Mediante la creación y adhesión a una idea superior como la prosperidad y sosteniendo que esa idea es evidentemente verdadera, reforzaremos nuestra posición en un proceso que podamos crear un substrato metapolítico unificado, !un mito de la sangre!.
Mediante la creación de un bloque etno-identitario real, compuesto por agrupaciones sociales unidas y heterogéneas, tomará forma también una macro-organización centrada en la premisa de la renovación, y de esa manera incrementará el poder y la influencia adhiriéndose a un único y omnipresente ideal metapolítico que está destinado a prosperar.
Los enemigos tanto internos como externos, adhieren a una ideología extrañamente auto-destructiva, que es inconsecuente, tanto metapolítica como metafísicamente.
La naturaleza intrínsecamente contradictoria de su ideología es evidenciada por el hecho de que en sus "márgenes" políticos sus adherentes se consideran revolucionarios cuando en realidad ellos son los guardianes de un sistema político decadente y deplorable. A pesar de su aplastante superioridad numérica, ellos están desconectados de la realidad, y su compartida disonancia cognoscitiva los coloca en una marcada desventaja, independientemente de la fugaz hegemonía de la cual ellos disfrutan actualmente.
La así llamada "Izquierda" es conducida por la necesidad de ejercer la libertad como acción, y hasta relativamente hace poco ha sostenido un virtual monopolio sobre el ámbito del activismo político.
Es esa propensión al ejercicio de la acción, en combinación con la amplia atracción de su política plebeya, lo que explica una gran parte del meteórico ascenso de la Izquierda como un movimiento hegemónico.
Además, el activismo "izquierdista" se aviene con una sociedad que presupone la "liberación" y la emancipación, mientras que el nuestro representa una regeneración del eterno "orden natural", y como tal, según ellos, debe ser suprimido como "reaccionario".
Aristóteles lo expresó más directamente cuando él determinó que el poder de discriminación es una parte integral de la psique humana. El poder de discriminar, o discernir, es una función integral del intelecto y de la percepción, y el medio por el cual es formado el juicio cognoscitivo.
Aristóteles lo expresó más directamente cuando él determinó que el poder de discriminación es una parte integral de la psique humana. El poder de discriminar, o discernir, es una función integral del intelecto y de la percepción, y el medio por el cual es formado el juicio cognoscitivo.
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