domingo, 24 de enero de 2016

Rosenberg analiza el Marxismo.


A fines de enero de 1934 el Führer encargó a Alfred Rosenberg la supervisión del adoctrinamiento y de la educación de todo el Movimiento Nacionalsocialista. El 22 de febrero A. Rosenberg inauguró su actividad con un gran discurso fundamental sobre La Lucha por la Concepción del Mundo. 

Al acto concurrió la casi totalidad de la Conducción del Reich del NSDAP, la mayoría de los Gobernadores y Gauleiter , representantes de los Gobiernos del Reich y de los Estados provinciales, el cuerpo diplomático, la totalidad de la prensa del interior y del exterior, representantes de las universidades e Iglesias y de toda la Alemania espiritual. El discurso fue transmitido por radiodifusión y luego reproducido en Sud y Norteamérica, Africa y Asia. 

Reproducimos un fragmento en el que analiza la teoría marxista y los perjuicios que trajo para el trabajador alemán.
"Hemos combatido en estos 14 años a la teoría marxista en todas las aldeas y ciudades de Alemania; hoy la hemos echado por tierra política y estatalmente, pero no es superfluo volver a recordar siempre de nuevo estas teorías y precisamente ahora, en la cima del poder político, no contentarse con lo que hemos rendido durante 14 años porque sabemos exactamente que muchas premisas para la consolidación de la concepción marxista existen aún hoy, y que por eso sigue apareciendo como necesario luchar contra sus principios ideológicos. Me permitiré, por consiguiente, caracterizar brevemente cuatro puntos cardinales.


Cuando el marxismo hablaba de una solidaridad de todos los proletarios del mundo, con ello no había proclamado una consigna favorable a los trabajadores, sino que por el contrario había puesto el hacha en la raíz vital del trabajador alemán; porque mientras los pueblos viven, el trabajador, el campesino o el artesano están ligados con su destino indisolublemente a la Sangre y al Suelo. 

Desde que existe el mundo sólo gente rica tuvo la posibilidad de recorrer viajando muchos países y de llegar a conocer pueblos extraños. En el curso de la historia mundial nunca fueron internacionalistas los trabajadores, campesinos y artesanos, siempre solamente los prestidigitadores, charlatanes y defraudadores del pueblo. Por eso no es casualidad que al crecer las urbes mundiales estos tipos de la sociedad pasaran a primer plano.


La segunda teoría del marxismo fue la prédica de la lucha de clases. A través de ella se ha asestado un segundo golpe contra el trabajador, porque es falsedad llamar a una parte de un organismo contra la otra a la revuelta y prometer luego a todo el cuerpo el saneamiento. 

Esto fue interna, orgánica e ideológicamente, el mayor fraude que se cometió contra el trabajador alemán; aún cuando comprendemos que millones siguieron esta consigna porque sintieron dirigidos contra ellos otra lucha de clases, una lucha de clases del capitalismo, desde arriba. Por eso la historia ha de juzgar la lucha de clases capitalista desde arriba de la misma manera que la lucha de clases marxista desde abajo. Ambas son culpables de la miseria de la Nación alemana.


En tercer lugar la prédica del pacifismo fue la consecuencia necesaria de estas dos confusiones de conceptos. 

No significa otra cosa que este organismo integral, puesto en un estado de graves convulsiones, debía ser ahora también librado al mundo circundante enemigo. El pacifismo en esta forma -que no ha de ser confundido con el auténtico amor a la paz- era un llamamiento a la alta traición y a la traición a la Patria, era un medio para reunir a todos los adversarios de Alemania y volver al pueblo alemán incapaz de toda resistencia. Hemos vivido en estos años cómo esta consigna ejerció su efecto en el campo político exterior, que nos arrojó a una esclavitud tributario y a aquel desprecio político exterior en el que estuvimos sumidos durante 14 años.


Un envenenamiento anímico especialmente profundo fue finalmente la negación del concepto de propiedad. Comprendemos muy bien que la forma en que el concepto de propiedad fue entendido y aprovechado en el siglo XIX, representaba una contradicción al sentir alemán. Pero el marxismo sólo había echado mano de una frase pronunciada al azar por Proudhon y declarado: la propiedad es un robo. 

Negaba con ello el impulso interior y la fuerza creadora no sólo económicamente, sino también ideológicamente en todos los terrenos; porque negaba por principio a todo artista y a todo inventor el derecho de propiedad sobre el fruto de su talento y de su fuerza creadora y birlaba al campesino los productos de su laboriosidad. 

El marxismo predicaba con ello la inferioridad para todos, el rebajamiento de toda gran personalidad al nivel de lo más improductivo y de lo más inferior. Nosotros declaramos al respecto que el concepto de propiedad recibe su juicio valorativo del hecho de si esta propiedad ha sido adquirida honesta o deshonestamente. 

El concepto de propiedad es, por tanto, para nosotros no una controversia de pálidas teorías, sino una cuestión de carácter. Y, por cierto, la teoría marxista enemiga de la vida se exteriorizó luego en la práctica marxista en forma tal que no acaso la propiedad fue declarada robo, sino que los mayores robos fueron declarados propiedad legal".

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