En lugar de salir de sus comunidades de extranjeros, los inmigrantes intentan expandirlas mediante la organización. Forman grupos locales y organizaciones civiles para enseñar a los nativos mejores maneras de comprender y servir a la población inmigrante.
Las élites locales adularán a los grupos de inmigrantes para conseguir votos, pero ralentizarán el proceso de darles poder estatal o económico real. Podrían incluso hacer más restrictivas las leyes de nacionalidad para evitar que los inmigrantes puedan ser elegidos en cargos políticos. Las élites se aislarán en su mayoría de las crisis culturales en sus comunidades insulares, escuelas privadas, y clubes sociales, donde puedan continuar incubando su propia subcultura sin influencia externa.
Dejarán a grupos de inmigrantes criticar sus costumbres sin protestar, o simplemente abrazarán las costumbres de los inmigrantes en su lugar, mediante conversión religiosa y matrimonios interétnicos. Los nativos aprenden el arte de la autocensura, lo que limita el rango de su discurso y expresiones, y pronto sólo los ancianos pueden decir las verdades de la decadencia cultural, mientras que un multiculturalista más joven al alcance del oído atribuye tanta franqueza a la senilidad o la nostalgia racista.
Al mismo tiempo, harán discursos y promulgarán políticas para obligar a los ciudadanos nativos a aceptar el multiculturalismo y la inmigración ciega. Las leyes contra las fobias y la lucha contra la discriminación se aplicarán con más fuerza que otros delitos más graves. La policía vigilará las redes sociales para identificar a aquellos que hagan declaraciones en contra de las clases protegidas.
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