domingo, 3 de abril de 2016

La farsa del Marxismo


Una ideología dispuesta a enfrentarse al marxismo cultural con sus propias armas, cuyos seguidores tengan el mismo grado motivación y disciplina que los marxistas culturales, pero que a diferencia del marxismo cultural sea verdadera, puede enfrentarse al enemigo de nuestra civilización y operar la regeneración ideológica que nuestro pueblo necesita para seguir existiendo.

Una vez que tengamos las ideas claras, todos los valores del marxismo cultural deben ser criticados y atacados sin descanso, ninguna concesión ni léxica ni ideológica debe ser hecha al marxismo cultural. El marxismo cultural tiene el dominio absoluto del universo político e ideológico de nuestras sociedades, pero tiene un punto débil. Ese punto débil es que es falso. 

El materialismo histórico se basa en la suposición de que los seres humanos quedan completamente caracterizados por la función que ocupan en la división del trabajo, es decir, un trabajador de una fábrica de automóviles es sólo un trabajador de una fábrica de automóviles. El hecho de que sea un varón, español, de raza blanca, católico, hijo de un labrador, con una esposa y dos hijos, son simples accidentes, lo que lo caracteriza como agente social es su trabajo. 

De hecho para un marxista si dicho trabajador fuese eliminado y sustituido por un senegalés de la tribu serere, de raza negra, musulmán, hijo de una de las siete mujeres del cacique de su aldea, con dos esposas y siete hijos, nada cambiaría y su influencia sobre el devenir histórico sería la misma. En el universo mental marxista los hombres son peones intercambiables, sin pasado ni futuro, sin raza ni nación, sin religión ni cultura, iguales en inteligencia y temperamento, una humanidad de zombis que producen y consumen.

En otras palabras, el marxismo, pese a presentarse como una doctrina de base científica, renuncia a definir al ser humano desde un punto de vista científico, ya que siendo el hombre un ser vivo y pensante, cualquier concepción científica sobre él debe pasar por el dominio de la biología y la neurología. Es obvio que una teoría global de la historia basada en semejante simplificación de la realidad, dista mucho de ser exacta y por supuesto de ser científica. Sin embargo esta simplificación es aceptada como real no sólo por los marxistas sino por muchos liberales y conservadores.


Para comprender la naturaleza del marxismo comenzaremos por rastrear sus orígenes más antiguos para luego pasar a analizar brevemente su formulación económica realizada por Marx en a mediados del S. XIX. Por último haremos hincapié en los orígenes del marxismo cultural, que comienza a gestarse en los primeros años del S. XX y se convierte en la ideología dominante en el mundo occidental a partir de los años 60. También subrayaremos la paradoja de que el marxismo cultural se ha arraigado con más fuerza en Estados Unidos y Europa Occidental, en los que nunca se aplicó el marxismo económico, que en los países comunistas del Este de Europa, donde el marxismo económico tuvo su aplicación práctica.


El universo mental del marxismo se basa en una concepción lineal y determinista de la historia y en una concepción igualitaria de la naturaleza humana. Ambas concepciones hunden sus raíces en corrientes del cristianismo primitivo y en herejías medievales como los valdenses, begardos, bogomilos, anabaptistas etc. Todas estas sectas creían que la historia estaba inevitablemente dirigida hacia un segundo advenimiento de Cristo tras el cual las clases sociales desaparecerían, los hombres serían iguales y el paraíso descendería sobre la tierra.


Los socialistas utópicos como Fourier, Blanc, Babeuf etc. Siguen la línea de pensadores católicos del renacimiento como Tomás Moro y Campanella y se limitan a formular la estructura de una sociedad utópica que deberá alcanzarse en el futuro, sin dar muchos detalles de los mecanismos que conducirán a dicho cambio social. Las ideas de los socialistas utópicos están fuertemente influidas por el pensamiento de Jean Jacques Rousseau sobre el estado de naturaleza y el “buen salvaje”, teoría según la que todos los hombres son iguales y buenos por naturaleza y el mal proviene de las instituciones sociales que pervierten la naturaleza humana. Para Rousseau los pueblos primitivos, no pervertidos por la civilización, son los que se encuentran más próximos de ese estado perfecto de naturaleza.

Obviamente ni Rousseau ni los socialista utópicos tuvieron tenido contacto alguno con civilizaciones distintas de la europea ni pueblos primitivos, sus afirmaciones sobre el estado de naturaleza son mero fruto de su imaginación. Estas teorías del “buen salvaje” no gozaron de aceptación más que en círculos muy reducidos y Marx no se refiere a ellas, sin embargo serán un elemento fundamental en la formación del marxismo cultural y la corrección política del S.XX.


Marx formula dos postulados que constituirán los pilares de la ideología marxista. El primero es una explicación de los cambios sociales y una teoría global de la historia a la que denomina materialismo histórico, el segundo es un estudio en profundidad del sistema capitalista.

Según el materialismo histórico, la cultura, las instituciones, la religión, la metafísica y todo lo que Marx denomina superestructura, están determinadas por la forma de producción y la división del trabajo. Los cambios en la forma de producción hacen que la superestructura quede obsoleta generando una serie de contradicciones que se manifiestan mediante la lucha de clases, cuando las contradicciones se hacen insoportables, se produce una revolución en el curso de la cual una clase dominante es sustituida por otra.


Una vez formulado el mecanismo que rige la historia, Marx analiza el funcionamiento del sistema capitalista y predice su colapso. Este aspecto de la teoría marxista merece ser tenido en cuenta y estudiado con atención. Pues está basado en una observación empírica de la realidad económica y no en una simplificación obviamente inexacta, como el materialismo histórico. Dicha observación es la disminución progresiva de los beneficios obtenidos de la inversión del capital.


Si comparamos Europa occidental y Europa oriental desde el punto de vista de la libertad de expresión y pensamiento, vemos que en Europa occidental hay una serie de temas que no es posible abordar sin una serie de riesgos que van desde el ostracismo social hasta la prisión pasando por la pérdida del puesto de trabajo. Cualquier desviación del pensamiento oficial sobre temas como inmigración y raza, es severamente perseguida por la nueva forma de inquisición que es la corrección política.

En contraste con la falta de libertad de Europa occidental, en Europa del Este, los peligros a los que se exponen quienes piensan libremente, son mucho menores. El poder del marxismo cultural es mucho menor allí donde triunfó el marxismo político y económico.


Quienes hayan discutido alguna vez con marxistas culturales (comunistas, socialistas, liberales, cristianos multiculturalistas etc.) habrá reparado en que la mayoría de las veces, estos individuos renuncian a defender sus posiciones y se limitan a atacar las ideas del contrario. 

La otra gran dificultad que los identitarios nos encontramos en los enfrentamientos dialécticos con los marxistas culturales es el hecho de que en la mayoría de los casos los conceptos manejados en la discusión son productos del marxismo cultural, como “derechos humanos”, “opción sexual”, igualdad… Incluso el vocabulario empleado en las discusiones políticas ha sido diseñado por el marxismo cultural, palabras como “sin papeles”, tolerancia, racismo y otras muchas, son inventos del marxismo cultural, el hecho de usarlas en una discusión política, implica aceptar la derrota a priori.

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