sábado, 25 de febrero de 2017

El Trabajo como Nobleza


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El Nacionalsocialista conoce sólo una nobleza, la nobleza del trabajo, la nobleza del rendimiento.

El que no trabaja no tiene derecho a alimentarse.
Sagradas son las cicatrices del soldado, pero no menos sagrados los callos del hombre de trabajo.



De acuerdo al concepto del Antiguo Testamento, el trabajo es una maldición. El liberalismo hizo suya esta falsificación: el trabajo no es más que mercancía, que se debe vender al precio que fije la oferta y la demanda. 

El burgués consideró al trabajador como un ser humano de segundo orden, un mal necesario al que había que eludir. El olor de sudor y trabajo no era apropiado para las narices de los finos señores. 
No te avergüences de tu chaqueta sucia de tierra y remendada..! llévala con orgullo ! mi camarada. Noble es el sudor que la impregnó y sagradas son las huellas de tu laboriosidad y todo remiendo vale como distintivo de honor de tu incansable fatiga.


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De un lado estaba el trabajo, despojado de todo valor ideal y de todo sentido ético, sentido más y más como carga agobiante, como estupidez digna de lástima; del otro lado, el capital en manos de miserables, que bailaban la demencial danza alrededor del Becerro de Oro,  ¡Ninguno de ellos pensaba en crear valores a través del capital, para el pueblo y la nación, y dar así al capital un fundamento moral!.


Dondequiera que estés colocado, ya sea en la mina, en la cubierta del barco, junto al yunque o al arado, en el escritorio o en el pupitre del profesor, noble es todo trabajo y el barrendero no es de nobleza menor que el consejero de Estado, siempre que dé el justo sentido a su trabajo y rinda algo.
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¡Trabajo es felicidad, trabajo es alegría! Bajo este pensamiento ha de estar tu labor diaria. Trabajador del puño: no subestimes tu actividad, también ella es necesaria. ¿Qué resultaría si tuviésemos sólo empleados, sólo trabajadores intelectuales y ningún trabajador del puño? También tú eres una importante ruedecilla en la gran fábrica, también tu actividad es esencial para el bienestar del pueblo.
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¡Trabajo es bendición! ¿Qué hay más hermoso que producir con ardiente celo?. ¿Qué da alegría más pura que ver generarse y crecer algo bajo tus pensamientos y bajo tus manos? Tu obra, ¿qué puede darte mayor orgullo?.
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Tú no trabajas únicamente por el dinero, porque entonces serías un triste esclavo jornalero; tú trabajas porque el trabajo es para ti la más profunda necesidad de la vida, porque ves en él un pedazo de la fuerza divina de creación y plasmación, que sobre la gris vida cotidiana te levanta hacia las estrellas.

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Trabajo no es sólo deber para ti, es tu sagrado derecho, es un don de Dios. ¡Dichoso de ti si tienes tu espíritu y tus miembros sanos!.

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Algo infinitamente triste está en el que no tiene trabajo, que quisiera producir con manos alegres y sentimiento gozoso y a quien no le está permitido producir, y que se siente expulsado del círculo de los que actúan y trabajan. Pero él tiene al menos el ansia por el trabajo. Pero ¡ay! del que no lleva en sí ese deseo y que desperdicia sus días. Y aunque estuviese ataviado con oro y púrpura, su condición es más miserable que la del animal que lucha para cubrir las necesidades y el alimento de su existencia.



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