lunes, 23 de junio de 2014

El enemigo

 La verdad, reducida a su forma más simple, debe ser el núcleo de nuestra presentación; esta verdad es que el judío es responsable de la destrucción de nuestra gente, aunque es tarea de nuestra clase intelectual entender las complejidades involucradas en el orden económico, político y social, no es éste el deber del trabajador, y poner esta tarea sobre él es un camino seguro al fracaso. Su mente es una que busca la simplicidad, su alma es una que busca una guía que esté sobre él. Su deseo es prestar atención a la voluntad de los grandes hombres. Si los grandes hombres no se encuentran, él se satisfará prestando atención a la voluntad de hombres que están empaquetados y que le son presentados con los símbolos de la grandeza, más bien que intentar entender los mensajes intelectuales presentados a él por hombres de un carácter más noble.



Más allá de esto, el trabajador tiene una capacidad casi preternatural para comprender la verdad cuando le es presentada en una forma simple, y él es intrínsecamente atraído hacia ella. Si todas las cosas son iguales, la veracidad de un mensaje dará al partido que presenta este mensaje una ventaja decidida sobre aquellas falsedades que se le presentan.
 Por encima de todo esto, hay sólo unos lunáticos que han sido atrapados por cuentos de hadas que implican fuerzas misteriosas y rituales satánicos. Las masas pueden ver a los hombres que se alimentan de ellos; si uno los señala, ellos sabrán que aquéllos son gente con nombres y caras, si los miembros de los auditorios de estos habladores en el movimiento por la verdad no tienen tendencias existentes hacia la enfermedad mental de estos individuos, las historias son tomadas como ridículas, o a lo más como entretenimiento.

La verdad, reducida a su forma más simple, debe ser el núcleo de nuestra presentación; esta verdad es que el judío es responsable de la destrucción de nuestra gente. Las masas no pueden entender el concepto de un enemigo ideológico; ellas sólo pueden entender el concepto de un enemigo físico. El judío, siendo una criatura foránea, es un enemigo que es fácil de entender para las masas. No hay ninguna verdadera necesidad de enrevesar este mensaje intentando distinguir entre diferentes clases de judíos, o intentando proporcionar explicaciones ultra-complicadas en cuanto a sus ideologías religiosas y políticas. El enemigo no es una idea, no es un sistema de creencias: es una raza de gente.

Un movimiento que espera conseguir grandes cosas debe estar alerta y conservar su unión con el pueblo. Cada cuestión debe ser considerada desde aquel punto de vista y ser decidida con aquella visión. Un movimiento debe evitar cualquier cosa que pudiera reducir o tan sólo debilitar ligeramente su capacidad de influír sobre las masas. Sin la poderosa fuerza de un gran pueblo, ninguna gran idea, a pesar de lo noble y exaltada que sea, puede ser probablemente conseguida.
Adolf Hitler, Mein Kampf.

No hay comentarios:

Publicar un comentario