sábado, 3 de octubre de 2015

Se respira la agonía




Europa necesita todas sus fuerzas, es un problema de origen, de identidad, la de toda su cultura, de ius sanguinis, la de todos sus espacios y la de todos sus hombres, el europeo, será aquel que a la larga, tenga más capacidad de resistencia y de defensa de su identidad, somos descendientes de conquistadores, y de los millones de europeos que la Europa decadente intentó expulsar, somos parte de su estirpe.

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El capitalismo quiere esclavos, le da lo mismo que sean negros o blancos, si el precio le conviene.

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Los viejos nacionalismos, no van a resolver el problema, por la sencilla razón de que no pueden invertir un proceso, que va muy por delante de ellos, en una dimensión que los excede. Los ciudadanos de una nación, rechazarán a los inmigrantes por un motivo puramente económico, o los aceptarán, por un motivo también puramente económico, pero no resolverán el problema, si a eso se limita su mentalidad política.

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Pero Europa no se acabará por eso, Europa se acabará, el día que su estirpe de conquistadores esparcida por el mundo, ya no se reconozca a sí misma, se divida en fracciones decadentes, o en nacionalismos que un día u otro volverán a enfrentarse entre sí.

Quisiera que el territorio Europeo, siguiera siendo profundamente Europeo, pero no podemos permitirnos el lujo de abandonar su centro ni su periferia, en un mundo globalizado. Europa es una estirpe espiritual e imperial. Cuando se abandonan los territorios lejanos, es porque el enemigo se acerca. Le pasó a Roma, y también le pasó a España, antes de su caída final, a manos del imperio talasocrático del comercio anglosajón.


La muerte de Europa, es ser enterrada en muchas pequeñas tumbas locales; pero hay otro destino: extender su espacio lo más lejos posible, reuniendo en una gran política planetaria, su voluntad de sobrevivir. Esa extensión cultural, espiritual y política, no son ciertas empresas de capitales apátridas, que saquean territorios y recursos naturales en nombre de Europa, sin ser Europa, tampoco los hijos de Europa, que quieren retornar, detrás del espejismo de la sociedad de consumo, y que serán huérfanos de un destino que Europa ya no les devolverá.



Europa es una construcción militante, que nace y muere con la espada, con la voluntad de ser un hombre de origen y cultura europea, más allá de dónde uno se encuentre, de dónde le toque realizar su destino, en el centro sitiado de Europa, o aquí, en su última frontera.

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Europa no es sólo un territorio, Europa es una cultura, la coronación de un largo proceso histórico que se desarrolló a través de hombres de un origen común.

Esa cultura, hoy pelea por no desaparecer. O al menos por eso peleamos algunos, no sé si pocos o muchos, pero en todo caso, el número no agrega ni quita nada, al valor de la lucha y del objetivo. Europa se muere de decrepitud, de consumismo, de debilidad, de abulia, de corrupción, de aburrimiento, sumida en el más crudo materialismo, en el más hondo silencio.

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Europa muere por su propia mano. En algún lugar, las vanguardias perdidas, buscan fundar un nuevo espacio, desde su centro secreto, y desde la periferia, para defender su espíritu envejecido. Posiblemente cambiará su forma, pero habrá que buscar la manera de conservar su espíritu.

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