domingo, 12 de octubre de 2014

La Crucifixión de un Musico NS..

En otras partes, la cultura aria fue repentinamente liberada de la dominación judía y floreció en un último Segundo Renacimiento del milenio. Naturalmentemente, la fuente de aquel renacimiento occidental fue la Alemania de Adolf Hitler. No es sino milagroso el que durante el breve período de doce años de paz permitido al Tercer Reich tuviera lugar un estallido tan increíble y dinámicamente creativo de logros musicales.
Generalmente considerado como el más grande compositor sinfónico del siglo XX, Richard Strauss fue instado por empresarios judíos "emigrados" a unirse a ellos en la ópera metropolitana de Nueva York. Ellos le ofrecieron lucrativos honorarios de interpretación para atraerlo, pero él les contestó indirectamente escribiendo una declaración pública en apoyo de la Revolución Nacionalsocialista, firmando con su propio puño "¡Heil Hitler!". Con la invención del primer grabador de sonidos en cinta por científicos del TercerReich, Strauss condujo interpretaciones de todas sus principales obras sinfónicas, grabaciones todavía apreciadas como lo mejor de su clase.
 Durante la Segunda Guerra Mundial, él compuso una obertura de concierto dedicada a la Casa Real japonesa con motivo de su quingentésimo aniversario y para conmemorar simultáneamente la firma en 1940 del pacto del Eje entre Alemania y Japón. Su Metamorfosis, un lamento-poema sinfónico por la devastación causada por los engañados Aliados en Alemania, servirá para siempre como una conmemoración profundamente conmovedora de la peor tragedia en la historia humana. El contemporáneo de Strauss, Hans Pfitzner (1869-1949), aunque no famoso fuera de su patria, estaba entre las figuras más importantes de la música neo-romántica, y compuso lo que muchos oyentes consideran como sus mayores obras, un par de sinfonías de 1939 y 1940, respectivamente. Cuatro años antes, Pfitzner había llegado a ser el primer "Senador Cultural delReich". Las reputaciones de estos dos titanes musicales estaban tan establecidas en el mundo del arte que ni siquiera el odio histérico de los judíos podía destruírlas, y sus composiciones están disponibles actualmente para un auditorio más grande que nunca antes, gracias a los avances tecnológicos del hombre ario en la reproducción de audio.

Pero lo que los judíos no pueden destruír, ellos lo envenenan. Un ejemplo es quizás el del mayor director orquestal de siempre en tomar la batuta,Wilhelm Furtwängler (1886-1954). Sería falso sugerir que él fue un dedicado nacionalsocialista. Su vida era la música. Furtwängler estaba favorablemente inclinado a nuestra Idea, pero estaba demasiado ocupado con su arte para la mayor parte del mundo exterior. Como un músico que apreciaba profundamente los valores compositivos tradicionales y que no menos profundamente despreciaba la putrefacción cultural de la República de Weimar, él a menudo expresaba su gratitud, tanto en público como en privado, a Hitler por echar a los Schönberg, los Shapero, y otros, de los años 20.  Parece que Hindemith, aunque ario, fue un comunista vocinglero, y suMatías el Pintor, una descarada pieza de propaganda que impulsaba a su auditorio a tomar las armas contra el gobierno, "aun si hubiera sido elegido", una referencia transparente a las recientes victorias electorales de los nacionalsocialistas. Furtwängler desestimó la política proletaria de la obra como anticuada y de discurso irrelevante, sobre todo en vista de la popularidad creciente del nacionalsocialismo, pero insistió en que la música era buena. Las interpretaciones procederían como estaban planeadas, anunció. En un breve lapso, cualesquiera hubiesen sido los méritos o deméritos artísticos que la pieza de Hindemith pudiera haber tenido, fueron completamente eclipsados por una violenta amenaza de tormenta ideológica sobre la Casa de la Ópera de Berlín.


Suponiendo que la última de tales estupideces marxistas había sido limpiada después del 30 de Enero de 1933, el público en general y los nacionalsocialistas en particular se indignaron con la noticia de la próxima ópera Roja. Mientras tanto, los restos dispersos de los debilitados y disminuídos comunistas del país repentinamente comenzaron a respirar un nuevo aire revitalizante en su moribundo movimiento, y juraron repletar la Casa de la Ópera en la noche de estreno, como ellos solían llenarla en los años '20. Incluso más que los comunistas, las Tropas de Asalto querían que Matías el Pintor fuera representado, porque ellos saboreaban la oportunidad de interrumpir la interpretación y exterminar a los últimos de los bichos Rojos. No sin causa, la policía de la ciudad temía una confrontación ideológica seria de la clase que era tan común hacía sólo unos años antes. En efecto, fue para traer la paz y el orden a la vida pública que los votantes habían puesto a Adolf Hitler en el poder. Incluso así. las autoridades nacionalsocialistas se inclinaron a permitir la interpretación, sin importar lo que llegara a suceder, sólo por respeto a Furtwängler, quien era, para entonces, un icono en todas partes del mundo cultural entero.


Sólo los periódicos judíos en el extranjero manipularon la situación deMatías el Pintor para su ventaja, retratándola para los crédulos lectores goyimcomo la prueba positiva de que la gran música estaba siendo suprimida por los nacionalsocialistas, ante quienes Furtwängler había capitulado débilmente. Sin embargo, ellos también estuvieron decepcionados pronto cuando, seguros de que este último desertaría después del asunto Hindemith, ellos le ofrecieron (como le habían ofrecido a Richard Strauss) grandes honorarios de interpretación con la Filarmónica de Nueva York.

Él los rechazó y, después de que la guerra comenzó, estuvo personalmente activo en la donación de mucho tiempo de sus conciertos a soldados y obreros industriales. Los audiófilos durante décadas consideraron que su mayor logro grabado había sido una interpretación de la Novena Sinfonía de Beethoven, la Coral, interpretada en presencia de Adolf Hitler con motivo del cumpleaños Nº 55 del Führer, el 20 de Abril de 1944. Hasta el mismo final, Furtwängler todavía estaba dando conciertos públicos en Berlín. Su última grabación en el Reich (la Sinfonía en Re menor de César Franck, 1822-1890) es la mejor interpretación alguna vez hecha de aquel trabajo. Esto ocurrió en los catastróficos días de Enero de 1945.


Los judíos censuraron a la "dictadura nacionalsocialista" de Alemania por su censura, lo que era una mentira, como acabamos de explicar, cuando se permitió que Hindemith fuera interpretado. Pero inmediatamente después de la guerra, los artistas alemanes fueron impedidos de trabajar por las fuerzas de ocupación. Sólo aquellos que buscaron congraciarse con los Aliados proclamando en voz alta sus sentimientos anti-nacionalsocialistas tuvieron una posibilidad de emplear su arte. La misma censura que los Aliados judaizados condenaron falsamente en el nacionalsocialismo ellos la practicaron cuando tuvieron la posibilidad. Entre los proscritos estaba WilhelmFurtwängler, aunque él nunca tuviera ningún cargo en el gobierno del Reich. Él no era miembro del Partido, y nunca había votado siquiera a favor de un candidato nacionalsocialista. Las autoridades de ocupación prometieron que él podría reanudar su carrera de conducción si consentía en firmar una declaración pública pidiéndoles perdón por su pasada participación "en el régimen criminal de Hitler". Él se negó, declarando que su vida entonces, como siempre, había sido completamente musical, y no política, y él objetó la acusación de que hubiera sido parte alguna vez de algo "criminal". La prohibición contra él fue mantenida y Furtwängler tuvo que subsistir gracias a la caridad de sus amigos.


Los judíos y sus engañados gentiles en uniforme intentaron mostrar a los alemanes que su cultura era mejor bajo la ocupación Aliada que con su propio elegido gobierno nacionalsocialista. El problema era que, con los verdaderos artistas de todo el país muertos, encarcelados o censurados, no había mucha cultura para todos. Desesperados por mantener su fachada de civilización democrática, los Aliados volvieron donde Furtwängler con una versión suavizada de la declaración presentada para su aprobación dos años antes. Esta vez decía algo en el sentido de que él condenaba públicamente el "totalitarismo" en todas sus formas, sin mencionar al nacionalsocialismo. Él resueltamente firmó el documento y le fue permitido reanudar su trabajo musical.

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