El soldado no ama la muerte, pero tampoco le teme, siempre la prefiere antes que a la esclavitud.
Los hombres a su mando eran completamente leales a él, catalogándolo como un líder Carismático.
Días antes de la rendición alemana en la alta Austria, Peiper ante el río Elba ordena la destrucción de todas las armas de la división y cruzar el río donde la zona militar daba comienzo, para que sus hombres, no cayesen en manos de los soviéticos. Él será capturado por los americanos en su casa un mes más adelante donde, tras ser condenado a pena de muerte en juicio, acaba liberado tras 20 años en prisión dada la imposibilidad de poder inculparlo y debido a los testimonios, quitándole toda culpabilidad dados por sus hombres.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, Peiper junto a otros miembros de las Waffen SS son juzgados en una corte militar americana por la “Masacre de Malmedy”. Peiper se ofreció a cargar con toda la culpa si la corte dejaba en libertad a sus hombres, lo cual fue negado.
Peiper, al igual que sus hombres, fueron hallados culpables y sentenciados a morir por ahorcamiento. Peiper apeló para que sus hombres no fueran fusilados pero dicha petición fue negada. Sin embargo, debido a carencia de pruebas congruentes, la pena le es conmutada a muchos de los acusados, entre ellos Peiper, quién cumplió una condena de 11 años y luego fue puesto en libertad de la cárcel en la fortaleza de Landsberg, el 22 de diciembre de 1956.
En enero de 1957 empezó a trabajar para Porsche en Frankfurt. Los sindicatos comunistas exigieron su despido. Más tarde trabajó para la VW en Stuttgart, pero allí fue despedido también por causa de la agitación izquierdista. Con esto se dio cuenta que no podría permanecer más tiempo en Alemania y se trasladó con su familia a Francia.
La mañana del 13 de julio de 1976, Peiper envió a su esposa, que padecía de cáncer, de vuelta a Alemania. Él mismo no quiso dejar su hogar porque temía que lo quemaran. Su vecino Ketelhut le había sugerido que pasara la noche en el molino, pero Peiper rechazó la oferta. No quiso tampoco que Ketelhut permaneciera con él, puesto que podría recibir algún disparo de los atacantes. "No", dijo, "ya han muerto suficientes." Jochen Peiper esperó en el mirador de su casa desde donde podía observar el río Saone. Erwin Ketelhut le había prestado su rifle. A las 10:30 de la noche oyó un ruido en los arbustos y vio una docena de hombres subiendo por el banco del río. Disparó al aire para intimidar a los intrusos borrachos. Le dijeron que saliera. Él lo hizo así y abrió la puerta para hablar con ellos.
Lo que sucedió después sólo lo pueden contar los asesinos. El cuerpo del Obersturmbannführer, Jochen Peiper, fue encontrado carbonizado y sólo medía un metro, no tenía manos ni pies. Murió alrededor de la 1 de la madrugada. La casa fue incendiada, el tejado destrozado. ¿Qué sucedió entre las 11:30 y la 01:00 horas de la madrugada? ¿Estaba el Obersturmbannführer vivo cuando le mutilaron? ¿Estaba todavía vivo cuando lo quemaron? Los culpables vertieron gasolina en el piso, a la que prendieron con una mezcla de petróleo y aceite de motor. Peiper estaba en su dormitorio, echado de lado con su espalda en la pared, un brazo inclinado ante su pecho. Nada había caído sobre él. Murió por el intenso calor. El cuerpo no estaba incinerado sino encogido.
Erwin Ketelhut y el francés que le conocía y simpatizaba con él compartieron la opinión que este hombre caballeroso, habiendo desafiado tantos peligros, no debería haber muerto de este modo. Los asesinos habían conducido con su coche hasta un prado en el banco del río donde dos barcazas estaban preparadas. Con ellas habían cruzado el Saone y de aquí en adelante tuvieron que trepar hasta el escarpado banco a través de los arbustos.
Después del asesinato se marcharon por otro camino de vuelta al prado, enfrente de la casa, hasta la calle. Los bomberos dragaron el río para buscar las partes perdidas del cuerpo. La investigación de la policía francesa llevó seis meses. Los comunistas de Vesoul y los miembros de la Resistencia fueron interrogados. Nadie sabía nada. Luego el caso fue archivado. Nadie fue arrestado o castigado. El área de Traves no está densamente poblada, hay sólo diez habitantes por kilómetro cuadrado. Todo el mundo conoce a todo el mundo allí y la gente sabe todo acerca de los demás. Pero nadie sabía nada.
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