Creemos que ningún Dios puede exigir de nosotros más que actuemos en todos los ámbitos de la vida en este sentido... A fines de enero de 1934 el HOMBRE encargó a Alfred Rosenberg la supervisión de la educación de todo el Movimiento Nacionalsocialista, el 22 de febrero Alfred Rosenberg inauguró su actividad con un gran discurso fundamental sobre La Lucha por la Concepción del Mundo, sentimos con ello un parentesco interior con todos los grandes del Ser alemán como una obligación ante el pasado y como legado para todos aquéllos que aún han de venir, al servicio de una única idea: ¡La Eterna Alemania!¡Mujeres y hombres alemanes!. Cuando en noviembre de 1918 los Ejércitos regresaron a la Patria después de la más grande de todas las guerras, seguramente ellos y con ellos todos los otros millones que sufrieron la prueba, tenían el natural deseo de volver a dedicarse a su profesión, a su vida personal. Pero muy pronto se hizo evidente que todo el mundo exterior e interior se había transformado, que la Guerra Mundial formaba una cesura entre dos épocas vitales que ya no estaban unidas entre sí por ninguna clase de relaciones más profundas.
Incomprensibles aparecían las formas de existencia anteriores a 1914, extraño el optimismo superficial del tiempo de preguerra, sin sentido el pensar puramente comercial. Y aunque este alejamiento de un pasado agonizante, por de pronto no se hizo perceptible entre las potencias victoriosas en la embriaguez del poder material conquistado, sin embargo, la fuerza de la resistencia interior contra un viejo mundo se desarrolló especialmente en todas partes allí donde el término de la guerra había provocado un profundo inconformismo o hasta un ambiente de desesperación. Creó un rumor en constante crescendo que pasa a través de millones y millones de almas humanas como expresión de un profundo saber de que vivimos en uno de los más grandes cambios de tiempos y mundos, en una época que significa una transformación que va hasta las raíces, no sólo en algunos campos de la existencia sino en todo nuestro sentir vital.
Dondequiera que miremos, en todas partes los viejos dogmas han sucumbido, las viejas conducciones desaparecido. En la vida social vemos que muchas barreras que hace pocos decenios aún eran conceptuadas como insalvables, han caído. Juicios y prejuicios entre distintos estamentos y profesiones en la actualidad casi ya no existen en millones de cerebros y corazones. En el campo político los viejos partidos, que en apariencia estaban tan firmemente fundamentados, han sido barridos de la escena. Todos ellos eran los testigos exteriores de que vigorosas concepciones del mundo antaño estaban detrás de ellos, que alrededor de ellos estaban agrupadas gigantescas estructuras del siglo XIX: Potencias de la industria y del comercio, grandes concentraciones del dinero.
Nosotros creemos en este sentido que de la ciencia de la raza y del alma no hay una verdadera historia universal, es decir, ninguna historia de acuerdo a la cual todos los pueblos y todas las razas son conducidos por así decir hacia una única planificada disolución. Según ello un plan debía consistir en la cristianización de todas las razas, más tarde todo debía servir a la meta de la humanización de la así llamada humanidad. Nosotros creemos, en cambio, que la historia de los pueblos representa un círculo vital de por sí, y que, por ejemplo, la historia de los griegos no ha sido un preparativo"planificado" para los futuros tan "espléndidos tiempos". Vemos también hoy que la historia de los griegos no forma una unidad anteriormente afirmada, sino una lucha grandiosa de los troncos que inmigraban desde la Europa central contra los pueblos del Asia Menor y Africa. No es necesario para un gran Movimiento establecer diariamente fórmulas nítidamente delineadas para la vida ideológico - espiritual, sino qué tiene solamente la misión de señalar la orientación; el ritmo del tiempo traerá luego la evolución orgánicamente necesaria. Por este reordenamiento de los valores se lucha hoy, el futuro mostrará si aquí se conquistará la victoria como premisa de que el Movimiento Nacionalsocialista no representa la incumbencia de una generación, sino el fundamento cosmovisional y político para siglos venideros.
Después de haber llegado a su término la migración de pueblos germánicos, un principio religioso se constituyó en señor sobre todos, alternando bajo una forma de césaro - papismo (Cäsaro - Papismus) y de papo - cesarismo (Papo - Cäsarie). Bajo este dominio universal dormitaban, empero, siempre de nuevo otros impulsos. De la lucha por una confesión única se generó la pugna de muchas confesiones, que echó sus sombras sobre siglos sangrientos. Italia, Francia, Alemania e Inglaterra constituyeron los escenarios de aquella controversia acerca de cuál de ambas confesiones debía ocupar el primer rango; esta controversia terminó sin decisión con un compromiso. En la época siguiente los motivos religiosos pasaron a segundo plano y su lugar lo ocuparon los puramente políticos. Las luchas ya durante y después de la Guerra de los Treinta años fueron libradas para las dinastías, los pueblos, en cambio, aparecieron casi sólo como medios de determinados poderes domésticos en Europa.
La idea republicana se hizo viviente luego mediante revueltas, y así vemos, a más de un siglo ondear de acá para allá en la contienda entre el principio de la dinastía y el principio de la república, hasta que alrededor de mediados del siglo XIX el concepto de clase se hizo cada vez más fuerte, y la historia fue interpretada como historia de las clases; y la salvación de la miseria social como lucha de clases y guerra de clases. Esta terrible lucha en el corazón de toda Nación consumió casi las últimas reservas de Europa y trajo entre otros a Alemania, el espantoso 9 de noviembre de 1918. Todas estas luchas por los valores supremos nombrados han pasado a segundo y tercer rango en el alma de nuestra generación. El supremo valor por el que hoy se lucha y que configura la misteriosa fuerza del Movimiento Nacionalsocialista es el honor nacional. Desde este punto de vista ha de valorarse todo aquello por lo que hemos luchado en el campo político interior: la limpieza en la vida política y económica, la reforma del Estado de derecho alemán, la restauración de una genuina nobleza campesina ligada a la sangre, la incorporación del trabajador alemán en los destinos globales de la Nación.
A partir de este pensamiento - núcleo del honor nacional y social se ha estructurado la concepción del mundo Nacionalsocialista; este misterioso núcleo también le seguirá otorgando como Estado la fuerza constructiva. En último término reside en esta idea también la valoración del pasado y del presente alemán y con ello también la única garantía para un futuro alemán no rico materialmente pero internamente valioso. Tenemos el convencimiento que cualquiera sea la posición que adoptemos metafísicamente con respecto a los interrogantes del más acá y del más allá, en este mundo no podemos hacer más que desarrollar en nosotros el supremo y más noble valor y ponemos como seres humanos enteros al servicio de la totalidad alemana. Creemos que ningún Dios puede exigir de nosotros más que actuemos en todos los ámbitos de la vida en este sentido. No es necesario para un gran Movimiento establecer diariamente fórmulas nítidamente delineadas para la vida ideológico - espiritual, sino qué tiene solamente la misión de señalar la orientación; el ritmo del tiempo traerá luego la evolución orgánicamente necesaria. Por este reordenamiento de los valores se lucha hoy, el futuro mostrará si aquí se conquistará la victoria como premisa de que el Movimiento Nacionalsocialista no representa la incumbencia de una generación, sino el fundamento cosmovisional y político para siglos venideros.
Después de haber llegado a su término la migración de pueblos germánicos, un principio religioso se constituyó en señor sobre todos, alternando bajo una forma de césaro - papismo (Cäsaro - Papismus) y de papo - cesarismo (Papo - Cäsarie). Bajo este dominio universal dormitaban, empero, siempre de nuevo otros impulsos. De la lucha por una confesión única se generó la pugna de muchas confesiones, que echó sus sombras sobre siglos sangrientos. Italia, Francia, Alemania e Inglaterra constituyeron los escenarios de aquella controversia acerca de cuál de ambas confesiones debía ocupar el primer rango; esta controversia terminó sin decisión con un compromiso. En la época siguiente los motivos religiosos pasaron a segundo plano y su lugar lo ocuparon los puramente políticos. Las luchas ya durante y después de la Guerra de los Treinta años fueron libradas para las dinastías, los pueblos, en cambio, aparecieron casi sólo como medios de determinados poderes domésticos en Europa.
La idea republicana se hizo viviente luego mediante revueltas, y así vemos, a más de un siglo ondear de acá para allá en la contienda entre el principio de la dinastía y el principio de la república, hasta que alrededor de mediados del siglo XIX el concepto de clase se hizo cada vez más fuerte, y la historia fue interpretada como historia de las clases; y la salvación de la miseria social como lucha de clases y guerra de clases. Esta terrible lucha en el corazón de toda Nación consumió casi las últimas reservas de Europa y trajo entre otros a Alemania, el espantoso 9 de noviembre de 1918. Todas estas luchas por los valores supremos nombrados han pasado a segundo y tercer rango en el alma de nuestra generación. El supremo valor por el que hoy se lucha y que configura la misteriosa fuerza del Movimiento Nacionalsocialista es el honor nacional. Desde este punto de vista ha de valorarse todo aquello por lo que hemos luchado en el campo político interior: la limpieza en la vida política y económica, la reforma del Estado de derecho alemán, la restauración de una genuina nobleza campesina ligada a la sangre, la incorporación del trabajador alemán en los destinos globales de la Nación.
A partir de este pensamiento - núcleo del honor nacional y social se ha estructurado la concepción del mundo Nacionalsocialista; este misterioso núcleo también le seguirá otorgando como Estado la fuerza constructiva. En último término reside en esta idea también la valoración del pasado y del presente alemán y con ello también la única garantía para un futuro alemán no rico materialmente pero internamente valioso. Tenemos el convencimiento que cualquiera sea la posición que adoptemos metafísicamente con respecto a los interrogantes del más acá y del más allá, en este mundo no podemos hacer más que desarrollar en nosotros el supremo y más noble valor y ponemos como seres humanos enteros al servicio de la totalidad alemana. Creemos que ningún Dios puede exigir de nosotros más que actuemos en todos los ámbitos de la vida en este sentido.
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