domingo, 10 de mayo de 2015
Y la fábula creció..
Los “juicios por crímenes de guerra” a los que sometieron los vencedores principalmente a alemanes, pero también a muchos japoneses, sentaron un precedente pasmoso, de este modo, despreciando todos los códigos de honor europeos respetados durante siglos, prisioneros alemanes civiles y militares, muchos de alta graduación, fueron objeto de muerte violenta durante su detención por los aliados como consecuencia de tan extraordinarios procedimientos.
Nunca antes había sucedido algo parecido a los juicios que los enemigos de Alemania hicieron entre 1945 a 1949. Quizá el caso de Juana de Arco, pero entonces sólo había implicada una prisionera y no una nación entera, y los ingleses, que fueron según los últimos estudios los responsables del proceso, hicieron cuanto pudieron para que la condena por delitos de herejía y brujería, hoy ya proscritos, fuera decidida por una Iglesia universal e imparcial, de acuerdo con las reglas ya existentes de pruebas y procedimientos.
Volviendo al tema de lo adecuado de los juicios por crímenes de guerra, todo el mundo estará de acuerdo en por lo menos buscarles un fundamento legal, pero al parecer mucha gente protestaría diciendo que los juicios eran, en cualquier caso, necesarios porque los excesos normales en tiempo de guerra no tuvieron nada que ver, y por tanto la extraordinaria naturaleza del crimen; el extermínio de los judíos europeos , requería procedimientos extraordinarios. El argumento falla en que una crueldad semejante no sólo debe ser castigada, sino también estar documentada.
Esto puede sorprender a la persona contaminada que considera la historia exterminacionista como una verdad certera, hay muchas consideraciones que apoyan este punto de vista y algunas son tan simples que pueden sorprender.
Esto debe aclararse un poco. Consideremos a un observador de la Europa Occidental, familiarizado con la situación de la judería europea antes de la guerra, elaborando un estudio de los judíos europeo-occidentales hacia, digamos, finales de 1946. Los encontraría italianos, franceses, belgas y daneses, la mayoría sin un rasguño. Por otro lado, habría encontrado un gran número de judíos, la mayoría posiblemente, echados a faltar en Luxemburgo, Países Bajos y Checoeslovaquia. La situación de la judería austroalemana era confusa puesto que la mayor parte habían emigrado antes de la guerra, y es difícil precisar cuántos y a dónde. En cualquier caso una gran cantidad, probablemente los más numerosos, de aquellos que se quedaron no volvieron más a sus antiguas residencias.
El paso de un cuarto de siglo ha fortalecido poco a poco esta versión del cuento exterminacionista, exceptuando algunas variaciones aparentes, a pesar de que durante muchos años sólo hubo un escritor serio en este campo: el francés y más tarde geógrafo, Paul Rassinier. En 1948 publicó un libro, “Passage de la Ligne” (El paso de la línea), acerca de sus experiencias como político de izquierdas prisionero en Buchenwald desde 1943 a 1945: “…generalmente me recibieron con amabilidad, provocando solamente sordos e inconclusos rechinamientos de dientes en ciertos lugares”. Más tarde, en 1950 publicó “Le Mensonge d’Ulysse” (La mentira de Ulises), un examen crítico de la literatura concentracionaria en el cual desafiaba a la existencia de las cámaras de gas: “todavía es muy pronto para emitir un juicio definitivo sobre las cámaras de gas”. Esto provocó una violenta campaña de prensa que terminó en acciones legales contra el autor, el autor del prólogo y el editor, que, en principio, fueron absueltos, más tarde condenados en juicio al pago de multas, a la indemnización por daños y perjuicios y a sentencias de prisión suspendida, siendo, por último, absueltos de nuevo.
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