Muchos alemanes se dieron cuenta en los últimos años que eran hijos de soldados aliados.
Ute Baur-Timmerbrink y Margot Jung durante la presentación del libro.
Los niños nacidos de una alemana y un soldado aliado durante la ocupación del país después de la guerra, marginados e ignorantes de sus orígenes, vivieron una existencia tabú y dolorosa. Una experiencia que una de ellas ha querido relatar en un libro.
Siempre me comparé con los otros niños y veía que ellos eran mucho más importantes para sus padres de lo que yo lo era para los míos, cuenta la autora de Nosotros, hijos de la ocupación, Ute Baur-Timmerbrink, de 70 años.
No fue hasta 1998 que ella descubrió que su padre era un militar estadounidense. Ni el que creía que era su padre ni su madre, ambos fallecidos, le dijeron nada. Sin embargo, en la familia, todos lo sabían. Según contó en un reciente encuentro con periodistas en Berlín, fue a través de la hija de una amiga de su madre, que Baur-Timmerbrink descubrió el secreto.
Todo el mundo se llevó la verdad a la tumba. Yo no puedo, le confió un día llorando. Esta revelación supuso para la autora el comienzo de años de búsqueda de su verdadero progenitor. Se calcula que en Alemania hay entre 200.000 y 250.000 personas nacidas de un padre soldado estadounidense, británico, francés o soviético.
En Austria, este sería el caso de unas 20.000. Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial se repartieron la ocupación del territorio del antiguo Tercer Reich: en el oeste, la trizona (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia), que se convirtió en 1949 en RFA; mientras que la zona soviética, en el este, constituyó más tarde la RDA.
Me llamaban el mono
A la ausencia paterna solía añadirse una marginación y una discriminación por parte de las madres, que pertenecían a una generación muy marcada psíquicamente, según un estudio iniciado en marzo de 2013 por las universidades alemanas de Leipzig y de Greifswald, realizado a partir del testimonio de 146 Besatzungskinder, Hijos de la ocupación.
Mi madre era la puta de "Tommy" y a mí me llamaban el mono, cuenta un participante. "Tommy" es el apodo que se le daba en Alemania a los soldados británicos. En muchas ocasiones, tampoco el padre estaba al corriente de la existencia del hijo. Es el caso de Margot Jung, nacida en 1954 en Coblenza, entonces ocupada por los franceses, cuyo testimonio recoge el libro de Uta Baur-Timmerbrink.
Cuando tenía 7 años, Margot sorprendió a su madre y a su abuela hablando sobre "el francés" y empezó a sospechar. Tras años de búsqueda, un día su madre le dio la dirección de su padre, Jean, en Francia. Aunque Jean había muerto, Margot tuvo la oportunidad de conocer a una hermanastra suya, con quien hoy guarda una buena relación.
Ya no siento vergüenza, puedo hablar libremente de mi padre, cuenta Margot en el libro. Ute Baur-Timmerbrink trabaja para la asociación "GI Trace", que ayuda a la gente a encontrar a su padre, si este es un soldado estadounidense. Han podido reunir a unas 200 familias.
Pero, destaca la autora, a veces la investigación fracasa: No podemos prometer nada, insiste. Pues algunos, a veces los padres o a veces sus familias, no quieren remover el pasado.
Fuente: El Tiempo
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