sábado, 31 de agosto de 2013

Degrelle ..9 años despues

En este noveno aniversario de su desaparición, reciban sus familiares nuestra más sincera condolencia. Sus camaradas nuestra comprensión. Pero nosotros deseamos continuar su trabajo.         por Pedro Varela
Son ya nueve años los transcurridos desde la desaparición de Léon Degrelle el 31 de Marzo de 1994, justo cuando queríamos ofrecerle la sexta edición de uno de sus numerosos libros para mostrarle nuestra admiración y cariño y rendir homenaje a la vida y la obra de alguien que fue más que un simple autor de libros

Político jovencísimo que movilizó a grandes masas de su pueblo y estuvo a punto de conquistar el poder a los 30 años –carrera frustrada por la guerra–, era también un escritor incansable con decenas de obras que aúnan una forma de escribir amena y clara a un contenido apasionante, como ha sido toda su vida, más trepidante que cualquier novela de aventuras.

Comandante de la División de Voluntarios Valones en el Frente del Este, soldado excepcional, héroe de la bolsa de Tscherkassy un Stalingrado victorioso para los alemanes, que alcanza la graduación de General de las Waffen-SS al finalizar la guerra, era también un formidable orador. Lider carismático, luchador incansable incluso en el exilio y hasta avanzada edad, contaba a sus ochenta y siete años con más proyectos y libros por escribir y publicar de los que un hombre joven podría siquiera soñar.

Conoció personalmente al Führer, de quien pronto se convirtió en uno de sus más fieles seguidores, y aquél reconoció en Degrelle al joven dirigente que podría jugar un papel de primer orden en la construcción de la Nueva Europa, nombrándole Volksführer.

Tras los últimos enfrentamientos bélicos en los que Degrelle tomó parte en 1945, en tierras de Pomerania, alcanzaría, en un vuelo rocambolesco, las costas españolas y quedó así unido para siempre a nuestra patria. Exiliado desde 1945, vivió en España sin perder en ningún momento las ganas de luchar que otros muchos olvidaron pronto.

Acabada la guerra, para Léon Degrelle, como para Rudolf Hess y muchos otros, la lucha no hacía sino empezar, con otros medios, en otros frentes, pero de forma todavía más difícil y mucho menos agradecida, enfrentándose a una gigantesca maquinaria propagandística que se regocija, hasta el día de hoy, manchando y negando el derecho a la verdad a los vencidos, sea con acusaciones falsas o con historias hollywoodianas alentadas –¡y altamente premiadas!– por el sionismo mundial.

Disfrutar de sus libros, entrevistas y discursos, impresos, grabados o filmados nos darán una idea del fuego que ardía en el interior de este alma, nacida el 15 de Junio de 1906, para conducir a los hombres hacia el bien, la verdad, la belleza y la grandeza.

Hasta sus casi 88 años, con un ritmo vital que todos le hemos envidiado siempre y del que se ha sentido orgulloso, seguía dispuesto a ganar la carrera a aquéllos de su generación que siguen falseando lo que realmente aconteció en el Siglo XX, en esta gran batalla metafisica de la Historia entre las fuerzas del bien y las otras.

Entretanto Léon Degrelle ya es historia. La noche del Jueves Santo de 1994, a las 23.30 horas, fallecía en un Hospital de Málaga, hace ahora nueve años. Él habría deseado que el destino de sus cenizas se ubicase, entre otros, en el Monasterio de El Escorial, lugar por él preferido, como admirador de Felipe II y el alto significado que para Europa tuvo el austero emperador, sobre cuyo reinado de la catolicidad no se ponía el sol. Aunque su pueblo natal, Bouillon, hubiese sido el lugar más lógico, la unión mística con el Héroe de la II Guerra Mundial harían llegar sus restos hasta las montañas del Obersalzberg.

Aun después de muerto sigue suscitando el escándalo. Se discutió en numerosas cartas a los medios si tenía o no derecho a las esquelas publicadas en los periódicos.


MI AMIGO LEON DEGRELLE

Amante del arte y de la belleza, ha sido para mí, en mis ya treinta años de dedicación a sus mismos ideales y mientras fui dirigente de una organización que heredaba idéntica cosmovisión del mundo, un camarada, un líder y un ejemplo.

Sentirme identificado con él no fue dificil: amor por el arte y la cultura, católico, nacionalsocialista, admirador y colaborador del Héroe de la II Guerra Mundial y luchador incansable por el futuro de Europa, me di cuenta que este hombre marcaría para siempre no sólo mi vida, sino la de muchos otros jóvenes para quienes en el futuro seguirá siendo fuente de inspiración.

Los jóvenes que hoy temen defender sus convicciones, jamás podrán imaginar lo que los combatientes del Frente del Este llegaron a dar por la defensa de Europa. Pero también muchos de aquellos combatientes de primera línea, comprensiblemente cansados y desalentados tras la derrota y los años de prisión, y pensando más en la reconstrucción material de Europa que en la continuación de una lucha que parecía irremediablemente perdida, bajaron la guardia y rehuyeron el combate en la "paz".

Y ahora, ¿qué queda de Léon Degrelle? Sin duda su obra, un centenar de escritos que, gracias a editores dinámicos y amigos fieles, se van traduciendo y editando al español. Me alegro de que haya muchos que con su esfuerzo personal colaboran en esta tarea. Por mi parte, me comprometí con él a mantener constantemente editadas sus obras. Y en ello estamos. Tras el secuestro del primer volumen “Hitler para 1.000 años” también llamado “Memorias de un fascista”, he aquí una nueva edición de "Autorretrato de un fascista" también titulado “Firma y rubrica”, con numerosas ilustraciones nuevas y desconocidas. Incluso las que nos muestran al Degrelle que, mayor y en el exilio, seguía dedicándose, como orador incansable, a despertar las conciencias dormidas de los jóvenes europeos.

Pero de él nos ha quedado, antes que nada y sobre todo, su ejemplo.

Los que han tenido la enorme suerte de conocerle en persona, guardan además la imagen viva, ardorosa, electrizante, de una personalidad que ha hecho historia y que fue consciente, hasta el final, de la importancia que tenía pasar el testigo a las nuevas generaciones. A estos miles de personas que vivieron sus mitines masivos o sus conferencias, les será, sin duda, un Norte y un punto de referencia en sus propias vidas. A los cientos de miles de lectores en todos los idiomas europeos, una fuente de inspiración y un mito real, que en el futuro formará entre las leyendas auténticas de la cultura europea. Y también sus advertencias y predicciones políticas. Insistió siempre en sus conferencias en el despertar del sufriente pueblo ruso y la aparición posible de un joven que les llevara a la reconstrucción nacional. O en su confianza en el pueblo alemán, su honradez, cultura, fortaleza y buen hacer, que le llevaría sin duda a ponerse nuevamente a la cabeza. Y la indispensable colaboración de rusos y alemanes si en el futuro Europa debía ser salvada, una vez solidificada la amistad con los franceses.

Por mi parte, se fue para siempre un amigo.

Era sin duda un jefe espiritual y un modelo. Pero a través de los frecuentes encuentros y llamadas, los trabajos conjuntos, las conferencias en Barcelona cuando yo era muy joven, o los mítines en Madrid, las visitas y entrevistas, creció un mutuo aprecio personal, que tanto él como su amable esposa y familia siempre me recordaron.

Tuve oportunidad de convivir con él en la intimidad de su hogar, que tuvo a bien abrir para mí durante muchos días, mientras trabajábamos juntos de forma incansable en uno de los nuevos proyectos. Indeleble en mi memoria permanece la semana que estuve invitado en su casa de Málaga, a solas con él y su esposa, trabajando, conversando, intercambiando impresiones, hablando de arte, de cultura, de política, de religión y del futuro, compartiendo su misma mesa y sus horas de descanso. Al finalizar aquellos días me diría con su buen humor habitual: "Pedro, es Vd. la primera persona que convive conmigo en la intimidad del hogar, cuando yo me muera podría escribir algo al respecto, por ejemplo ‘Una semana con Degrelle’, ¡hágalo!".

Lo que sin duda haré es contribuir a que la opinión pública conozca la verdad sobre la vida, la obra y el pensamiento de Léon Degrelle, que será de gran utilidad en los avatares sociales y políticos internacionales que se avecinan y que él predijo en tantas ocasiones.

Hablando con la familia comentaba el recuerdo que teníamos suyo. El de un hombre íntegro y bueno, como esposo, como padre y como político. Pero ser bueno no significaba para él ni ha de ser para nosotros ser condescendientes con la maldad o la estupidez, antes al contrario, duros y firmes, si bien sabía perdonar y olvidar, pues ello forma parte de la doctrina. Era también un hombre de los que dan ánimo y seguridad a todos, desde su dedicación total y desde su fe absolutamente coherente con su vida. Y no digo esto porque sea la hora de los elogios, sino porque estoy seguro de que, si los que me leen saben de quién se trata, o tuvieron el honor de conocerle en persona, pensarán que aún me estoy quedando corto. Era, sobre todo, un hombre generoso que ponía el corazón en todo lo que hacía.

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