La continua división de los movimientos socialistas en su forma moderna, parece un problema insuperable, teniendo en cuenta que ha sido además mantenida por los teóricos a menudo judíos y por arribistas de toda clase.
De allí proviene, como puede apreciarse hoy, no de una ebullición de ideas en el seno de los socialismos de Occidente, sino más bien de su debilidad ideológica y de la impotencia en que se han encontrado para superar la falta de un programa conjunto.
Periódicamente, en efecto, nacen dentro del socialismo occidental grandes movimientos tanto de tendencia únicamente sindicalista como puramente política y que han tenido la pretensión de despertar o renovar el socialismo europeo. Cada uno de ellos no ha obtenido como resultado práctico más que el escindir aún más el socialismo al no encontrar un alma y una razón de ser.
Ese mal provino del hecho de que ni unos ni otros habían conseguido aislar doctrinalmente las razones profundas y reales de sus divisiones continuas, ni los motivos y justificaciones de una unidad desde el punto de vista de los datos esenciales del programa.
Periódicamente, en efecto, nacen dentro del socialismo occidental grandes movimientos tanto de tendencia únicamente sindicalista como puramente política y que han tenido la pretensión de despertar o renovar el socialismo europeo. Cada uno de ellos no ha obtenido como resultado práctico más que el escindir aún más el socialismo al no encontrar un alma y una razón de ser.
La voluntad expresada por los renovadores de regresar, unos a Marx, otros a Proudhon o a Jaurès, no ha sido más que la manifestación de su incapacidad para crear por sí mismos la gran corriente socialista que, reincorporándose sin embargo a las tradiciones más puras del socialismo occidental, se adaptase al nivel de nuestro desarrollo técnico y a las necesidades predominantes de las razas occidentales.
La tarea esencial de los socialistas consecuentes es, por lo tanto, responder inmediatamente y de manera clara, responder totalmente a todos los problemas planteados y generar sobre todo las grandes consignas permanentes que, al resolver las cuestiones largamente pendientes, permitirán reunir masivamente a diferentes corrientes de un socialismo nacional, consciente de su rol europeo y ligado a los diferentes movimientos similares de Europa.
El Socialismo Nacional, sea sindicalista o político, sea racista o no, inmediatamente ha aplicado ese principio esencial de que la realidad sustancial del socialismo no es de esencia organizativa sino doctrinal, y que se caracteriza no por ser un ejemplo del aumento del nivel de los salarios o del número de delegados de empresas sino por ser una concepción nueva del papel del hombre en el mundo y en la sociedad. Ese nuevo rol para la creación de un hombre más sano, más completo y más responsable, debe implicar según su concepción unarenovación social.
Pero el socialismo ha tardado mucho tiempo en comprender, si de algún modo lo ha comprendido, que esta concepción doctrinal puede sufrir ciertas interpretaciones de detalle o de forma, a condición de que la línea fundamental y las grandes normas sean mantenidas y respetadas.
Después de todo, no ha comprendido que la calidad de adherente no puede estar vinculada solamente al cumplimiento puro y simple de gestos exteriores de propaganda política, sino a una adhesión personal profunda, a una reforma individual que establece a cada uno de ellos como modelo y ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario