La Rebelión de los Siervos

En la década de 1520 los campesinos se rebelaron, 300.000 campesinos se habían armado. Ejércitos de campesinos bien organizados aparecieron en los campos exigiendo la abolición de los pagos feudales y un final a los privilegios de la nobleza; en pocas palabras, exigiendo libertad.

La creación de una enorme burocracia estatal había dado origen a una influyente clase de gente que era en términos económicos, parasitaria y eran pagados con los impuestos, pero en términos sociales, antagonistas, una clase que era celosa de su propio poder, desdeñosa de las actividades sociales y posteriormente envidiosa de la creciente prosperidad de ellas; una clase de administradores y planificadores cuya única razón de existencia era limitar la libertad que tiende a fomentar y se necesita a fin de prosperar.

La represión del levantamiento de los siervos por parte de la nobleza alemana fue especialmentre feroz. Alrededor de 100.000 campesinos resultaron muertos y muchos más fueron cegados y mutilados.

Se necesitaron algunos años pero los siervos en Alemania fueron por fin libres. Los siervos que durante siglos habían sido obligados a trabajar sin salarios, bajo una obligación legal, cuyas vidas habían estado controladas por sus señores feudales, los sometidos y obedientes siervos... habían ganado finalmente su libertad. Ellos ahora exigían salarios. La transformación, no sólo para los siervos sino para Alemania en su conjunto, fue espectacular.

En Alemania, el poder de la nobleza fue aumentado posteriormente por la devastadora Guerra de los Treinta Años, 1618-1648, que resultó ser un acontecimiento clave en la historia alemana. La guerra misma llevó al comercio a una casi paralización, y para hacer peor las cosas, para pagar la guerra se establecieron ruinosos impuestos a la actividad comercial.

El gobernante alemán, Friedrich Wilhelm von Brandenburg y Gran Duque de Prusia, 1620-1688, llegó a un trato con la nobleza que equivalía a la creación del primer Estado moderno. La guerra medieval había involucrado a la gran nobleza compuesta por barones, condes y duques, apareciendo en el campo de batalla con sus propio acompañamiento feudal para apoyar al rey. Pero acabada la guerra, acababa el trabajo. No había ningún ejército permanente. 

Los nobles eran poderosos, y el rey era débil. Pero ahora, la nobleza perdería su independencia, pero a cambio, sus privilegios feudales y unos ingresos serían garantizados por el Estado. De hecho a ellos se les darían derechos feudales aumentados en sus propias localidades, y el status servil de los campesinos sería reafirmado.

Era como si el feudalismo hubiera sido nacionalizado. La nobleza se frotaba sus manos. En otras partes en Europa, la aristocracia estaba en decadencia, y sus privilegios feudales y su status económico habían sido desgastados por el progresivo éxito del capitalismo. Pero en Alemania el Estado había ido a su rescate. Él sería el garante de la desigualdad.

Se trataba de una clase burocrática y administrativa que se identificaba con sus señores feudales para preservar los privilegios de las clases dirigentes existentes contra las fuerzas liberadoras y enriquecedoras.

La élite feudal anti-democrática y que miraba hacia atrás tenía el apoyo de una gran burocracia estatal, que compartía sus miedos y prejuicios, cuyo sustento y status dependían del patrocinio desde arriba más bien que desde abajo. La intelectualidad de Alemania escribió libros lamentando la muerte de antiquísimos valores alemanes, mirando hacia atrás con nostalgia los buenos antiguos tiempos, en la Edad Media. 

Se desarrollaron escuelas enteras de pensamiento que reflejaban aquello. En economía, a los liberales clásicos ingleses, democráticos y amantes de la libertad, se les opuso la elitista y estatista Escuela Histórica alemana. En arte, mientras los ingleses disfrutaban de las brillantes, graciosas y civilizadas novelas de Jane Austen, los alemanes producían las absurdas y oscuras producciones melancólicas, de castillos que se derrumban y gárgolas, del Sturm und Drang y el Romanticismo gótico, junto con Richard Wagner. En filosofía, fue contestado posteriormente por Schopenhauer y Nietzsche.