sábado, 15 de febrero de 2014

Los 54 ultimos..El Baler



El asedio de Baler (30 de junio de 1898 - 2 de junio de 1899) es la defensa de la última posición española en Las Filipinas. Durante casi un año, 54 soldados españoles resistieron el ataque de 400 soldados tagalos desde el interior de la pequeña iglesia de Baler.

Después de 337 días, el teniente Saturnino Martín Cerezo y sus compañeros, salieron de la iglesia, harapientos con los máuser enmohecidos, sin municiones, muchos desdentados, pero salieron con honor de la iglesia que les había protegido durante 337 días, desfilando con marcialidad de cuatro en fondo orgullosos y con la cabeza bien levantada, recibiendo los honores de las tropas zagalas.
DESFILE SALIDA DE LA IGLESIAEn la isla de Luzón, en el Distrito Píncipe, estaba la pequeña población de Baler, un pueblecito situado sobre un recodo, al sur de la ensenada o bahía de su nombre, distante de la playa unos 1.000 metros cerca del Océano Pacífico. Contaba con un grupo escaso de casas dispersas y una iglesia.

Con un cabo y 4 guardias civiles filipinos, eran suficiente para cumplir con la misión de controlar a los contrabandistas del lugar. Pero como consecuencia de la tensión , llegaron a Baler refuerzos, el teniente Mota, de 18 años, con 50 cazadores. Los cazadores del grupo expedicionarios, constituían la fuerza de choque de los españoles en las Filipinas.

Con los primeros ataque de los filipinos, esta fuerza de 50 efectivos fue masacrada , fue barrida del mapa rápidamente y el propio teniente Mota, se suicidó, se pegó un tiro antes de rendirse. Entonces, desde Manila, la capital, se volvieron a mandar más refuerzos .
LOS ULTIMOS DE FILIPINAS
En febrero de 1898 salía de Manila una nueva expedición con dirección a Baler. Otros 54 cazadores al frente del capitán Enrique de la Morenas y los tenientes Saturnino Martín Cerezo y Juan Alfonso Zayas, junto con el teniente médico Rogelio Vigil de Quiñones, se desplazaron a Baler. Eran 54 cazadores dispuestos a defender Baler para los intereses de España. Los 54 cazadores , llegaron a Baler se instalaron en el pueblo y fortificaron la comandancia. En la isla de Luzón, los españoles había fundado 1400 pueblos y en todos ellos, el principal edificio era la Iglesia. La iglesia de Baler estaba muy fortalecida, casi una auténtica fortaleza militar, con unos profundos muros perimetrales de 1,5 metros de ancho y unos 20 metros de fachada. Esta construcción era la más adecuada para resistir los fuertes huracanes, tan habituales en este territorio. Enrique de las Morenas, acordó con el padre Carreño, que si las cosas se ponían difíciles, los españoles se retirarían a refugiarse a la Iglesia al ser el lugar más sólido y seguro de la población .

La sociedad secreta Katipunan decide atacar a los españoles. Al frente de este ejército revolucionario estaba Emilio Aguinaldo y Novicio Luna. Katipuna tenía miles de efectivos a su disposición y valer era una pieza muy apetitosa. Sería muy fácil tomar aquella iglesia defendida por tan solo 54 españoles. Pero las cosas no iban a ser tal como se lo imaginaba Aguinaldo.

El 27 julio de 1898 Enrique de las Morenas decide refugiarse con todo el destacamento en la iglesia del pueblo. Se van a defender de los filipinos con todo lo que tienen, que no es mucho; pero están decididos a aguantar hasta el final, hasta que lleguen más refuerzos o nuevas órdenes desde la capital, desde Manila.

La iglesia era reducida y de muros débiles.Se taparon las ventanas. En torno de la iglesia, muy próximo a sus paredes, el enemigo formó una recia trinchera.

Los españoles reúnen toda la alimentación disponibles y la meten en la iglesia: 4.500 kgr de arroz en mal estado, habichuelas, tocino rancio, mucho azúcar pero no disponían de sal para conservar los alimentos frescos. Comienza la resistencia de Baler. Serán 337 días, lo que en principio iba a ser una resistencia a la espera de refuerzos, se convirtió en una resistencia heroica. A las pocas horas los filipinos atacan la iglesia de Baler.
 

Cientos de tagalos atacan a los españoles por todas las partes pero los cazadores logran repeler todas las ofensivas. Los tagalos después de reagruparse vuelven a la ofensiva y los españoles vuelven a repelerlos. Los días van pasando y la decisión de los españoles de defenderse no cambian, se han clavado al terreno y están dispuestos a soportar todos los envites tagalos hasta nuevas órdenes.

Los tagalos les enviaban a los sitiados, de tarde en tarde, mensajeros de paz; pero los sitiados los desdeñaban. Reducidos al interior de la iglesia, tabicadas las ventanas, la ventilación era deficiente; se respiraba un aire denso y viciado.

El problema se llama ber-iberi. Comenzó a asomar la terrible epidemia del ber-iberi. Los efectos comenzaban por los pies. Se hinchaban las extremidades inferiores con tumefacciones dolorosas; iba ascendiendo el mal, y poco a poco, entre dolores agudísimos, acababa la vida del atacado

El ber-iberi es una enfermedad producida por carencia de vitamina B1 (tiamina), que afecta el aparato cardiovascular (beri-beri húmedo) o el sistema nervioso (beriberi seco). En estos años todavía no se conocían las vitaminas. Se descascarillaba el arroz y en esa cáscara estaba la vitamina B1, que tan necesaria era para los españoles. Muchos soldados se ven afectados por el beriberi y también por la disentería. La disentería es una enfermedad infecciosa asociada a dolor abdominal, fiebre, diarrea, e inflamación y ulceración de la boca.

El teniente de las Morenas se desespera. La enfermería se fue llenado de soldados, incluso el mismo teniente estuvo afectado por el beriberi. Cuando se agotó las raciones de carne, se comieron lagartijas, ratas, serpientes. Cualquier animal que se movía era apto para el consumo. Y los hombres comenzaron a morir, la mayoría por las enfermedades y el hambre. Finalmente fallece el capitán Enrique de las Morenas y el teniente Juan Alfonso Zayas.


La situación es desesperada y al frente de la guarnición queda el teniente Saturnino Martín Cerezo. Los tagalos siguen atacando, ahora ya con cañones. Manila ya había caído y los filipinos llevan las piezas de artillería desde la capital a Baler para rematar a los españoles.

El techo de la iglesia fue destruido por el cañón enemigo. Lla lluvia inundaba los lechos. Apenas se dormía. La ropa se había gastado. Iban todos vestidos de andrajos. No había calzado. Se iba también casi descalzo. A todo esto el enemigo no cesaba de enviar mensajes de paz. Acabaron los sitiados por decir que no recibirían ya a ningún emisario.

La bandera española que flameaba en la torre se había consumido por el sol, la lluvia y el viento. Afortunadamente, en la iglesia pudieron encontrar telas de color amarillo y rojo. La bandera fue rehecha, pero la torre, a fuerza de cañonazos, se vino abajo.

España se había rendido a los americanos. El 13 de agosto de 1898 España firma el tratado de Paris donde capitula y entrega a USA, en el mismo tratado, las Filipinas, Cuba y Puerto Rico. Por las Filipinas sólo pagaron 20 millones de dólares. España estaba desmoralizada, estaba hundida ante una grandísima crisis económica. Todo ya se había perdido pero qué sería de los hombre de Filipinas. Comenzaron las repatriaciones, pero en Baler el teniente Saturnino Martín Cerezo seguían resistiendo en Baler.

Desde Manila los españoles enviaron emisarios a Martín Cerezo, anunciando la rendición de España y que ya todo había terminado. Que depusieran las armas y se rindieran. Llegó el capitán Olmedo con las noticias, pero Martín Cerezo desconfiaba de todos. Hasta 5 veces se intentó convencer a Martín Cerezo de que la guerra había terminado.

Llegó la Navidad de 1898, la situación era angustiosa. Los alimentos ya se habían terminado y les quedaban infusiones de naranja amarga. El teniente Martín Cerezo con el teniente médico Rogelio Vigil de Quiñones, deciden salir para ir a cazar algo que llevarse a la boca. 10 hombres salieron de la iglesia y a tiro limpio se hicieron con una buena pieza. Los españoles había logrado cazar un carabao, una especie de búfalo y terminaron por meterlo en la iglesia. Ya tenían carne fresca para tres días. Mientras tanto los soldados españoles seguían demostrando de un heroísmo sublime, seguían haciendo oídos sordos a las órdenes de los diferentes emisarios que iban llegando a la iglesia.

La guerra había terminado, pero ahora los filipinos luchaban contra los norteamericanos, el tratado de Paría había sido una traición para los intereses locales, el tratado no les otorgaba la independencia. Ahora sería una colonia de USA.

El 13 abril de 1899, el almirante Dewey envió al cañonero USS Yorktown, los americanos tuvieron el gesto de intentar la salvación de los cazadores de Baler. Los americanos deciden ir en ayuda de los españoles y sacarles de Baler. El cañonero americano , Yorktown ilumina por la noche la iglesia de Baler; el teniente Cerezo interpretan que son los refuerzos que llevan esperando desde julio y se produce un explosión de euforia entre los españoles. Pero los 16 fusileros americanos del Yorktown, al frente de su teniente James C. Gillmore murieron en Baler sin lograr rescatar a los españoles, resultaron totalmente insuficientes. El Yorktown se retiró. Martín Cerezo ordenó seguir con la resistencia con la bandera clavada hasta el final empeñados en una defensa a ultranza hasta el último hombre.

En mayo, el teniente coronel Cristóbal Aguilar y Castañeda, llegaba a Baler desde Manila a bordo del cañonero Uranus. Martín Cerezo , en su ofuscación, confundió el cañonero español con una barco filipino y supuso que era un intento de los filipinos para engañarle, pensó que el barco era filipino y estaba camuflado como barco español para tenderle una trampa. Martín Cerezo se niega a salir de la iglesia y Aguilar no consigue convencerle de que la guerra ha terminado. Entonces el teniente coronel Aguilar, se entrega unos periódicos para que los lea y verifique lo que le está diciendo. Y Martín Cerezo lee los periódicos y las notocias de España, se convencen de su error y asume la realidad. Todos tenían razón él estaba confundido, nadie le había engañado. El había defendido la plaza, él había resistido.

Durante el sitio de Baler, en la iglesia se produjeron 8 deserciones, 6 se escaparon y 2 fueron fusilados el 1 de junio, dos días antes de salir de la iglesia de Baler. Martín Cerezo le pide al teniente médico, Rogelio Vigil de Quiñones, que inscriba ese suceso como dos muertos por la enfermedad.

El 2 de junio de 1899, 337 días después, la bandera española era arriada y en su lugar se izó la bandera blanca. Martín Cerezo consiguió negociar la rendición, logró una rendición más honrosa que la que consiguieron firmar sus superiores en Manila unos meses antes. En la capitulación firmada en Baler, se decía que las dos partes habían decidido abandonar las hostilidades, que los españoles serían respetados, que saldrían de la iglesia portando sus armas y que serían escoltadas hasta las tropas españolas o un lugar seguro.

Se presentó en la Iglesia, Simón Tecson, oficial al mando de las fuerzas filipinas sitiadoras y Martín Cerezo le indicó su intención de rendirse siempre y cuando se aceptaran una serie de condiciones. Tecson le pidio a Cerezo que las redactara y que si no había nada que resultara degradante, aceptaría la rendición y permitiría a los españoles salir con las armas hasta el borde de su jurisdicción, donde deberían entregarlas.


En Baler a los dos días del mes de junio de mil ochocientos noventa y nueve, el 2.º Teniente Comandante del Destacamento Español, D. Saturnino Martín Cerezo, ordenó al corneta que tocase atención y llamada, izando bandera blanca en señal de Capitulación, siendo contestado acto seguido por el corneta de la columna sitiadora. Y reunidos los Jefes y Oficiales de ambas fuerzas transigieron en las condiciones siguientes:

Primera. Desde esta fecha quedan suspendidas las hostilidades por ambas partes beligerantes.

Segunda. Los sitiados deponen las armas, haciendo entrega de ellas al jefe de la columna sitiadora, como también de los equipos de guerra y demás efectos pertenecientes al Gobierno Español.

Tercera. La fuerza sitiada no queda como prisionera de guerra, siendo acompañada por las fuerzas republicanas a donde se encuentren fuerzas españoles o lugar seguro para poderse incorporar a ellas.

Cuarta. Respetar los intereses particulares sin causar ofensa a personas.

Y, para los fines que haya lugar, se levanta la presente acta por duplicado, firmándola los señores siguientes:

Teniente Coronel de la fuerza sitiadora,Simón Tecson. El Comandante, Nemesio Bartolomé. Capitán, Francisco T. Ponce. Segundo Teniente Comandante de la fuerza sitiada, Saturnino Martín. El Médico, Rogelio Vigil."

Martín Cerezo había entrado con honores en la historia militar de España. Cuando salen de la iglesia, sólo quedan 33 soldados y 2 frailes, 17 habían muertos y los 6 que se habían escapado y 2 fusilados . Hasta el cura Carreño había fallecido. Salieron de la iglesia, harapientos con los máuser enmohecidos, sin municiones, muchos desdentados, pero salieron con honor de la iglesia que les había protegido durante 337 días, desfilando con marcialidad de tres en fondo orgullosos y con la cabeza bien levantada, recibiendo los honores de las tropas zagalas.

Nadie se explica cómo pudieron resistir tanto, como pudieron soportar enfermedades como el beriberi y la disentería, cómo la mayor parte de las bajas, lo fueron por enfermedad y no por el combate, cuando ellos le habían causado al enemigo centenares de bajas.

Más tarde el 30 de junio se publicó un decreto firmado por Aguinaldo, presidente de la República Filipina, en el que se podía leer lo siguiente:


"Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente:

Artículo Único. Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país. Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899

El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo.

El Secretario de Guerra, Ambrosio Flores."

El día 29 de julio los héroes de Baler embarcaron en el vapor Alicante, de la Compañía Trasatlántica y el 1° de septiembre desembarcaron en Barcelona, siendo recibidos por las primeras autoridades.

El teniente Saturnino Martín cerezo, fue condecorado con la Laureada de San Fernando y nadie se explica porque no se concedió una Laureada colectiva a los compañeros del teniente Martín Cerezo.

A la familia del capitán Enrique de las Morenas y Fossi, se le concedió una pensión anual de 5.000 pesetas válida para su viuda o sus herederos. Enrique de las Morenas, nacido Chiclana de la Frontera, el 23 de mayo de 1855; fue ascendido a título póstumo al grado de Comandante. Tiene dedicadas calles a su nombre en Chiclana, Cabra, Baena, y una plaza en Madrid.

El teniente Martín Cerezo llegó al empleo de general.

A los soldados el estado les concedió 60 pesetas de pensión; algunos de ellos murieron como mendigos en las calles de España; 12 llegaron a la Guerra Civil; incluso alguno de aquellos murió fusilado en la Guerra civil.

En las Filipinas quedaron dispersos los cuerpos de más de 5.000 españoles, oficialmente se les consideró como desaparecidos en combate. Nunca volvieron con nosotros ni recibieron ni el agradecimiento ni el reconocimiento debido; sólo ingratitud y olvido en las generaciones posteriores. Así somos los españoles .....
Los Últimos de Filipinas

En total fueron sitiadas 60 personas, incluyendo los dos misioneros enviados por los filipinos, de las cuales 15 murieron enfermos de beriberi o disentería, 2 murieron por heridas de combate, 6 desertaron y 2 fueron fusilados por orden de Martín Cerezo tras ser declarados culpables de intento de deserción.

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