domingo, 1 de septiembre de 2013

Orania es el último bastión blanco en Suráfrica

 Un grupo de 600 afrikáners convive en una localidad exclusiva para blancos y regida por sus propias normas y sin crímenes, Orania no tiene siquiera una comisaría, y, a diferencia del resto del país, sus casas no tienen barrotes ni alarmas antirrobo.
Una estatua de bronce en honor del arquitecto del apartheid despunta sobre un desolado risco en medio del desierto, desde donde contempla el gastado poblado, azotado por el viento, que se ha convertido en el último reducto de su sueño.
Orania, Suráfrica. En un polvoriento y remoto rincón de Suráfrica, unos 600 afrikaners construyen sin mucho aspaviento el sueño de un territorio exclusivamente blanco. Convencidos de que el régimen de mayoría negra preanuncia el fin de su cultura, un puñado de descendientes de los colonos holandeses y franceses del siglo XVII compró todo un pueblo en un extremo del desierto de Karoo, a 595 km al suroeste de Johanesburgo.

Es cuestión de supervivencia. Al fin y al cabo, son los números los que cuentan, afirmó Carel Boshoff, ex profesor universitario y uno de los fundadores de Orania.

Aquí flamean las banderas de las repúblicas afrikaner del siglo XIX y los carteles anuncian orgullosos: "Ek praat Afrikaans" (Yo hablo afrikans). Boshoff insiste en que el pueblo no es reliquia de un pasado racista sino un "laboratorio" que explora el modo de preservar una diminuta minoría blanca con más de 350 años de tradiciones e idioma propio en un país negro.

Los fundadores escogieron deliberadamente un lugar aislado y han resistido su incorporación a la administración local, por temor a ser absorbidos por los pueblos vecinos de mestizos.

Un comité inspecciona a los aspirantes a residir aquí, que deben adherirse a las estrictas creencias religiosas y código moral de la ciudad. No se ven bien la bebida ni la cohabitación. La regla es la autosuficiencia: ni mucamas ni jardineros.

No todos se adaptan y muchos se van.

Cuesta despejar la idea misma de que el trabajo manual es en cierta forma degradante, dijo John Strydom, un hombre alto y resistente que es el guía oficial de Orania.

Muchos vienen escapando de la violencia urbana y la acción afirmativa.

Lukas Taljaard es uno de miles de empleados públicos blancos que aceptaron un retiro anticipado para dar lugar a los trabajadores negros. Incapaz de hallar empleo en otro sitio, se mudó a Orania con su esposa y sus dos hijos y abrió un garaje.

No hay trabajo para nosotros allí, de modo que tenemos que hacerlo por cuenta propia, afirmó.

Los que vienen por motivos racistas son una minoría, insisten los líderes del pueblo. Cuando se le preguntó por qué no había negros en el pueblo respondió que ninguno ha solicitado la residencia.
 

En ese lugar, bajo un sol de otoño, un puñado de sus descendientes trabaja duro para intentar cincelar de este pétreo suelo un oasis exclusivo para blancos. Sueñan con que este polvoriento enclave se convierta en la semilla de la que germine un fértil suelo patrio independiente en el que los afrikáners blancos progresen, y donde mantengan viva la visión racialmente segregacionista de Hendrik Verwoerd, el anterior primer ministro sudafricano. 

Esto es Orania, ubicado a 900 kilómetros al norte de Ciudad del Cabo, en la remota provincia de Northern Cape. Una ciudad granjera blanca, de propiedad privada, y que ha dado la espalda a la nueva democracia.
 

«Hemos perdido todo»
«Somos una gente extremadamente independiente y tal vez un poco difíciles por nuestra actitud hacia otros grupos. Hemos perdido todo, nuestra nación, nuestras escuelas, incluso nuestro idioma se encuentra en peligro», afirma Andreas du Plessis, un periodista convertido en promotor de Orania.

Los residentes se quejan de que la prensa ha sido injusta con la comunidad, que en sus ocho años de existencia sólo ha logrado atraer un modesto número de los 2,5 millones de afrikáners blancos que se calcula existen en el país.

Orania posee significados distintos para distintas personas. Según Anna Boshoff, la presencia de Tannie Betsie -su madre- significa mucho para los residentes de Orania, donde unos enormes carteles en blanco y naranja, a lo largo de sus amplias aceras, les recuerda la obligación de pensar y hablar en afrikaans. «Betsy es el símbolo de la libertad afrikáner», asegura Boshoff, directora de uno de los colegios, para reconocer, a continuación, que existen racistas en la ciudad.

Ya en su sesentena, Boshoff guarda un asombroso parecido con su padre, el cual en 1966 fue asesinado por un enajenado en el Parlamento para blancos de Sudáfrica, y cuyo sistema de apartheid envió al presidente Nelson Mandela a la cárcel de por vida. Para Boshoff, Orania representa un lugar donde puede sobrevivir su exclusiva versión del afrikanismo.

Sin paro, sin problemas y sin comisaría

La ciudad de Orania ha atraído a cierto número de personas sólo por cuestiones prácticas, como puede ser la cuestión laboral.

Gys Olivier, el dueño del supermercado de la localidad, dice que él y su familia se mudaron de Pretoria a Orania después de que fuera reasignado a otro trabajo de su puesto como físico en una instalación nuclear.


La política de acción afirmativa ha supuesto para los blancos, que en el pasado tenían su puesto de trabajo literalmente garantizado, que la búsqueda de trabajo les resulte más difícil o que estén siendo jubilados anticipadamente para dar cabida a los aspirantes negros. «Creo que el problema de obtener trabajo es un motivo mucho más específico del por qué viene aquí la gente», afirma Christiaan van der Merwe, un abogado recién licenciado también procedente de Pretoria.
Otros arguyen que ha sido para escapar de la ola de crímenes en Sudáfrica.
La opción de crear comunidades autosuficientes


Orania fue abierto oficialmente el 11 de abril de 1991, se trataba de un pueblo abandonado que en 1990 una entidad llamada Afstig the Afrikaaner Freedom Movement compró por 1,5 millones de Rands  180.000 Euros. A partir del momento de su apertura oficial, se comenzaron a vender las casas a unos precios que oscilaban entre los 31.000 y 41.000 Rands 3.750 hasta 5000 Euros. Con los beneficios de estas ventas, en agosto de 1991, se compró un terreno de 2.300 hectáreas a unas granjas cercanas con el cual las primeras familias instaladas en aquel pueblo comenzarían a dedicarse a la agricultura y la ganadería. La finalidad era crear una comunidad autónoma al gobierno, lo más autosuficiente posible, en la que se pudieran preservar la cultura y la identidad Afrikaan en Sudáfrica.
Algunas organizaciones antirracistas internacionales consideran un acto racista que no se acepten negros o mestizos en esa comunidad, pero en realidad en el seno de la misma nadie comprende el sentido de una comunidad creada para proteger la identidad y las costubres Afrikaan en la República Sudafricana en la que se acepten negros y mestizos. También son muchos los medios de información en Europa y Estados Unidos que consideran la mera existencia de esta comunidad poco menos que un crimen. De todos modos esto no es ninguna novedad y sería tonto o hipócrita rasgarse las vestiduras por ello.       

A pesar de sus enemigos, Orania persiste y pretende abrir un camino para que otros sigan su ejemplo, con la intención de alcanzar ese "Volkstaat" un Estado del Pueblo, organizado a partir de comunidades autosuficientes en colaboración mutua. La última novedad en esta comunidad es la creación de una moneda propia, que puede verse aquí: http://www.orania.co.za/geld.asp

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