lunes, 4 de septiembre de 2017

Gobineau y von Gerlach..




El concepto de degeneración ha estado siempre estrechamente unido al síntoma de decadencia cultural. 

El sentido de la palabra de-generación es ciertamente el de "decaer del género" y en este sentido es una interpretación biológica que constata una caída del ser humano fuera de su esencia. 


Voy a poner dos ejemplos de una concepción pre-nietzscheana del desarrollo histórico, en los que se usa expresamente, o conforme a su sentido, el concepto de «degeneración», y se le refiere a la Humanidad entera:


Arthur de Gobineau, Ensayo sobre la Desigualdad de las Razas Humanas, libro I, cap. IV:


Pienso, pues, que la palabra "degenerado" aplicada a un pueblo significa y debe significar que ese pueblo ya no tiene el valor interno que poseía antes, porque ya no tiene en sus venas la misma sangre de antes, cuyo valor ha ido disminuyendo paulatinamente por repetidas mezclas; dicho de otro modo, porque junto al mismo nombre no ha conservado el mismo carácter que el de sus fundadores; en una palabra, porque el hombre de la decadencia, aquel a quien llamamos el hombre degenerado, desde el punto de vista etnográfico es un sujeto diferente al del héroe de las grandes épocas.


Los pueblos, no, los rebaños humanos, caerán rendidos entonces por un sueño oscuro, vegetarán sin sentimientos en su nada, como los búfalos rumiantes en los charcos estancados de las ciénagas pónticas.


 Emst Ludwig von Gerlach, revista Kreuzzeitung, Noviembre de 1851:


Como única fuerza superviviente, el dinero, que todo lo corrompe, que es el representante de la sensualidad y del egoísmo, pulverizará nuestras posesiones y nuestra organización normal, y mucho antes el interior de nuestras ciudades. Con la ayuda de leyes que diluyen y descomponen todo lo fijo y substancial, carcomerá el matrimonio y la escuela, la familia, el Estado y la Iglesia junto con una Ilustración atea y una incredulidad plana, los pilares y fundamentos de nuestra patria, y finalmente también el ejército y el trono. Sólo quedarán formas mecánicas de Estado y de Derecho, situaciones en las que habrá que despedirse paulatinamente de cualquier ideal de justicia y de libertad como si fueran supersticiones; se saludará sin embargo al sable y finalmente al látigo como los únicos soberanos reales, como los salvadores más populares del mundo, hasta que los pueblos civilizados, maduros ya para la decadencia, dejen su puesto a nuevos bárbaros, como hace 1.400 años.



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