El Profeta de Europa era incorruptible..
Hitler era, además, completamente incorruptible. Él rechazó hacer promesas especiales a los hombres de negocios y otros grupos de interés. Él simplemente les entregaba la plataforma del Partido. Al final, a él se le ofreció la Cancillería simplemente porque sus oponentes sabían que él no podía ser comprado con nada menor.
Hitler nunca se comprometió en cuanto a los principios básicos. Él asumió posiciones peligrosamente impopulares. Rechazó suavizar el mensaje del Partido para apelar a gente melindrosa y tibia. Él no era un demagogo: "Un demagogo le dice a su audiencia lo que ella quiere escuchar. Un mesías le dice a su audiencia lo que él quiere que se escuche". Hitler nunca se preocupó de que sus opiniones radicales lo "desacreditarían" ante los ojos del público, cuyas mentes de todos modos estaban en su mayoría en las garras de los enemigos de Hitler. En lugar de ello, Hitler estaba supremamente confiado en su habilidad para prestar crédito a sus ideas por medio de la razón y la retórica. Él quería elevar la opinión pública hacia la verdad más bien que condescender para adular la ignorancia y la estupidez.
Hitler también rechazó entrar en frentes comunes con partidos enemigos, especialmente con los socialdemócratas, incluso cuando ellos asumían posturas patrióticas.
Adolf Hitler fue un formidable organizador político que se hizo cargo de un minúsculo club de debate bávaro y lo transformó en el partido político más grande de Alemania. Después de ser encarcelado por un abortado Putsch, Hitler decidió obtener el poder legalmente, por medio de la política electoral. Para ese fin, él virtualmente creó la moderna campaña política, viajando incansablemente en automóvil y avión y empleando magistralmente los medios de comunicación de masas de su época. Cuando él se convirtió en Canciller, Hitler demostró ser un formidable estadista, transformando a Alemania con una revolución virtualmente incruenta y recuperando las tierras y el orgullo alemanes por medio de una serie de hábiles triunfos en política exterior hasta que los británicos y los franceses comenzaron una guerra para detenerlo.
Los políticos presuponen un sistema político y un clima de opinión comunes. Ellos generalmente evitan debatir principios fundamentales y en vez de eso tratan con diferencias esencialmente cuantitativas dentro del mismo continuumideológico y político, y de allí su habilidad para comprometerse y su susceptibilidad a la corrupción.
Los revolucionarios tratan con problemas fundamentales de principios, que es por lo cual ellos procuran derrocar los sistemas existentes y comenzar de nuevo. Hitler fue, por supuesto, un revolucionario político. Pero él era algo más. Él se veía a sí mismo como el exponente de toda una filosofía de vida, no sólo de una filosofía política. Él puso a la política en una perspectiva biológica e histórica mayor: la lucha del hombre ario contra la Judería y sus extendidos fenotipos el comunismo y el capitalismo anglo-sajón.
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