Es así cómo los mejores y más desinteresados hombres de los movimientos nacionales y socialistas han buscado dentro de una evidente buena fe acercarse y colaborar.
Ese nuevo rol para la creación de un hombre más sano, más completo y más responsable, debe implicar según su concepción una renovación social. Pero el socialismo ha tardado mucho tiempo en comprender, que la calidad no puede estar vinculada solamente al cumplimiento puro y simple de gestos exteriores de propaganda política, sino a una adhesión personal profunda, a una reforma individual que establece a cada uno de ellos como modelo y ejemplo.
Los "capitalistas" nacionales parecen, en muchos ámbitos, tener una conciencia un poco mejor de sus deberes sociales, y los militantes socialistas aprecian más justamente el papel de organización y de dirección del "capitalista" cuando este último queda ligado a su empresa y trabaja realmente.
Así se llega a una concepción más armónica del rol de cada uno, y en el conjunto doctrinal la idea de la unidad nacional y racial, fuera de consideraciones y antagonismos de clase, ha hecho progresos evidentes.
Así se llega a una concepción más armónica del rol de cada uno, y en el conjunto doctrinal la idea de la unidad nacional y racial, fuera de consideraciones y antagonismos de clase, ha hecho progresos evidentes.
Al mismo tiempo, esta idea crea un sentimiento más claro de solidaridad entre miembros de una misma comunidad popular, y desarrolla la voluntad de realizaciones sociales y de comprensión reciproca. Esto es lo que explica la atenuación de las divergencias de clase y la posibilidad inmediata de un socialismo que sea en sí y al mismo tiempo nacional.
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