sábado, 25 de febrero de 2017

Pueblo y Estado

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El orgullo obliga a afirmar con la más profunda convicción: ¡Yo no soy nada, mi pueblo es todo!.

El nacionalsocialismo se pronuncia como una doctrina heroica de la valoración de la sangre y de la personalidad, así como de las eternas leyes de la selección.

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Un pueblo sólo puede afirmarse en la Historia cuando defiende sus valores raciales y mantiene a su raza libre de mezclas extrañas a la especie

Al reunir el nacionalsocialismo a los seres humanos que según su predisposición más íntima pertenecen a esta concepción del mundo y llevarlos a una comunidad orgánica, se transforma en el partido de aquéllos acuerdo con su naturaleza.

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Un Estado siempre presupone un pueblo. El pueblo es el contenido, el Estado solamente el recipiente, la forma, que ha de servir al mejor desenvolvimiento posible de la vida y al bienestar del pueblo y que debe ser adecuado a su ser y a su carácter.



El Führer dio en forma totalmente clara e inequívoca su sentido al Estado: 

El Estado es un medio para un fin. Su fin reside en la conservación y promoción de una comunidad de seres humanos física y psicológicamente de la misma especie: el Estado no nos manda a nosotros. Nosotros mandamos al Estado, y por lo tanto a nosotros los nacionalsocialistas se nos ha encomendado ejercer el mando sobre el Estado y, gobernarlo.


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Como nuestro pueblo, por lo tanto, es en descollante medida portador de esta raza creadora de cultura, al Estado le están impuestas especiales obligaciones para su promoción y conservación (directivas para la conservación de la pureza de la raza, limpieza del cuerpo administrativo de elementos racialmente extraños, afincamiento). Si bien el nacionalsocialismo concede a todas las razas que están representadas en el pueblo alemán —además de la nórdica por tanto también a la faliana, éstica, dinárica y báltica del Este— derecho y valor, exige sin embargo la conducción espiritual de la que predomina en todos sin excepción, o sea la nórdica.

 
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En ningún caso, así dice el Führer, un pueblo que se compone de distintos núcleos raciales puede dejar determinar su vida, en los intereses más importantes, a la larga por dos o tres concepciones al mismo tiempo. Eso conduce forzosamente tarde o temprano a la disolución de una reunión tan antinatural. Pero si esto ha de ser evitado, entonces es decisivo qué componente racial es capaz de imponer, en base a su naturaleza, su concepción del mundo, que fija la línea según la cual ha de transcurrir la evolución histórica del pueblo.



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