lunes, 17 de noviembre de 2014

El Nacimiento de la Europa Germánica hacia el año 500 d.C. por Hans Jörg Boecker

La anexión del Sur europeo a la comunidad de los pueblos germánicos, esa creación de una base adelantada en el Sur del espacio vital germánico fue de la mayor importancia para el devenir global de Europa. Sólo gracias a la clase dirigente del tipo germánico pudieron esos pueblos cooperar en la civilización caballeresca de la Edad Media, en la cual se reveló la primera Europa, tal como la conocemos hoy. Cuando en el siglo V d.C. los pueblos germánicos asestaron violentos golpes provocando la desintegración del Imperio Romano en Europa en Italia, en las Galias y en España crearon simultáneamente los fundamentos de la Europa actual. Una nueva época comenzó con ellos. El Imperium Romanum se encontraba ya en un estado de decadencia interna cuando en aquellos días de Enero del año 406 las tropas germánicas abatieron definitivamente sus fronteras en el Rin y en Francia. No engrandecieron tan sólo el territorio germánico por una incesante colonización sino que también fundaron ciudades en expediciones de audaces conquistas. Unas decenas de años más tarde, un romano cuenta:


«Los funcionarios, no sólo de las ciudades sino también de las comunidades rurales y de los pueblos, son todos unos tiranos. Se les quita todo a los pobres, las viudas gimen, los huérfanos son pisoteados. La presión de los impuestos y las extorsiones pesan sobre todos de una manera terrible. Muchos de entre ellos, incluso hombres de origen noble y ciudadanos libres, huyen al territorio de los germanos para no ser víctimas de las persecuciones de los poderes públicos y ser ejecutados. Buscan, pues, una humanidad romana en la casa de los bárbaros, porque no pueden soportar la bárbara inhumanidad de los romanos. Prefieren ser libres bajo la apariencia de la servidumbre que llevar una vida de esclavos bajo la apariencia de la libertad. E incluso los romanos que viven bajo la dominación de los godos, de los vándalos y de los francos, sólo tienen un deseo: no volver a vivir bajo la legislación romana. Todo el pueblo romano suplica al cielo poder continuar viviendo con los germanos». 
Donde los germanos establecían su poder, el Derecho y el orden reemplazaban al despotismo de los grandes propietarios agrarios y de los grandes financieros.


Estos nuevos Estados germánicos implantados en el suelo del Imperiumtuvieron un destino rico en peripecias. Fueron, en su mayoría, tribus germánicas orientales quienes se establecieron en el Sur. Habían venido desde Suecia y Dinamarca al principio de la Era cristiana y se habían establecido entre el Oder y el Vístula... godos, vándalos y borgoñones, así como otros, tales corno los ruges, los hérulos o los gépidos. Tomaron la patria de los bastarnos y de los skiras que, mil años antes, se habían instalado en las costas de Pomerania. Desde el siglo II los convoyes conquistadores de los germanos orientales partieron de ese espacio Este-alemán. Mientras que una parte de los vándalos se apoderaba de Hungría, los godos fundaban un poderoso Imperio en el Sur de Rusia y en Rumania. A partir del siglo III emprendieron simultáneamente constantes expediciones guerreras contra elImperium romano. Los romanos, tan orgullosos antaño, se defendían muy penosamente contra las tropas atacantes y, en ese caso, únicamente gracias a las tropas auxiliares germánicas enroladas en el ejército romano. Pero, cuando hacia el año 370 los hunos surgieron del Asia y derrotaron al Imperio godo en Rusia, los visigodos abandonaron sus hogares... Devastaron los Balcanes, entraron en Italia en el año 410 conducidos por su rey Alarico, conquistaron Roma y consolidaron su reino tras la muerte de su glorioso rey en el Sur de Francia, desde donde llegaron a España hacia el año 460.

De una manera análoga, los vándalos y los suevos habían llegado al Rhin en el año 406, atacando a lo largo del Danubio; habían atravesado la Galia y conquistado España. Mientras los suevos se quedaban en el Noroeste de la península, los vándalos fueron, algo más tarde, al África del Norte y sometieron a esa rica provincia. Pero su fuerza guerrera se debilitó pronto bajo el clima debilitante del Mediterráneo. Y su fuerza numérica no bastó para instaurar una supremacía duradera sobre los habitantes del país, originarios de otros pueblos: el pueblo vándalo no se componía más que de 85.000 hombres. Ya no quedaban rastros de él cuando, un siglo después, fue destruído por las tropas del Emperador de Bizancio. Aparentemente, el destino de los ostrogodos en Italia fue similar. Habían salido de Hungría hacia el año 470, bajo el reinado de su gran rey Teodorico donde habitaban desde el hundimiento de su Imperio del Sur de Rusia y habían conquistado en poco tiempo la península italiana. Teodorico superaba en poder, en renombre y en influencia a todos los demás reyes germánicos de su época. Y, sin embargo, su pueblo tampoco fue lo bastante fuerte y numeroso para poder conservar el poder. Tras veinte años de combates, debieron finalmente sucumbir ante la superioridad del Imperio romano oriental en el año 553. Los restos del pueblo que habitaba en la alta Italia se asimilaron a los lombardos que recibieron su herencia y erigieron en Italia septentrional y central un poder fuerte que duraría siglos...


Así había nacido en el Sur de Europa una zona en la que las tribus germánicas dominaban a la población romana: en España los visigodos, y los borgoñones, luego también los francos; en Italia los ostrogodos y, más tarde, los lombardos.


En todos estos países los inmigrantes germanos se habían instalado con esposas, hijos, criados y criadas, en tanto nobleza combatiente que ejercía el poder sobre los autóctonos vencidos por ellos. Aquéllos debieron ceder una parte de sus propiedades y de sus esclavos a los nuevos señores con objeto de que cada familia germánica pudiera poseer y regir su finca. Los hombres germánicos eran pues, a la vez, campesinos y guerreros. En tiempo de paz vivían la mayor parte del tiempo diseminados por todo el país, mientras que muchos de los más jóvenes constituían el séquito del rey en su corte o combatían en las unidades que servían de guarnición en los castillos, fuertes fronterizos y ciudades, para salvaguardar la paz con las armas en la mano. Pero, en caso de peligro, se reincorporaban de nuevo a sus antiguas unidades militares y empuñaban alegremente sus espadas.


La descripción que hace un contemporáneo de los godos que reinaban en España revela cuál era la naturaleza de los conquistadores germánicos: «Los godos tienen cuerpos ágiles y fuertes, espíritus vivos llenos de confianza en sí mismos. Son altos y esbeltos, llenos de dignidad en la actitud y el gesto, prontos a la acción e insensibles a las heridas. Llegan a vanagloriarse de sus cicatrices y desprecian la muerte». Pero, a la larga, esas numerosas tribus numéricamente débiles no pudieron mantenerse distanciadas de los pueblos dominados. Con el paso de los siglos debieron fusionarse cada vez más estrechamente con ellos. Los jefes de los autóctonos accedieron primeramente a cargos dirigentes, y pronto los señores germánicos aprendieron también la lengua de sus súbditos y vistieron trajes meridionales. Perdieron progresivamente su carácter germánico y se fundieron así, poco a poco, con los pueblos autóctonos. Puede deplorarse que se perdiera tanta sangre germánica. Pero esto, por otra parte, condicionó el nacimiento de una Europa homogénea, pues, durante siglos, incluso hasta los tiempos modernos, la herencia de la sangre germánica sobrevivió en las clases dirigentes de esos pueblos románicos.


La influencia duró mucho tiempo, incluso hasta la Edad Media. El personaje clave de la Edad Media, el caballero, estaba totalmente animado en su actitud por el espíritu germánico. Fue pues también la herencia de la sangre germánica la que se tradujo en las grandes obras de esos pueblos en los siguientes siglos. La herencia germánica se perpetuó en los nobles españoles que, a partir del siglo XII, expulsaron a los árabes de España y partieron como conquistadores a América. Vivió en los caballeros provenzales que contribuyeron a proteger a Europa en el frente del Mediterráneo Oriental del asalto del Islam. Se expresó igualmente en un Leonardo da Vinci y en otros grandes hombres del Renacimiento que, hacia el año 1500, crearon las realizaciones culturales sin las cuales nuestra vida actual seria inconcebible.


La anexión del Sur europeo a la comunidad de los pueblos germánicos, esa creación de una base adelantada en el Sur del espacio vital germánico fue de la mayor importancia para el devenir global de Europa. Sólo gracias a la clase dirigente del tipo germánico pudieron esos pueblos cooperar en la civilización caballeresca de la Edad Media, en la cual se reveló la primera Europa, tal como la conocemos hoy. Pero esta Europa "nuestra" no fue fundada realmente más que por esta parte del pueblo germánico que hizo de la Europa central el corazón alemán incluídos los Países Bajos, Bélgica y el Norte de Francia, un territorio étnico germánico. Las realizaciones de los francos fueron su origen. En el siglo VIII pudieron decir con toda justicia y claramente conscientes de su importancia histórica, que Europa era la tierra del Imperio Franco. Poco tiempo antes de la Era cristiana, las tribus germánicas habían abandonado su antigua área de "hábitat" para dirigirse hacia el Sur y el Oeste, y habían colonizado toda Alemania hasta el Danubio, los Vosgos y el Mosa. El territorio alemán se había convertido en una "Germania". Durante siglos el Imperio Romano había contenido a estas tribus, principalmente a los francos del Bajo Rin, a los alamanes del Alto Rin y del Danubio, y a los bávaros en Bohemia, aunque no pudieron impedir la instalación cada vez mas importante de estos colonos germánicos al Oeste del Rin. Pero tras el hundimiento del Imperium, poco después del año 400, estos pueblos progresaron también; sin embargo, no sometieron más que el país que podían colonizar enteramente. Así, Alemania se convirtió en germánica hasta las cimas de los Alpes incluídas Suiza y Alsacia, mientras que los francos atravesaban el Rin, desde el Mosela hasta su desembocadura e invadían en un siglo todo el país que se extiende hasta la región del Sena (un poco al Norte de París) con densas implantaciones germánicas. Simultáneamente, los frisones y los sajones habían ocupado los Países Bajos al Norte de la desembocadura del Rin. Más al Norte aún, los anglos y los sajones empezaron a colonizar Inglaterra partiendo de la desembocadura del Elba.

Así, el espacio vital germánico situado en el centro de Europa había llegado a ser un bloque poderoso, que se extendía al Oeste y al Este del Rin hasta La Mancha y hasta el Oder. Allí vivía la mayor parte de los germanos que, en los siguientes siglos, debían unirse para constituír el pueblo de los alemanes. Y es desde allí que se desarrolló el centro de la Europa germánica.

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