viernes, 2 de octubre de 2015

Orgullosos de nuestra identidad



Los métodos malvados que han adoptado las organizaciones judías y sionistas, esta forma de estrategia de discriminación positiva apunta claramente a la preferencia de unos sobre otros, para dar a entender el discurso universalista e igualitario.

Tenemos una identidad nacional, una identidad lingüística, una identidad política, una identidad cultural, una identidad étnica, una identidad sexual y así sucesivamente.
Hoy en día la identidad se ha convertido tanto a nivel político como ideológico en un asunto problemático en la era moderna y postmoderna en vista de los hechos de que sus puntos de referencia se están desvaneciendo, y en vista del hecho de que ya nadie realmente sabe qué da significado a su vida.



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La identidad es un tema complejo porque emerge como un problema precisamente en el momento en que ya no es dada por sentada, en las sociedades tradicionales nadie cuestiona su identidad, 

Esto indica que la modernidad ha sido un vehículo de una evolución dañando directamente a todas las identidades, esta evolución es primariamente debida al surgimiento del individualismo.



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Otra razón por la que el tema de la identidad parece tan complejo yace en el hecho de que la identidad, ya sea individual o colectiva, no puede sólo ser reducida a una dimensión de la vida de los individuos y pueblos. La identidad nunca es unidimensional; es multidimensional. Nuestra identidad combina componentes heredados con aquellos que elegimos nosotros mismos.





En general, nos definimos en referencia a los aspectos de nuestra identidad que nos parecen como los más importantes y más críticos, mientras que ignoramos otros aspectos de la identidad. La identidad es inseparable de lo que más nos importa. Ella expresa la parte de nosotros que más apreciamos y de la que dependemos para construirnos a nosotros mismos.



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El primer error es creer que nuestra identidad dependa sólo de nosotros mismos, en la realidad, sin embargo, nuestra identidad también recibe forma por la interacción que tenemos con otros, por la visión que tenemos sobre otros y por las visiones que otros tienen sobre nosotros mismos. Un sujeto aislado, un hombre o grupo viviendo sólo por sí mismo y por sí mismos respectivamente, incomunicado de otras personas y otros grupos, no tiene identidad. 



Digámoslo de manera diferente: no existe tal cosa como una identidad que emerja sólo desde el propio Ser. La identidad ciertamente significa algo que da sentido a la vida. Sin embargo, en vista del hecho de que la vida no puede ser vivida sólo a nivel individual, el sujeto de la identidad debe necesariamente implicar una dimensión social. La identidad no puede ser concebida independiente del vínculo social.

Finalmente, debo decir que la identidad no es sólo un objeto que necesita ser descubierto, sino más bien uno que necesita ser interpretado. La vida humana, como bien fue demostrado por filósofos como Wilhelm Dilthey, Hans-Georg Gadamer y Paul Ricoeur, es fundamentalmente interpretativa en su naturaleza, es decir, vivir no sólo significa describir objetos, sino que también intentar asignarle significado a los objetos. 

El hombre es un animal que se interpreta a sí mismo, escribe Taylor. La identidad es una definición del propio ser, en parte implícita, que una persona elabora detalladamente y redefine a lo largo de su vida. La identidad es fundamentalmente narrativa en su naturaleza. Ella resulta de la historia que nos contamos a nosotros mismos cada vez que nos hacemos preguntas en cuanto a quiénes somos.

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