Parece ser que el Premier húngaro Viktor Orban hubiese escuchado alguna parte de la última charla de Alain de Benoist referente a la identidad, puesto que, si no me equivoco, por primera vez entre la clase política europea por lo menos en lo que respecta a un representante del Gobierno de turno se ha utilizado derechamente un fundamento no económico para atacar la problemática inmigratoria.
Pero, como bien dice Alain de Benoist, el factor más importante y central dentro de la problemática inmigratoria es la destrucción de las identidades. Es en este sentido que el discurso dado por el Premier húngaro toma relevancia, toda vez que se aleja del elemento económico para centrarse en elementos que, si bien son culturales, señalan como diferentes al pueblo dueño de casa en relación al pueblo visitante. Fundamento que se me mueve en la lógica del nosotros y los otros.
Dice el Premier húngaro Viktor Orban:
Esto no es por lo que hemos trabajado y no es por lo que hemos luchado en las guerras mundiales, el comunismo, el cambio de régimen después del comunismo y una crisis económica. Tuvimos y tenemos un concepto diferente del futuro húngaro y europeo. Queremos vivir en orden, paz y seguridad. No queremos caos
Hungría es un país con una cultura cristiana de mil años.
Los húngaros no queremos que el movimiento global de personas cambie a Hungría.
Si bien, se puede desprender que la base de esta postura puede ser una cuestión cultural, en este caso religiosa, la visión del húngaro cristiano que ha desarrollado su forma de vida según los preceptos de su fe, no es imposible suponer que cuando se habla de húngaro cristiano, ver a un caucásico sosteniendo la cruz, y no a un sujeto africano o del Medio Oriente.
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