lunes, 21 de octubre de 2013

Nuevo fraude de la mitología judeo-holocaustica.



Cae un nuevo mito: ¿Sobreviviendo con Bulos o con lobos?, s
e descubrió un nuevo fraude en el amplio repertorio de la mitología judeo-holocaustica.

En el imaginario colectivo circulan cientos de historias mitológicas donde los judíos son mostrados como las eternas víctimas inocentes, presas de la maldad de otros pueblos, es decir las decenas y decenas de persecuciones que el racista “pueblo superior” o “`pueblo elegido” como les gusta llamarse ha tenido a lo largo de la historia, ha sido siempre por culpa de los otros. Pero cabría preguntarse bajo una óptica más objetiva y racional ¿Qué habrán hecho los judíos para que muchos pueblos los hayan perseguido?.

                                        Que las persecuciones han existido, de eso no hay dudas. Pero tampoco hay dudas de que existe una tendencia por parte de los judíos, de mostrar una falsa imagen de si mismos, donde se maximiza el sufrimiento de ellos y hasta se distorsiona la realidad inventando historias que refuercen su papel de víctimas. Mediante el engaño y la explotación de la fibra emocional del espectador o receptor, logran la satanización de los villanos que los persiguieron y la conmiseración de los propios crímenes judíos frente a otros pueblos. Esto no siempre es evidente, pues se juega con la ingenuidad de la gente que les cree ciegamente todas las historias holocáusticas.

Solo el esfuerzo de investigadores independientes, logra desmontar el sutil y totalitario aparato propagandístico. Así se acabó con las mentiras de que los nazis hacían jabón o mantequilla con los judíos, se desmontó el fraudulento libro de Ana Frank, convertido en literatura obligatoria pro-judía y anti-nazi en muchos colegios del mundo. Se intenta manipular desde pequeños las mentes de los jóvenes. Los investigadores independientes también probaron en una decena de estudios científicos, el mito de los  6 millones de gaseados en los campos de concentración nazis, esto ya esta recorriendo el mundo y es reconocido incluso por un puñado de destacados judíos. No obstante la mayoría de la prensa sionista internacional continúa hasta hoy en día difundiendo este mito. Sin meterme en este escabroso terreno, del cual solo hacer alusión, enciende los sentimientos irracionales de la gente alienada, pasaré a describir el nuevo descubrimiento mitológico.

El prestigioso diario belga Le Soir después de reunir pruebas durante varias semanas, logró la confesión de la autora de un best seller de la literatura judeo-holocaustica titulado Sobreviviendo con lobos, del cual ya existe incluso un filme (2007).

En esta historia, hasta ahora autobiográfica y totalmente verídica, la autora pretendía ser una niña judía criada por lobos durante la Segunda Guerra Mundial, donde realiza entre 1942 y 1943 un viaje de tres mil kilómetros a través de Europa en búsqueda de sus padres deportados por los malignos nazis. Según contaba ella, había sobrevivido gracias a la protección de una manda de lobos.

Gracias a la investigación del diario Le Soir la autora Misha Defonseca ha debido confesar que su libro es un producto de su imaginación. De niña había vivido junto a su abuelo y luego con su tío, es más su nombre real es Monique De Wael.

Lamentablemente por más que se descubran día a día la falsedad de estas historias “verídicas”, no se implementa ningún tipo de pena o acción legal, por estafa moral y manipulación. Más de 62 años han pasado del exterminio de la Alemania nazi en manos de los EE.UU. y los aliados salvadores del mundo libre, sin embargo no hay día que un humano no se tope con alguna de estas historias judeo-holocáusticas tan lacrimógenas como falsas.


El caso de Misha Defonseca o la falsa niña-lobo judía


Misha Defonseca llegó a los Estados Unidos en la década de los ochenta procedente de Bélgica. A quienes le preguntaban por su vida les relataba una fantástica peripecia, cómo sus padres habían sido deportados por los nazis cuando sólo tenía nueve años, cómo ella había recorrido 3.000 kilómetros de una Europa en guerra para encontrarlos, cómo había estado en el ghetto de Varsovia, cómo había matado a un soldado alemán, cómo había sobrevivido en el bosque con una manada de lobos. Una editora la oyó contar su historia en una sinagoga y se la compró.

Esa historia se convirtió en Sobreviviendo con lobos, un best-seller mundial publicado en 1997, traducido a once idiomas y transformado recientemente en una superproducción de éxito en los países francófonos. El libro llegó a ser lectura obligatoria en los colegios franceses, a pesar que desde el primer momento le persiguieron las críticas por las incongruencias históricas y argumentales. Pero estas objeciones no eran suficientes como para disuadir a sus lectores, fascinados por una historia demasiado fantástica como para ponerle pegas.

Lástima que no fuera sólo fantástica. También era falsa.

La fachada de Misha Defonseca se ha venido abajo este fin de semana cuando una investigación periodística ha sumado las pruebas en su contra. La autora se llama en realidad Monique De Wael, nunca ha sido judía, no abandonó Bruselas durante la guerra, aunque sus padres – eso sí – fueron detenidos por colaborar con la resistencia y desaparecieron. Lo demás es inventado. "No es la verdera realidad, pero es mi realidad" – se justifica – "Hay momentos en los que me cuesta diferenciar entre la realidad y mi mundo interior".

Pero llegará un día en que la Verdad y la Justicia brillarán y este mundo del revés en el que vivimos, desaparezca por completo bajo la luz de un nuevo mañana.


Esta historia porque abre una interesante reflexión sobre el concepto de “verdad” en la literatura. No es el primer caso de personaje que se erige como representante de una tragedia colectiva como el Holocausto o el 11-S y cumple un papel convincente hasta que su impostura se descubre. Es difícil decir porqué gente se comporta así. Incluso se da el caso que no actúen por propio beneficio y que les deba mucho la causa que defienden. Pero no quita que la verdad histórica no tiene dos caras: se ha estado en un campo de concentración o no se ha estado, se estuvo en las Torres o no.

Pero resulta que esta señora escribe una autobiografía fantástica y dice que al fin y al cabo, su verdad histórica y su verdad imaginaria son intercambiables. Porque a la autobiografía le suponemos un compromiso de verdad, pero ¿compromiso con quién? Desde la primera autobiografía moderna, Las Confesiones de Rousseau, sabemos que el compromiso del autor es consigo mismo, no con el lector. La autobiografía es la fábula del yo, y el afán de sinceridad no equivale a objetividad, al contrario. Para la objetividad están las biografías, y eso sólo a veces. De las autobiografías suelen ser mucho más valiosas las mentiras, las omisiones y las tergiversaciones.

Luego está el concepto de mentira útil. Cuando a Rigoberta Menchú se le acusó de haber falseado datos en su autobiografía, ella se defendió diciendo que, si bien no eran cosas que le habían ocurrido a ella, las había incluído para hacer más visibles las atrocidades a las que había sido sometido su pueblo, y que al final cabo a ella le habían dado el Premio Nobel de la Paz y no el de Literatura. ¡Como si el Nobel de los libros no se lo dieran a los fabuladores!

En realidad le ha hecho un flaco favor a la causa del Holocausto. Cuando las verdades son tan crudas como esta, las mentiras, por mucho que quieran sacarle lustre, están de más.


La vida de Misha con los lobos es una gran mentira


A Rómulo y a Remo les amamantó la loba y gracias a ello nació Roma. A la belga Misha Defonseca una manada de lobos la adoptó cuando tenía cuatro años y buscaba, perdida entre las nieves y las tierras heladas de la Europa destruida por los nazis, a unos padres que habían sido detenidos por las tropas de Hitler en Bruselas. De Robert y Josephine sólo sabía la cría que habían sido deportados hacia algún lugar del Este. De la odisea de la niña nacieron una autobiografía traducida a 18 lenguas, Sobreviviendo con lobos, y una película de éxito del mismo título. Sólo un problema: la autobiografía es pura ficción, lo que pone en la picota el rigor de la industria del holocausto, que certificó la realidad de la peripecia.

Con la escueta ayuda de una brújula, Misha partió en busca de sus padres como relata en su autobiografía la edición española del libro es de Martínez Roca, 2004, convertida en un canto a la resistencia y a la humanidad de los animales con la adaptación al cine de la francesa Vera Belmont. En el curso de su aventura, la infante es protegida, alimentada y guiada por una manada de lobos mansos, logra llegar y entrar y salir al Ghetto de Varsovia y hasta mata a un nazi que intenta violarla. No encuentra a sus padres, pero se salva. Casi 60 años más tarde, cuenta su historia.

En una odisea de cinco años, Misha atraviesa en solitario Bélgica, Alemania, Polonia -donde llega a vivir en el gueto de Varsovia- y Ucrania antes de virar al Oeste y, vía Yugoslavia e Italia, volver a casa sin haber encontrado a sus padres. Durante un tiempo del angustioso periplo, una loba solitaria da calor a la indefensa criatura, a la que ofrece sus presas para que coma, feliz alianza que destruye un cazador. Más tarde, una manada toma el relevo y otra joven loba adopta a la indefensa Misha.

Si la historia parece increíble es porque lo es. Defonseca presentó en 1997 y en Estados Unidos, donde ahora vive a sus 70 años, como autobiografía una vida de penalidades propia de tiempos bélicos. La realidad ha sido desvelada por el diario belga Le Soir, que indagó sobre las dudas más que razonables que suscitaba la fabulosa aventura de Misha.

Editado en 1997 bajo el título Misha: Una memoria del Holocausto y luego bajo el más sugestivo de Sobreviviendo con lobos, la trágica historia de vida de la belga Misha Defonseca fue efectivamente un éxito editorial de grandes proporciones: llegó a ser best seller en Europa y ya lo han traducido a 18 idiomas, además de contar con una ópera y de haber sido llevada recientemente a la pantalla grande.

Con motivo precisamente de ese estreno cinematográfico, el diario belga Le Soir inició una investigación por su cuenta para determinar si la historia, bastante inverosímil de por sí y cuestionada desde que se hizo pública, no era una lisa y llana mentira. Y descubrió que lo era: Misha Defonseca es en realidad Monique de Wael, nació en 1937 por lo que tenía 4 y no 8 años al momento de iniciar su presunta travesía y no es de familia judía sino católica. A sus padres no se los llevó la Gestapo por su religión sino por sus convicciones políticas, pues eran miembros de la resistencia, y corrió el rumor de que su padre delató a otros camaradas. Por eso a Monique, que vivió bajo la tutela de parientes y que figura como inscrita en una escuela de su pueblo natal en el tiempo en donde su alter ego sobrevivía con lobos, la llamaban “la hija del traidor”.

Sí, mi nombre es Monique de Wael, pero intento olvidarme de ello desde los 4 años, declaró Misha Defonseca el último día de febrero, cuando la presión ya fue demasiada.


En Bruselas vive todavía una prima de la escritora. ¡Hay que ver qué imaginación tiene esta Monique!, exclama Emma Dewael, que a los 88 años revela la verdadera peripecia de Monique Dewael. Los padres de la niña fueron detenidos en 1941 por los nazis en un barrio de Bruselas, por participar en la resistencia y murieron en la guerra.

De la niña pasaron a ocuparse otros familiares, y fueron para Monique años muy duros. Tras negar inicialmente las revelaciones del periódico, la escritora se ha rendido a las evidencias y ha pedido perdón por la mistificación. En una carta a Le Soir, escribe: "Esta historia es la mía. No es la realidad real, pero es mi realidad, mi manera de sobrevivir". Sobre Defonseca se arrojan ya abogados, editores, psiquiatras... con millones de euros y hasta años de cárcel en juego.

Un cuento de hadas destrozado

                              No importa que la historia no sea verdad, porque es muy bonita", ha dicho a Le Soir Vera Belmont, directora de la película sobre la extraordinaria peripecia de Misha Defonseca. Tengo la sensación de haber sido engañado, confiesa Bernard Fixot, de la editorial francesa Robert Laffont, que tradujo el libro aparecido en Estados Unidos. Creí a la editora americana, Jean Daniel, que me aseguró haber comprobado todos los datos.



Para De Wael, el libro no retrata la realidad factual.

“Pero esa era mi realidad, mi método de supervivencia”.

Tan compenetrada dice estar con su papel de sobreviviente que desde entonces se sintió judía.

“Y más tarde hice las paces conmigo misma, porque la comunidad judía me aceptó”.

De Wael no se privó de cerrar su apología con la denuncia de que en realidad toda la culpa la tiene su editora, Jane Daniel.

“Al principio yo no quería publicar el libro, pero Daniel me convenció. Ella me hizo creer, y yo creí”.

En efecto, fue Daniel quien le ofreció publicar la historia en Mt. Ivy Press, su editorial unipersonal de Boston. Por esa época, Misha y su marido se habían quedado sin trabajo, y Misha hacía unos dólares contando su historia en comunidades judías de la zona. Daniel quedó impactada y puso a su servicio a Vera Lee, una redactora profesional que se tomó el trabajo a pecho.

“En cierto momento, Misha come barro”, cuenta Lee, “y yo fui afuera y comí barro, a ver qué gusto tenía”.

Antes de que el libro saliera, Disney ya se había interesado por los derechos.

Pero el ménage à trois literario terminó mal. Daniel echó a Lee antes de terminar la redacción (quería agregar una historia de amor y Lee se opuso) y una vez publicado el libro, Lee y Defonseca demandaron a la editora por ganancias no devengadas. El juicio duró años, pero lo ganaron: en 2001, Daniel fue condenada a pagarles la extravagante cifra de 20 millones de dólares.

Desde entonces, atenta a la máxima de que no hay mejor defensa que el ataque, Daniel se concentró en tratar de demostrar que la historia narrada en el libro es falsa, o al menos la biografía que la sustenta desde la solapa. Lo hizo a través de un blog (bestsellerthebook.blogspot.com), y fue así que el genealogista Sharon Sergeant se puso en contacto con ella y recabó los datos que luego publicó el diario belga.

Curiosamente, sin embargo, no es improbable que la denunciante haya sido antes cómplice de todo el fraude. En un olvidado artículo aparecido en el semanario alemán Der Spiegel en 1996, es decir antes del lanzamiento de libro, Henrik Broder entrevista a las mujeres, y deja entrever cómo nació el relato.

Anota Broder que mientras Misha contaba su historia, Daniel se ocupaba “de las menudencias”, como tratar de justificar por qué Misha no se acordaba del apellido de sus padres, en qué idioma se comunicaba con la gente durante su viaje y cómo hizo para entrar y salir del Ghetto de Varsovia como si fuera su casa.

La nota toma ribetes absurdos cuando Misha explica que su primer esposo, el padre del mismo y el hijo que tuvo con él en Bélgica, todos se llamaban Morris, una “curiosa continuidad” si se tiene en cuenta que entre judíos los hijos nunca llevan el nombre del padre, “ni siquiera entre los no ortodoxos”.

Antes de publicar el libro, Daniel consultó a Debórah Dwork directora de un centro de estudios sobre el Holocausto y a Lawrence L. Langer autor de Testimonios del Holocausto: Las ruinas de la memoria. Ambos le recomendaron sacar las manos del asunto, pero Daniel lamentablemente, dice ahora no les hizo caso. El libro se publicó con el aval en la tapa del presidente de la Anti Defam,tion League Liga Antidifamación y hasta del Premio Nobel y sobreviviente Elie Wiesel ”Muy emotivo”, lo citan.

Desde el principio, el libro levantó sospechas, por ejemplo de Blake Eskin, conocido por haber descubierto el fraude de otro falso sobreviviente, el autor del Premio Pulitzer "Fragmentos", Binjamin Wilkomirski Bruno Doessekker. También el cirujano francés Serge Aroles, autor de un estudio sobre niños-lobo, notó en seguida que la historia con los animales era absurda. Publicó un artículo denunciando el fraude, que fue reproducido por webs de ultraderecha y que le ganó la contraacusación de fascista y antisemita.

Ante el mismo prejuicio tuvo que detenerse el diario israelí Ha’Aretz cuando le preguntó a Vera Belmont, directora de la película sobre el libro, si estaba enterada de las dudas que existían sobre la veracidad de la historia.

“Eso es exactamente como la gente que niega la existencia de los campos de concentración”, contestó la cineasta.

Ahora que el fraude se hizo público, la directora cambió el ángulo, pero volvió a justificarse.

“No importa si es verdad o no”, dijo a través de un portavoz, “ella la cree y piensa que es una bella historia”.

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