Matteo Salvini y la política como lucha por la Identidad..
El mismo Salvini reivindica las raíces cristianas de Italia y sus valores tradicionales.
Todo ejército tiene su capitán.
En la guerra, dirige a sus huestes hacia la victoria, y en la paz intenta mantener el orden interno. Capitanes heroicos o cobardes, fieles o traidores, exitosos o fracasados encontramos en la Historia.
Presente como nadie en las redes sociales y creciendo en las encuestas de manera vertiginosa, Matteo Salvini, viceprimer ministro y ministro del Interior, impulsó en el país transalpino un nacionalismo soberanista capaz de integrar el regionalismo histórico italiano, uno de los países que más tarde accedió a su unificación político-territorial con el nuevas posiciones identitarias frontalmente contrarias al diktat de Bruselas ante fenómenos migratorios globales, uniformizaciones culturales globalizadas, imposiciones socioeconómicas internacionales y problemas ciudadanos cada vez más profundos que eran caldo de cultivo para los llamados populismos de izquierdas o derechas.
Líderes más cercanos que élites intelectuales o afamados generales, que comparten en muchas ocasiones el rancho y que buscan este cargo por servicio público o por intenciones de ascenso. Elegidos por tradición, raciocionio o carisma, la tropa necesitada de verdades y seguridades cree en ellos y lo consideran, habitualmente, uno de ellos.
Italia tiene ahora a Salvini, Il capitano, que pretende representar a la que considera la verdadera Italia. Frente a un Cavaliere provocador como Silvio Berlusconi, a un Professore conciliador como Romano Prodi o a un moderno y joven Rottamatore como Matteo Renzi, muchos italianos de diversa ideología y origen siguen los pasos y los tuits del Capitán.
Presente como nadie en las redes sociales y creciendo en las encuestas de manera vertiginosa, Matteo Salvini, viceprimer ministro y ministro del Interior, impulsó en el país transalpino un nacionalismo soberanista capaz de integrar el regionalismo histórico italiano, uno de los países que más tarde accedió a su unificación político-territorial con el nuevas posiciones identitarias frontalmente contrarias al diktat de Bruselas ante fenómenos migratorios globales, uniformizaciones culturales globalizadas, imposiciones socioeconómicas internacionales y problemas ciudadanos cada vez más profundos que eran caldo de cultivo para los llamados populismos de izquierdas o derechas.
Quedaba atrás la vieja Lega norte de Umberto Bossi, marcada por la masonería y los negocios sobre la coartada del ensueño de la Padanía étnica y secesionista desde el neologismo de la llanura que atraviesa el río Po o Padus y reunida cada año en la exótica celebración de Pontida para denuncia a los ladrones romanos y a los pobres sureños. Le sucedía una nueva Lega italiana, liderado por Luigi di Maio, nacionalista y regionalista a la vez, defensor de los valores tradicionales de la Familia natural a la herencia cristiana y promotor de una gran alianza de reforma europea con Polonia y Hungría.
Pero todos tenemos un pasado. Salvini fue ardiente nacionalista lombardo, como líder del Movimiento de Juventudes padanas y como candidato de los comunistas padanos en las elecciones de 1997, siendo además asiduo colaborador del izquierdista centro social Leoncavallo y admirador declarado de los nacionalismos izquierdistas del momento, del quebequés al vasco. Pero años después, y como miembro de la Lega en el Parlamento europeo desde 2004, comenzó su transformación.
Una conversión en toda regla. En primer lugar, adoptando el soberanismo nacionalista italiano, sin olvidar el regionalismo primigenio de la Lega, pero ahora para todo el pais transalpino, al colaborar en el seno del grupo Europa de la Libertad y la Democracia, y y acercarse al nacionalismo identitario del francés Frente Nacional y del holandés Partido por la Libertad. El lema soberanista “Basta Euro” reemplazó, definitivamente, a la reivindicación del sueño folclórico de la “Padania” en la tribuna del Parlamento europeo. En segundo lugar, asumiendo el catolicismo identitario entre la tradición y la modernidad a partir de las enseñanzas de su admirado Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto XVI y del cardenal Raymond Burke al que siempre recuerda como su verdadero Pontífice, del que reivindicó su famoso Discurso de Ratisbona y al que dedicó una camiseta que llevó en diferentes ocasiones con su foto y un lema bastante elocuente:“l mio papa è Benedetto XVI”.
Il capitano es el político europeo con más seguidores en la redes sociales, en comunicación casi directa con sus seguidores, y sin pelos en la lengua. Dueño del debate político, sus lemas llegaban en internet y se publicitaban en sus sudaderas, sus mensajes se vestían de policía o de obrero, y su presencia impactaba en directo con detenciones policiales, como en la llegada del extraditado terrorista Cesare Battisti o redadas antidrogas. Sus continuos videos en Facebook sumaban decenas de miles de seguidores, sus visitas a pueblos y barrios deprimidos o inseguros se convertían en pequeños baños de masas, y los medios de comunicación, los propios y los ajenos, no paraban de hablar de él, de Il capitano.
Pero todos tenemos un pasado. Salvini fue ardiente nacionalista lombardo, como líder del Movimiento de Juventudes padanas y como candidato de los comunistas padanos en las elecciones de 1997, siendo además asiduo colaborador del izquierdista centro social Leoncavallo y admirador declarado de los nacionalismos izquierdistas del momento, del quebequés al vasco. Pero años después, y como miembro de la Lega en el Parlamento europeo desde 2004, comenzó su transformación.
Una conversión en toda regla. En primer lugar, adoptando el soberanismo nacionalista italiano, sin olvidar el regionalismo primigenio de la Lega, pero ahora para todo el pais transalpino, al colaborar en el seno del grupo Europa de la Libertad y la Democracia, y y acercarse al nacionalismo identitario del francés Frente Nacional y del holandés Partido por la Libertad. El lema soberanista “Basta Euro” reemplazó, definitivamente, a la reivindicación del sueño folclórico de la “Padania” en la tribuna del Parlamento europeo. En segundo lugar, asumiendo el catolicismo identitario entre la tradición y la modernidad a partir de las enseñanzas de su admirado Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto XVI y del cardenal Raymond Burke al que siempre recuerda como su verdadero Pontífice, del que reivindicó su famoso Discurso de Ratisbona y al que dedicó una camiseta que llevó en diferentes ocasiones con su foto y un lema bastante elocuente:“l mio papa è Benedetto XVI”.
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