la posesión del berserkergang mientras jugaba pacíficamente a un juego de pelota con su hijo y otro pequeño. El guerrero, horriblemente agitado, y rugiendo como un animal, agarró al amigo de su hijo, lo alzó en el aire y lo estrelló contra el suelo con tanta fuerza que murió en el acto con todos los huesos del cuerpo rotos. Luego se dirigió hacia su propio hijo, pero éste fue salvado por una sirvienta que, a su vez, cayó muerta ante el poseído. En las sagas, las historias de bersekers están salpicadas de tragedias en las que el berserkergang descontrolado se vuelve contra los seres más allegados al poseso. Si hubiese que encontrar un equivalente griego, lo tendríamos en la figura de Hércules, quien durante un ataque de ira mató a golpes a su propia esposa Megara y a los dos hijos que tenía con ella, lo cual motivó sus 12 tareas como "penitencia" para expiar su pecado.
En el ámbito de la mitología tenemos muchos ejemplos de la furia de los bersekers. La saga del rey Hrolf habla del héroe berseker Bjarki, que combatía por dicho rey y que en una batalla se transformó en un oso. Este oso mató a más enemigos que los cinco campeones selectos del rey. Las flechas y las armas rebotaban de él, y derribó a hombres y caballos de las fuerzas del enemigo rey Hjorvard, desgarrando con los dientes y las garras cualquier cosa que se interpusiera en su camino, de tal modo que el pánico se apoderó del ejército enemigo, disgregando sus filas caóticamente. Esta leyenda —que no deja de ser eso, una leyenda— representa la fama que habían adquirido los bersekers en el Norte, como grupos reducidos pero, por su bravura, perfectamente capaces de decidir el resultado de una gran batalla.
Ahora bien, ¿cuál es la explicación para estos hechos, que rebasan con creces lo normal? ¿Cómo hemos de interpretar el berserkergang? En nuestros días, algunos que siempre miran con resentida desconfianza cualquier manifestación de fuerza y salud, han querido degradarlo. Para muchos de ellos, los bersekers eran simplemente comunidades de epilépticos, esquizofrénicos y demás enfermos mentales. Esta ridícula explicación no satisface en absoluto, ya que la epilepsia o la esquizofrenia son patologías cuyos efectos no se pueden "programar" para una batalla como hacían los bersekers, y bajo sus ataques es imposible realizar acciones valerosas o mostrar heroísmo bélico. Un epiléptico se hace más daño a sí mismo mordiéndose la lengua y cayendo al suelo que destrozando las filas de un numeroso ejército enemigo, y además puede ser reducido por una sola persona. Peliculeramente, otros han sugerido que los bersekers eran alianzas de individuos que habían sufrido mutaciones genéticas, o los supervivientes de un antiguo linaje germánico desaparecido, organizados en forma de comunidades-sectas. Incluso se puede tener en cuenta la explicación "chamánica", según la cual los bersekers eran poseídos por el espíritu totémico de un oso o de un lobo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario