viernes, 21 de noviembre de 2014

Lo que no te cuentan de Nuremberg

"Todas las guerras son de hecho agresivas. La verdadera fuente de autoridad son los poderes de los vencedores sobre los vencidos...." El juez Harlan Fiske Stone, quien era entonces el presidente de la Corte Suprema estadounidense y en ese rol jefe del juez Jackson, el principal acusador estadounidense de Nuremberg, tuvo esto para decir mientras hablaba a un reportero de la revista Fortune, según aparece citado en el libro de Alpheus Thomas Mason "Harlan Fiske Stone: Pillar of the Law", p. 715:
Harlan Fiske Stone.
Para su información, pero no para que lo publique como viniendo de mí, me gustaría informarle que la Corte Suprema no tuvo nada que ver, ni directa ni indirectamente, con los Juicios de Núremberg, o con la acción gubernamental que los autorizó. No fui informado de la participación del juez Jackson hasta que su designación por el Ejecutivo fue anunciada en los periódicos.


De manera que el juicio de Núremberg es una tentativa para justificar la aplicación del poder del vencedor al vencido porque éste emprendió una guerra de agresión —explicó—; me disgusta enormemente verlo disfrazado con una falsa fachada de legalidad. Lo mejor que se puede decir es que se trata de un acto político de los Estados victoriosos, que puede ser moralmente correcto, como lo fue el secuestro de Napoleón alrededor de 1815.


Pero los Aliados en aquel día no creyeron necesario justificarlo mediante una apelación a principios legales inexistentes. Como un asunto práctico, me parece que las dificultades y las incertidumbres de decir quién es el agresor bajo las condiciones que producen la guerra moderna deberían hacernos dudar en asentar un principio para el futuro que siempre requeriría que aquella pregunta fuera contestada por el vencedor. Todas las guerras son de hecho agresivas. La verdadera fuente de autoridad son los poderes de los vencedores sobre los vencidos.

No me molestaría enormemente si aquel poder fuera abierta y francamente usado para castigar a los líderes alemanes por ser una agrupación malvada, pero me molesta un poco verlo vestido con el ropaje del Derecho común y las salvaguardias constitucionales aplicado a aquellos acusados de crímenes. Parece como si nos estuviéramos comprometiendo con la proposición de que el resultado de cada guerra debe ser que los líderes de los vencidos deben ser ejecutados por los vencedores.


Ésa era la realidad. El juez Jackson, manejando el desarrollo de los procesos más importantes de Núremberg, era un hombre con ambiciones presidenciales que necesitaba un alto perfil fabricado en un escenario de auto-interés. Los Juicios de Núremberg debían ser la rampa de lanzamiento para su carrera presidencial.


El Tribunal de Núremberg no fue seleccionado a partir de, o integrado por, los jueces de los neutrales suizos o suecos, o de algunos países africanos, asiáticos o iberoamericanos más distantes. Jueces civiles estadounidenses en gran medida compusieron el grueso de los jueces Aliados, no oficiales militares de carrera, que podrían haber tenido algún entendimiento y compasión por las condiciones por las que pasaron los líderes militares y el gobierno civil bajo condiciones de guerra extrema.

Estos últimos podrían haber tenido indudablemente una mejor apreciación de por qué algunas medidas de guerra fueron emprendidas por Alemania en los desesperados días de la guerra. El conjunto de jueces estadounidenses de pequeñas ciudades, experimentados en clubes de campo y canchas de golf, no lo hubiera podido.


Además, los vencedores Aliados descaradamente continuaron su guerra contra los alemanes por otros medios mucho después de que los disparos habían cesado, no mediante bombas y balas sino esta vez por medio de psicólogos que "diagnosticaban" falsamente o, peor aún, dando a los torturadores libertad de acción: investigadores cínicos y brutales que podían —y con frecuencia lo hicieron— maltratar, golpear, azotar, privar de comida, asfixiar y mutilar a sus prisioneros para conseguir confesiones y declaraciones que fueron tan cruelmente extraídas como lo fueron las confesiones de las brujas durante los repugnantes procesos por brujería de la Alta Edad Media. La injusticia de los Juicios de Núremberg fue testimoniada no sólo por Harlan Fiske Stone, presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, sino también por el juez de la Corte Suprema de Iowa Charles F. Wennerstrum, un hombre del medio Oeste, que se sentó en uno de los tribunales intentando restarle importancia a los supuestos criminales de guerra nacionalsocialistas después de la guerra.


Wennerstrum señaló, en una celebrada y polémica entrevista dada a un reportero del Chicago Daily Tribune, que con frecuencia los interrogadores y algunos de los acusadores eran judíos que habían huído de la Alemania nacionalsocialista y que habían regresado con uniformes de los Aliados para atormentar y buscar venganza contra los nacionalsocialistas que habían querido expulsar a los judíos del espacio vital europeo porque los consideraron dañinos para el esfuerzo de guerra y para la civilización de Europa Occidental.


El artículo describió de la siguiente manera a la gentuza que llegó a la Alemania de posguerra para ajustar cuentas privadas, como visto a través de los ojos del juez Wennerstrum, después de que él renunció disgustado:


Si yo hubiera sabido hace siete meses lo que sé hoy —dijo (Wennerstrum) a sus amigos cuando hizo las maletas para irse hacia Estados Unidos—, yo nunca habría venido aquí. El proceso inicial por crímenes de guerra aquí fue juzgado y proseguido por estadounidenses, rusos, británicos y franceses con gran parte del tiempo, esfuerzo y gastos, dedicados al blanqueo de imagen de los Aliados y a la colocación de la culpa exclusiva por la Segunda Guerra Mundial sobre Alemania. «Lo que he dicho del carácter nacionalista de los tribunales —siguió el juez—, se aplica al procesamiento. Los altos ideales anunciados como los motivos para crear estos tribunales no se han hecho evidentes.


El procesamiento no ha logrado mantener la objetividad a distancia del carácter vengativo, a distancia de ambiciones personales para conseguir condenas. Ha dejado de esforzarse para sentar precedentes que podrían ayudar al mundo a evitar futuras guerras.


La atmósfera entera aquí es insalubre. Se necesitaban lingüistas. Los estadounidenses son lingüistas notablemente pobres. Se emplearon abogados, actuarios, intérpretes e investigadores que se habían convertido en estadounidenses sólo en años recientes, cuyos antecedentes tenían incrustados odios y prejuicios europeos... (Chicago Daily Tribune, 23 de Febrero de 1948).

En otras palabras, los Aliados suministraron a los interrogadores, la mayor parte de ellos judíos, como han declarado algunas víctimas, que habían tenido una vida de experiencia tratando con judíos y que por esa razón los habían reconocido. Aquellos de nosotros que somos alemanes y podemos hablar alemán podemos discernir fácilmente la pertenencia étnica de algunos de los acusadores simplemente por sus acentos y patrones discursivos, incluso en emisiones de radio y noticieros.


La mayor parte de la "evidencia" en los procesos fueron "documentales", seleccionados por los Aliados del inmenso tonelaje de archivos capturados. La selección de documentos fue hecha por la parte acusadora. La defensa tuvo acceso sólo a aquellos documentos que la fiscalía consideró como material para el caso y que fueron puestos a disposición de la defensa. Los Aliados podían decidir liberar, esconder o destruír cualquier documento que no calzara con su estrategia de posguerra o con sus planes en Núremberg. Además, los Aliados admitieron en otra parte que sus ministerios de propaganda y servicios de Inteligencia previamente habían falsificado estampillas, autorizaciones, pasaportes, órdenes, carnets de identidad, etc., alemanes, que engañaron a los nacionalsocialistas muchas veces porque dichos documentos eran muy perfectos y de los cuales los propagandistas Aliados se complacen hasta el día de hoy. No se requiere un gran salto de la imaginación para suponer lo que estas mismas agencias gubernamentales de los Aliados, su personal y sus falsificadores de documentos, podían hacer entonces con todas las capturadas instalaciones alemanas genuinas productoras de documentos, las máquinas de escribir incautadas, los timbres de goma y las toneladas de papelería oficial de todos los tamaños y variedades de cualquier organización nacionalsocialista que usted quiera mencionar.


Incluso poniendo aparte la evidencia "documental" cuestionable, veamos algo del "testimonio" de los acusados, cómo fue extraído, y lo que esto realmente significa.


Como viles signos de exclamación, en el núcleo del Tribunal de Núremberg hay ciertas palabras: "Genocidio", "cámara de gas", "Seis millones". Estas palabras, y el juicio moral anexo, se derivaron en gran parte de las admisiones y la declaración jurada de un hombre, Rudolf Hoess (no confundir con Rudolf Hess), el alguna vez Kommandant en tiempos de guerra en Auschwitz.


Rudolf Hoess fue el testigo más importante de los Aliados. Su declaración jurada y su testimonio fueron citados extensamente tanto por los acusadores y en el juicio del TMI en Núremberg, así como por la prensa. Fue su testimonio el que puso el fundamento y validó la afirmación del "exterminio de millones de personas mediante gas en Auschwitz". La "confesión" de Hoess es invocada muchísimas veces por historiadores como Raul Hilberg y otros como una fuente documental primaria hasta este día. Es verdad que Hoess atestiguó en Nuremberg "atrocidades" horrendas, y él también confirmó la "verdad" bajo el juramento de una declaración jurada que él consintió en firmar para la parte acusadora. En ella, él admitió haber dado órdenes para el gaseamiento de millones de víctimas.


Esta declaración jurada estaba en inglés, un lenguaje que él no hablaba ni entendía, según miembros de su familia.


Ahora sabemos gracias al libro de Rupert Butler Legions of Death que Rudolf Hoess fue golpeado casi hasta la muerte por miembros judíos de la Policía de Campaña británica tras su captura y pésimamente maltratado a partir de entonces, hasta que él dio este muy devastador "testimonio" y "declaración jurada" usados por los propagandistas de los Aliados desde entonces.


Sea usted el juez. Aquí está un extracto de este libro de Butler, página 235:


A las 5 de la tarde del 11 de Marzo de 1946, la señora Hoess abrió su puerta principal a seis especialistas de Inteligencia con uniforme británico, la mayor parte de ellos altos y amenazantes, y todos ellos experimentados en las técnicas más sofisticadas de la investigación sostenida y despiadada.


Ninguna violencia física fue usada contra la familia: era apenas necesario. La esposa y los niños fueron separados y custodiados. El tono de Clarke era deliberadamente discreto y coloquial.

Él comenzó suavemente: Entiendo que su marido vino a verla tan recientemente como anoche.


La señora Hoess simplemente contestó: "No lo he visto ya que él huyó hace meses". Clarke intentó una vez más, diciendo suavemente, pero con un tono de reproche: Usted sabe que eso no es verdad. Entonces de repente su manera cambió y él gritaba: ¡Si usted no nos dice, la entregaremos a los rusos y ellos la pondrán delante de un pelotón de fusilamiento. Su hijo irá a Siberia!.


Aquello resultó más que suficiente. Finalmente, una quebrantada señora Hoess reveló el paradero del antiguoKommandant de Auschwitz, el hombre que ahora se hacía llamar Franz Lang. La conveniente intimidación del hijo y la hija produjo la información exactamente idéntica.


Así es cómo la captura se llevó a cabo. Clarke, uno de los participantes, lo recuerda vívidamente:


Hoess estaba encima de una litera de tres niveles llevando puesto un piyama nuevo de seda. Descubrimos más tarde que él había perdido la píldora de cianuro que la mayor parte de ellos llevaba. Pero tampoco hubiera tenido muchas posibilidades de usarla porque habíamos metido a la fuerza una linterna en su boca.


Hoess gritó de terror tan sólo al ver los uniformes británicos.


Clarke gritó: "¿Cuál es su nombre?"


Con cada respuesta de "Franz Lang", la mano de Clarke se estrellaba contra la cara del prisionero. La cuarta vez que eso sucedió, Hoess se quebrantó y confesó quién era él.


El prisionero fue arrancado de la litera superior, y el piyama desgarrado de su cuerpo. Lo arrastraron entonces desnudo a una de las mesas de tortura, donde le pareció a Clarke que los golpes y los gritos eran interminables. Finalmente, el Oficial Médico instó al Capitán: Dígales que se detengan, a menos que usted quiera devolver un cadáver.


Una manta fue arrojada sobre Hoess y lo arrastraron al automóvil de Clarke, donde el sargento vertió una cantidad sustancial de whisky por la garganta de Hoess. Entonces Hoesstrató de dormir.


Clarke arremetió con su bastón de servicio bajo los párpados del hombre y le ordenó en alemán: "Mantenga sus ojos de cerdo abiertos, usted, puerco"

El grupo llegó de vuelta a Heide alrededor de las tres de la mañana. La nieve aún caía, pero a Hoess le fue arrancada la manta y se le hizo caminar completamente desnudo por el patio de la prisión hasta su celda. Tomó tres días conseguir una declaración coherente de él.


Esta declaración torturada y aterrorizada del hombre fue aquella con la que todos estamos familiarizados, la "prueba" del así llamado "gaseamiento de los judíos".


Los historiadores hoy finalmente están admitiendo que Hoess era completamente un testigo no fiable, ¿y acaso es de extrañar? Él habló de un campo de concentración "Wolzek" que ni siquiera existe. Él juró que 2.500.000 personas fueron gaseadas y quemadas en Auschwitz, y que un adicional medio millón murió de enfermedad, para un total de tres millones de muertos.


El Toronto Sun del 18 de Julio de 1990 afirmó que fue 1,5 millón. ElWashington Post, en la misma fecha, también mencionó 1,5 millón. Citado de un artículo de Krzyszlov Leski, tenemos lo siguiente:


Polonia ha recortado su estimación del número de gente muerta por los nacionalsocialistas en el campo de exterminio de Auschwitz dede 4 millones a sólo un poco más de 1 millón.

Se acepta ahora que la gran mayoría de los muertos fueron judíos, a pesar de afirmaciones del antiguo gobierno comunista polaco de que muchos polacos perecieron en el campo de concentración más grande de Hitler. El nuevo estudio podría reavivar la controversia sobre la magnitud de la solución final de Hitler.


Shevach Weiss, un sobreviviente de un campo de exterminio y miembro del Partido Laborista del Parlamento israelí, expresó su incredulidad sobre las estimaciones revisadas, diciendo: "Eso suena chocante y extraño.


Shmuel Krakowsky, jefe de investigación en el monumento conmemorativo para las víctimas judías del "Holocausto" llamadoYad Vashem, ubicado en Israel, dijo que las nuevas cifras polacas eran correctas.


La cifra de 4 millones fue dicha sin querer por el capitán Rudolf Hoess, el comandante nacionalsocialista del campo de exterminio. Algunos la han comprado, pero fue exagerada.


Las autoridades polacas dijeron que las estimaciones exactas del número de muertos sólo podrían ser hechas estudiando los documentos alemanes incautados por la Unión Soviética. Pero Moscú ha rechazado devolver los archivos.

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